COMO LE OCURRIÒ A OTROS LÌDERES «CRISTINA YA NO ES LA MISMA»
Es en el PJ, no solo en la oposición o en Itamaraty, donde se ha empezado a advertir cierta debilidad en Cristina Fernández
Si Lula lo hubiera dicho en público, probablemente habría provocado un pequeño cataclismo. Pero el presidente brasileño es un hombre de Estado que conoce el peso de sus palabras. Al menos lo suficiente como para reservarlas a una charla privada que, en este caso, tuvo la particularidad de darse en la quinta de Olivos y frente a Alberto Fernández, intendentes y funcionarios de la Casa Rosada. Ese día, 23 de enero, no bien llegó al país y en confianza, el líder del PT dejó en claro algo que le molesta desde hace tiempo: que el kirchnerismo lo esté incluyendo en lo que llama lawfare o, peor, que compare su situación judicial con la de la vicepresidenta.
Una bomba. Hasta el año pasado, Lula era el espejo en que se miraba el Instituto Patria añorando una candidatura de la “jefa”. En realidad, el brasileño arrastra incomodidades con este sector al menos desde diciembre de 2021. Cuando, sin ser candidato aún, compartió un asado en Mercedes con la vicepresidenta, sindicalistas y dirigentes de La Cámpora, incluido Eduardo de Pedro, muy cercano al intendente anfitrión, Juan Ignacio Ustarroz. Días atrás, la periodista Gabriela Pepe consignó en La Letra P dos de las razones por las que el líder del PT no guarda al respecto un buen recuerdo: el traslado de dos horas hasta la ciudad bonaerense bajo un calor asfixiante y el tiempo que, una vez ahí, pasó oyendo críticas a Alberto Fernández, a quien todavía le agradece, como a Pepe Mujica, haberlo visitado en la cárcel de Curitiba en los peores momentos.
Ya presidente y de regreso en la Argentina, Lula se refirió en Olivos a aquel encuentro con cierta ironía. Lo primero que dijo fue que le costaba entender algunas cosmovisiones. “Me hablaban de Cuba y yo quiero hacer una alianza con Biden”, refutó, y objetó los parentescos entre su situación judicial y la de Cristina Kirchner porque, agregó, él tiene apenas un departamento cuestionado y no, como la vicepresidenta, múltiples propiedades.
Entre los incondicionales de Fernández no solo celebran desde entonces ese sarcasmo, sino también que el brasileño no haya aceptado la invitación de Cristina Kirchner al Senado. El argumento que dieron en ese momento en el Gobierno, que Lula prefería evitar lugares ajenos al protocolo, tampoco convence porque, días después, en Uruguay, él fue personalmente a lo de Mujica.
Es evidente que ciertas empatías empiezan a desgastarse. La vicepresidenta no despierta el respeto de otros tiempos. Ni en la oposición ni en el PJ ni en Lula. El fracaso económico tampoco ayuda, y contribuye a un desprestigio más general.
En enero, empresarios brasileños que acompañaban a Lula plantearon una inquietud todavía irresuelta: la escasez de dólares del Gobierno, la falta de diálogo con Brasil después de la mala relación que Fernández tenía con Bolsonaro y parte del swap con China le hicieron en estos años perder al socio del Mercosur unos 4000 millones de dólares de exportaciones hacia la Argentina que ahora vienen del país asiático. La razón es bastante obvia. Los proveedores chinos financian a los importadores argentinos a 270 días, y los brasileños, a 45. En el Palacio de Hacienda buscan desde entonces una solución. Matías Tombolini, secretario de Comercio, les propuso a sus pares brasileños extender el plazo a 365 días. Pero no es tan sencillo porque los prestamistas de última instancia, el Bndes y el Banco do Brasil, no tienen ni las espaldas ni la paciencia chinas. Y tampoco se advierte hasta ahora un mínimo entendimiento entre Lula y su Banco Central.
En el Frente Renovador definen la restricción externa como el problema más relevante. La sequía agravó todo. Anteayer Germán Cervantes, funcionario que se ocupa de administrar las autorizaciones de divisas, les trazó a representantes de empresas un panorama incierto. Dijo que no podía anticiparles la disponibilidad porque aún no tenía un número de la liquidación de la cosecha, prevista para abril. Sus interlocutores lo saben. Muchos empresarios son productores agropecuarios e intuyen que viene algo peor. “Que salgan a dar una vuelta por el campo y van a ver: las plantitas miden 15 centímetros y adentro no hay ni un poroto”, se quejó después un industrial.
