viernes 22 de noviembre de 2024 20:16:45

LIBIA:La revuelta libia mantiene el vigor pese a las amenazas pronunciadas el martes por Muamar el Gadafi, el dictador que dirige el país desde hace 42 años

Este miércoles ha quedado patente que el régimen ha perdido el control en el este del país, donde han logrado entrar periodistas a través de la frontera con Egipto. Pero ahora lucha a la desesperada por mantener el control del oeste, donde se están produciendo fuertes combates, según testigos que llegan a la frontera con Túnez. La situación de los partidarios de Gadafi es tan desesperada que 17 pilotos de la Fuerza Aérea de Libia han sido ejecutados en Trípoli tras negarse a bombardear barrios en poder de los rebeldes de la ciudad de Zauia, a 44 kilómetros de la capital, según fuentes libias relacionadas con el Ejército, informa Ignacio Cembrero.Gadafi está luchando por mantener el control del oeste del país, y los partidarios del dictador intentan controlar las ciudades de Misurata, Sabratha y Zawiya, así como las carreteras que enlazan estas poblaciones. Los testigos relatan que Trípoli es una ciudad prácticamente cerrada, donde los participantes en las protestas están recibiendo apoyo de soldados que han desertado, procedentes de las ciudades del este del país. Algunos informes indican que banderas de Gadafi han sido quemadas en Zawiya, a 50 kilómetros al oeste de Trípoli, y que tras días de combate los revoltosos habrían tomado el control de Misurata, situada a 200 kilómetros de la capital libia.

La bandera del régimen todavía se divisa desde Túnez al final de la frontera, en la parte libia y todavía inaccesible. El puesto de Ras Ajdir fue este miércoles el punto de encuentro de periodistas, ONG y ciudadanos tunecinos que se acercaron para ver la llegada de los refugiados. La mayoría no eran libios, sino ciudadanos tunecinos o de otras nacionalidades que trabajan en el país. A medida que iban pasando, cargados de maletas y bolsas de plástico, los tunecinos les recibían con algunos gritos utilizados en las protestas que acabaron hace más de un mes con la huida del dictador de Túnez, Ben Ali. «Dégage, dégage… (lárgate, lárgate). Lo gritamos entonces contra él y lo dijeron también los egipcios con Mubarak. Es el momento de los libios», comenta un habitante de la ciudad tunecina de Ben Gardan, a 35 kilómetros de la frontera, que se ha desplazado hasta Ras Ajdir para unirse al comité de bienvenida que recibe a los refugiados. Algunos de ellos muestran pruebas de las medidas que el régimen está aplicando a los extranjeros. Un joven se quita la camiseta delante de los periodistas y enseña la espalda llena de marcas de haber recibido palos hasta la extenuación. «Soy tunecino y la policía de allí nos odia porque conseguimos lo que queríamos en Túnez, echar al dictador. Eso nos convierte en objetivo».

Los informes de los refugiados que cruzan la frontera hacia Libia informan de que los combates son muy intensos tanto en las ciudades como en las carreteras. De confirmarse los informes, Gadafi prácticamente no controlaría más que el sur de Trípoli. Esos informes dicen que los 200 kilómetros que separan el puesto fronterizo de Ras el Adjir de Trípoli están llenos de retenes controlados por soldados libios, todavía seguidores del dictador.

Sin embargo, en al menos tres ciudades de ese trayecto, Zuara, Zawiya, Sabratha y Musratah, los rebeldes han conseguido vencer. Otras fuentes señalan que solo van camino de ello. Los rebeldes en esa zona entre esa amplia zona entre la carretera que bordea la costa y las montañas son tres tribus que parecen haberse hecho con el control: los Nawayel, los Regim y los Khewailed.

El Gobierno libio ha respondido con nuevas amenazas, señalando que una de las regiones orientales está bajo control de Al Qaeda y que los reporteros internacionales que han cruzado la frontera son considerados «colaboradores de Al Qaeda». El régimen, como hizo Gadafi en su discurso, sigue vinculando las revueltas con supuestos elementos terroristas para intentar legitimar así el desmedido uso de la fuerza que ha empleado en la represión. Mientras, la presión internacional sigue en aumento. Bruselas ha encargado ya una lista de posibles sanciones, una medida que también está estudiando Washington.

