LAS DOS CARAS DE ARGENTINA ¿CUÁL ES LA REAL?
Cuál es la Argentina real? La del 11 de agosto o la del 27 de octubre?
POR CARLOS FARA. La Argentina es un país tan complejo que siempre ofrece dos caras, como el dios griego Jano. En la mitología romana, es el dios de las puertas, los comienzos, los portales, las transiciones y los finales. Jano puede representar a una persona que manifiesta aspectos muy disímiles entre sí.
Este país bifronte es el quedó expuesto en la elección presidencial del domingo pasado.
Cuál es la Argentina real? La del 11 de agosto o la del 27 de octubre? La del cachetazo a Macri en las primarias? O la de “cambio sí, pero que nadie se sienta dueño de todo” de la general?
Porque de esa respuesta depende el éxito o el fracaso de Alberto, quien deberá maniobrar como fino alquimista cuánta dosis de cada elemento químico deposita en el tubo de ensayo. Puede ser la fórmula de la vida eterna, o una explosión sin precedentes.
La victoria “con sabor a poco” (Dady Brieva dixit) ¿es una buena o una mala noticia para Alberto? En política nunca hay respuestas definitivas. ¿Mala porque al final no logró superar el 50 % con el cual iba a tener más legitimidad y autonomía dentro de la variopinta coalición ganadora, con lo cual estará más expuesto al control ideológico del ala más radical? ¿Buena porque así puede blandir el fantasma de “si nos radicalizamos y sale mal, en 2021 la vamos a pagar cara”? Imposible de responder por ahora, salvo hacer especulaciones.
En estos 77 días entre las PASO y la general señalamos en más de una oportunidad en esta columna que Macri necesitaba 1) una mayor participación electoral (que se dio, aunque está lejos de un record histórico) para reeditar el fenómeno 2015, 2) una licuación de los votos en blanco y nulos a su favor, y 3) y una mayor polarización chupando de Lavagna, Gómez Centurión y Espert.
Los tres fenómenos sucedieron en alguna medida, y eso explica que haya crecido 2.300.000.
Vistos estos números, ¿fue buena la estrategia de Alberto de cara a la general? ¿surtieron efecto las 30 marchas y la arenga del #SíSePuede? Empecemos por el ganador.
En términos absolutos creció casi 270.000. Como ya le sucedió a Scioli en 2015, el punto es al expandirse la torta, si un candidato no crece en la misma proporción, pierde peso relativo dentro del total.
Por eso hasta ahora cae 1.4 puntos medido con la misma vara en ambas elecciones.
¿Podía hacer algo distinto a lo que hizo? Cuando se gana tan arrolladoramente, lo más probable es que el candidato y su equipo se relajen, y se vuelvan conservadores en sus decisiones, bajo el mito popular de “equipo que gana no se toca”, aquí aplicable a la estrategia.
¿Para qué arriesgar si las encuestas nos dicen que mantenemos la ventaja o hasta la agrandamos? Nadie en su sano juicio lo haría. Además, siempre se debe calcular si se está cerca del techo, ergo todo esfuerzo adicional puede ser contraproducente.
Con todo este marco, Alberto se dedicó a administrar con prudencia sus apariciones y dichos, y se concentró en seguir representando el alto fastidio con el presidente (así lo hizo en ambos debates). Entonces ¿había algo más
para hacer? Muy probablemente no.
Macri necesitaba salir a buscar el partido, luego de estar como 4 a 0 abajo. Eso
implicaba comerse la cancha, “poniendo lo que hay que poner”, como le gusta decir a
los relatores deportivos.
Después del shock del 11 de agosto, Macri tenía que perder con cierta dignidad, mostrando que no era “pecho frío”, y que iba a dar la pelea hasta el final, siendo más un carismático de masas que un candidato que basara todo en un
sofisticado manejo de las redes sociales.
Además tenía que romper su manual de economía y hacer un poco de “populismo” electoral. Al achicar la diferencia a la mitad, se retira aplaudido por su público. ¿Podía hacer algo más?
En estos 77 días quizá no mucho más, aunque algunos detalles serían de largo debate. Su problema es muy
previo al momento electoral, y es de estrategia política.
Sucedió algo curioso. En las PASO la gran mayoría de los estudios subestimaron el voto
a los FF. Ahora sucedió al revés a favor de Macri.
Es difícil trabajar cuando no se sabe a ciencia cierta si se tiene o no el termómetro roto. Este es un debate para otro
momento, pero tengamos en cuenta las expectativas que se arman dentro de cada comando de campaña, y cómo se influye en las respectivas reflexiones estratégicas.Ultima reflexión por ahora. Más allá de que fue a votar mayor cantidad de gente y eso
claramente favoreció a Macri (como ya había sucedido en 2015 y 2017), ¿qué hubiera
pasado si no hubiese existido la gran encuesta que significaron las PASO? ¿los que el
domingo 27 salieron a votar, lo hubieran hecho de la misma manera? ¿o seguirían
ausentes contribuyendo a la imagen de derrota inapelable del macrismo?
Se viene un debate fuerte y complejo sobre la modificación de las reglas de las primarias. Con el
diario del lunes, debería decirse que el presidente tiene que estar eternamente agradecido al mecanismo de elecciones que le puso una alarma el 11 de agosto. Mecanismo al que tanto criticó públicamente.
Posdata: En la columna “Se puede revertir?” del 14 de agosto (tres días después de las
primarias) hicimos algunos cálculos sobre la probabilidad de que el presidente pudiera
provocar la segunda vuelta.
En un cálculo excesivamente optimista indicamos que había alguna chance de acercar de llegar a un 45 – 39 (a favor de Alberto), pero lo consideramos poco realista. Más allá de eso, estimamos una participación de
26.700.000 ciudadanos y que los votos afirmativos podrían ser 25.800.000. En el recuento provisorio la Cámara Nacional Electoral informa que dichos guarismos son de 26.600.000 y 25.930.000 respectivamente. Esperaremos el recuento final para volversobre este tema.