El Indec acaba de difundir otro mazazo con el IPC de febrero. “Nos equivocamos al proyectar 4% para abril”, dicen en el equipo de Massa, desde donde se intenta recobrar fuerzas con los detalles del informe de inflación. Tombolini, por ejemplo, difundió una interpretación según la cual en Precios Justos se cumplió con la pauta del 3,2% mensual. El desbande, agrega, está en todo caso en los productos estacionales.
Pero sin resultados tampoco termina de decantar la candidatura de Massa. Y eso envalentona al Presidente con su proyecto de reelección e intensifica la reacción de La Cámpora y la interna. “La oooooorrrrrrrgaaaaaa”, los descalificó esta semana Aníbal Fernández en Radio Futurrock. Por ahora, el Frente de Todos sigue unido. El Presidente resiste en su postura, pero se niega también a precipitar un quiebre. En la semana de la visita de Lula, cuando trascendió el despecho de De Pedro por no haber sido invitado a un encuentro con el líder del PT, colaboradores de Alberto Fernández creyeron estar muy cerca de convencerlo de que lo debía echar. El 27 de enero, en Olivos, más de uno llegó a pensar incluso que era un hecho consumado. Había sin embargo una duda: ¿qué pensaba Massa? Alguien se lo preguntó ese día al Presidente. “Sergio cree que, si rompemos, nos vamos a quedar con una fuerza minúscula para sacar leyes en el Congreso”, contestó.
Le insistieron. Le recordaron que la Constitución le daba una atribución, los decretos de necesidad y urgencia, y le recomendaron apoyarse en la oposición para algunas leyes. “Ya lo hicimos con el acuerdo con el Fondo”, razonó uno. El Presidente parecía coincidir. Para apuntalarlo, alguien propuso ahí discutir dos días después, el domingo, en Olivos, mientras comían pizza, una estrategia para el despido de De Pedro. Habría sido una provocación abierta al kirchnerismo. Pero no pasaron ni 24 horas y, ya el sábado por la noche, la iniciativa perdía fuerza. El domingo por la mañana Alberto Fernández no contestaba el teléfono. Hubo entonces que guardar la idea de las pizzas. Y al día siguiente, lunes, apareció aquel tuit de De Pedro. No decía mucho, pero ensayaba un acercamiento: “Los que tenemos responsabilidades políticas debemos aportar sensatez, porque hay cosas más importantes en juego: seguir recuperando la economía, mejorar el poder adquisitivo de las y los argentinos y resolver los problemas de la gente”, publicó.
Para los críticos del ministro, no significaba nada. “No pide perdón”, le dijeron al Presidente, que lo interpretaba sin embargo como un intento de reconciliación. Esa noche, a varios peronistas les llegó una invitación inesperada: Gustavo Menéndez los convocaba a todos para ir al día siguiente a Merlo a una foto de unidad. ¿Buscaba el Instituto Patria abroquelar al PJ en torno a De Pedro? En el círculo de Alberto Fernández no tenían dudas. Le pidieron al Presidente que no enviara a nadie del gabinete y convencieron a algunos intendentes de no ir. Pero tampoco prosperó: al día siguiente, delante de las cámaras de TV, atravesaban el portón Katopodis y Massa. Lo que pasó adentro ya se sabe: se tomaron las imágenes, se difundieron y el ministro de Economía no solo habló, sino que se preocupó porque trascendiera lo que había dicho, que su rol de candidato y su cargo son incompatibles.
Cualquier acuerdo es imposible cuando los objetivos se excluyen el uno al otro. Massa, De Pedro y el Presidente pretenden exactamente lo mismo, competir en octubre. El líder del Frente Renovador aceptó el cargo pensando en ese objetivo. Si hasta llevó al Palacio de Hacienda cinco fotógrafos de la Cámara de Diputados. Ya había dos. A veces no es fácil coordinar a los siete: la semana pasada hubo revuelo interno en un grupo de WhatsApp porque se había avisado tarde de la firma de un convenio y de las 20 fotos sacadas casi ninguna servía: las pocas que mostraban bien al ministro incluían, en simultáneo, un flequillo sobre la cara de la invitada.
De todos modos, Massa asume que su candidatura debe contar con dos requisitos. Deberá respaldarlo algún resultado, en primer lugar, pero también la mayoría del peronismo. ¿Es seguro que estarán todos? No queda claro. ¿Ayudará al respecto el aval que tiene de Cristina Kirchner? Hace un año habría bastado con eso. Pero ya no. Es en el PJ, no solo en la oposición o en Itamaraty, donde se ha empezado a advertir cierta debilidad en la “jefa”. Por primera vez en 13 años, ella no es la misma. Por Francisco Olivera. Fte. Identidad Correntina