En Bengasi, la segunda ciudad del país y principal bastión de la protesta, los manifestantes han tomado por completo el poder, según han podido comprobar reporteros de Reuters. Miles de personas ocupan las calles de esta localidad, situada 1.200 kilómetros al este de la capital, Trípoli, y festejan el fin del poder de Gadafi. El pasado lunes, ha explicado un abogado que secunda las protestas, un comité de seguridad formado por civiles arrestó a 36 mercenarios contratados por el régimen para aniquilar a los manifestantes . Es uno de los autodenominados «comités populares» con los que los ciudadanos del este de Libia están intentando organizar la vida pública.

Pero Gadafi no está dispuesto a ceder poder así como así, según ha ilustrado la hoy por la tarde un hecho ocurrido en los alrededores de Bengasi. El diario Quryna -perteneciente a un grupo mediático propiedad de un hijo de Gadafi- informa de que un avión militar se ha estrellado a las afueras de la ciudad, sin causar víctimas. El motivo: el piloto y el copiloto del aparato, un Sukoi 22, han saltado en paracaídas para evitar cumplir la orden de bombardear la ciudad.

Recuento de víctimas

Mientras, la herida de la reciente represión aún está abierta. Un médico francés que ha logrado salir de Libia ha declarado a France Presse que el primer día de revueltas en Bengasi, el 15 febrero, contó en el hospital hasta 75 víctimas mortales. La cifra, según su relato, no dejó de crecer día tras día y, en las jornadas más duras, alcanzó el medio millar. «Creo que en total puede haber más de 2.000 muertos», ha asegurado Gérard Buffet, que a trabajado como médico en la segunda ciudad Libia el último año y medio. La Federación Internacional de Derechos Humanos, que agrupa a más de un centenar de organizaciones, ha constatado ya al menos 640 muertos en la zona. De estos, 130 son militares ejecutados por sus militares por negarse a cumplir órdenes.

La situación de Bengasi es similar a la del resto de ciudades. Testigos y periodistas que han logrado entrar en el país por Egipto confirman que la ciudad fronteriza de Musaid está también en manos de los manifestantes. Lo mismo pasa, avanzando 150 kilómetros hacia el oeste, en Tobruk, un puerto estratégico en el distrito más próximo a Egipto. Los militares decidieron apoyar allí las protestas y este miércoles, por primera vez, se han podido ver imágenes en directo de una manifestación anti-Gadafi porque han entrado televisiones internacionales.

Avanzando aún más hacia el oeste, en el vecino distrito de Derba, la situación puede suponerse la misma, ya que el viceministro de Exteriores libio, Jaled Kaim, ha asegurado que Al Qaeda ha formado allí un emirato islámico. Así lo ha expresado en una reunión con embajadores europeos, detallando además que detrás del movimiento hay un antiguo preso de Guantánamo. En el mismo encuentro, también ha insistido en que los periodistas que han entrado a Libia desde Egipto serán considerados «colaboradores de Al Qaeda».

Más allá del grado de realidad con que analiza la situación, la insistencia del régimen en vincular cualquier forma de protesta con el terrorismo denota que piensa seguir usando toda la fuerza contra los manifestantes.

Dimisión del ministro de Interior

También queda claro que el régimen libio se ha resquebrajado ya, pese al durísimo discurso que el martes pronunció Gadafi. Cada hora se alarga la lista de militares, embajadores y altos funcionarios libios que dimiten, encabezados por el destinado en Washington, Ali Aujali, que sigue los pasos de los miembros de la representación libia en la ONU (salvo el titular). Los diplomáticos en Francia y ante la Unesco expresaron su respaldo «al pueblo en esta revuelta contra la máquina de la opresión», si bien no renunciaron. Sí lo hicieron los embajadores libios en Bangladesh e India. Las legaciones en Malasia y Australia emitieron comunicados de condena de la represión.

A última hora de ayer, hasta el ministro del Interior libio y camarada de Gadafi desde los tiempos de la revolución de 1969, Abdulá Yunis, anunció su dimisión y su adhesión a la denominada Revolución del 17 de Febrero, que reclama la salida del dictador. El ministro pidió al Ejército que se sume a los manifestantes y respalde sus demandas «legítimas».Fte.elpais.com