LIBIA: Saif al Islam Gadafi, hijo del dictador, lanza un discurso en el que desafía a los manifestantes y amenaza con «ríos de sangre»
La brutal represión contra los manifestantes en la ciudad libia de Bengasi ha elevado la cifra de víctimas en las revueltas contra el régimen por encima de los 200 muertos. Ante esta perspectiva y los persistentes rumores sobre el futuro de Muamar el Gadafi, el hijo del dictador, Saif el Islam el Gadafi, ha comparecido en la televisión estatal para lanzar un errático discurso del que, a pesar de todos los quiebros y requiebros, se extrae un claro mensaje: el caos o nosotros. «Ríos de sangre» pueden correr por el país si no remite «la sedición», ha asegurado el joven Gadafi.El hijo del dictador ha admitido excesos en la violenta represión gestión de las manifestaciones («el Ejército no está acostumbrado a este tipo de situaciones»), ha asegurado que comprende que se están gestando muchos cambios en la región y ha mostrado su comprensión a los manifestantes que piden reformas («llegarán nuevas leyes y un debate nacional sobre una nueva Constitución»). Parecía un arranque prometedor para los que esperaban un anuncio de calado, pero enseguida el viento ha comenzado a soplar en otra dirección. El joven Gadafi ha agitado el fantasma de una guerra civil y ha asegurado en tono amenazante que el Gobierno no piensa permitir ninguna rebelión. No ha dudado en culpar al mundo entero de «lo que está pasando en Libia»: a los medios de comunicación internacionales, a los países árabes vecinos que conspiran contra Gadafi, a los islamistas, a los libios que residen en el extranjero… Todos ellos serán responsables de lo que pueda pasar si los manifestantes no bajan los brazos.
Bengasi y El Baida, las dos ciudades que se han convertido en el centro de las revueltas, han recibido una admonición muy clara, y Saif el Islam ha anunciado que «decenas de miles de libios» acuden hacia Trípoli para apuntalar el poder de Gadafi. «Tenemos dos opciones: o actuamos todos unidos para aprovechar esta oportunidad e introducir reformas, o nos hundimos en el caos», ha amenazado Saif el Islam, director de la Fundación Gadafi (una ONG de caridad) y considerado hasta ahora por muchos analistas occidentales como la mayor esperanza de apertura democrática del régimen. Para subrayar el tono admonitorio de su discurso ha mentado a Yugoslavia e Irak y ha repetido hasta la extenuación que «Libia no es como Egipto o Túnez», que cayeron porque tuvieron que hacerlo. Muamar el Gadafi se va a quedar y el Ejército está con él, ha insistido. ¿Las razones por las que el líder es indispensable? Tan dispares como la necesidad de una autoridad que gestione el negocio del petróleo, la composición tribal de su población, la posible vuelta del colonialismo… Saif el Islam ha tirado de todos los argumentos que se le han pasado por la cabeza para dejar bien clara una idea: su clan no tiene pensado dejar el poder, y más le vale a la población irse haciendo a la idea de ello. «Muamar Gadafi está en Tripoli y dirige la batalla. Y todos estamos con él y vamos a defender la unidad de Libia hasta el final», ha terminado su alocución.El discurso fue emitido por la noche (a las 23.30, hora peninsular) y le siguieron tiros y muestras de descontento en Trípoli. Fuera del canal oficial, apenas llegan informaciones, pero las que lo hacen hablan de una progresión de la revuelta. La cadena BBC cita testigos en Trípoli que relatan duros enfrentamientos entre manifestantes antigobierno y simpatizantes de Muamar el Gadafi. Las organizaciones de derechos humanos Human Rights Watch y Amnistía Internacional están actuando de portavoz de lo que ocurre en el país, bajo un régimen dictatorial desde hace 42 años. HRW maneja la única cifra con cierta vitola de oficialidad: 233 muertos y un millar de heridos.
Una revuelta contra Gadafi parecía imposible hace unos días. Más aún que esta alcanzara Trípoli, el feudo absoluto del general. Sin embargo, se extiende la impresión de que los jóvenes han comenzado a perder el miedo al régimen y han salido a la calle. La llamada plaza Verde se ha convertido en el centro de las manifestaciones. Un millar de personas se ha reunido allí y han sido disueltas a base de gases lacrimógenos.
El levantamiento continúa sobre todo en el este del país, y Gadafi sigue reprimiéndolas con fuego de mortero y ametralladoras. Las primeras imágenes que salen del país, vídeos caseros grabados por los propios manifestantes, muestran grupos armados persiguiendo a la gente y hombres cayendo por las balas. Ayer el descontento estalló en Musratha, (340.000 habitantes), la tercera ciudad después de Trípoli y de Bengasi (epicentro de la sublevación y segunda ciudad libia, con poco más de un millón de habitantes, en el noreste). También se contagió a una importante tribu, Werfella, en un país en el que Gadafi gobierna desde hace 42 años gracias a sutiles alianzas tribales.
En las últimas horas los manifestantes marcaron algunos puntos en Bengasi, el foco más rebelde. Ocuparon Quryna, el rotativo afín a Saif el-Islam, y se apoderaron de vehículos militares. Según todos los testimonios procedentes de los disidentes de Bengasi, la ciudad escapa ya al control de las fuerzas de seguridad. Los disidentes también han tomado tanques y grandes cantidades de armas y municiones del Ejército, según reconoció el hijo de Gadafi en el discurso. «Los criminales circulan incluso a bordo de blindados», dijo.
En las ciudades orientales Al Bayda, Darna y Ajdabiya, parte de las fuerzas de seguridad se han pasado al lado de los manifestantes. Los familiares de las víctimas mortales del miércoles y del jueves, pensaron que ellos también podían confraternizar con las fuerzas de seguridad. Su excesiva confianza propició la peor matanza que se ha producido en Bengasi, narra un vecino de la ciudad que pide no difundir su identidad. Tras el entierro colectivo, los familiares de los muertos acudieron, el viernes al caer la noche, a la sede central de la policía. «¡Nosotros y las fuerzas del orden somos el mismo pueblo!», gritaban.
Un oficial de las fuerzas de seguridad salió del edificio, recuerda el vecino, y les dijo que sí, que «eran el mismo pueblo». Invitó a entrar a los que estaban en primera fila y cerró las puertas. «Mataron a 23 hombres», asegura. «Los difuntos tienen heridas de bala en la cabeza y en el pecho».
Como sucedió en El Cairo, en la plaza Tahrir, en Bengasi hay un lugar de protesta permanente. Es la plaza situada ante los juzgados, al norte de la ciudad. Allí llegaron a concentrarse hasta 30.000 personas, según el vecino de citado, pese al temor de ser acribillados a balazos. Por la noche siempre permanece un retén.
Reacciones de imanes y diplomáticos
La matanza adquiere tales proporciones que 50 líderes religiosos libios hicieron ayer un llamamiento, difundido por Reuters, instando a las fuerzas de seguridad a que «paren de matar a seres humanos inocentes». «Porque lo prohíbe nuestro Creador y su Profeta (…)». El representante de Libia en la Liga Árabe, Abdel Moneim al Honi, presentó anoche su dimisión en protesta por «la represión de las manifestaciones», según informó el canal Al Yazira, en un primer gesto de disensión dentro del régimen.
Al Yazira también anuncia que las autoridades han detenido al destacado imán Al Sadeq al Gheryani tras hacer un llamamiento a la población para que se una a la revuelta. El presidente de la Unión Internacional de Teólogos Musulmanes,Yusuf al Qaradawi, ha llamado a los libios a sumarse a la oposición contra el «tirano». Al Qaradawi acaba de regresar a Egipto después de 30 años en el exilio.
Gadafi permanece en silencio e impone el cerrozajo mediático, pero Fayez Bo Juwary, destacado miembro de los Comités Revolucionarios, uno de los pilares del régimen, sí pudo hablar en público. Dejó clara la determinación: «No somos como los tunecinos ni como los egipcios; no empleamos balas de goma, ni bombas lacrimógenas y cañones de agua; solo utilizamos balas reales».
La Unión Europea ha urgido a las autoridades libias a detener inmediatamente el uso de la violencia y a escuchar las «legítimas demandas» del pueblo en favor de reformas. Según la cadena Al Yazira, el ministro de Exteriores británico, William Hague, ya habló horas antes con el hijo Saif al Islam el Gadafi para recomendarle que comenzaran un proceso de diálogo porque las acciones del Gobierno libio eran «inaceptables y que producirán una condena mundial».
Ante la mayor crisis que padece el régimen en sus 42 años de vigencia, la televisión libia sigue difundiendo imágenes de sus partidarios con retratos del líder y ensalzando sus virtudes. En el quinto día de protestas contra Gadafi trascendieron aún menos informaciones que en jornadas anteriores. En Libia no hay reporteros de prensa internacional, como sí hubo en Egipto o en Túnez, para cubrir unas revueltas que los medios de comunicación locales prácticamente ignoran.
Gran parte de la información sale del país por medio de las redes sociales, pero el viernes el régimen cortó el acceso a Twitter y a Facebook y, el sábado, a Internet, siguiendo el ejemplo de lo que hizo a principios de mes el presidente Hosni Mubarak en Egipto.Fte.elpais.com