CAE LA COMPRA DE ALIMENTOS PERO VUELA EL CONSUMO POR LA INFLACÒN DEL 70%
La grieta en la Argentina se volvió mucho más un fenómeno económico que político. Los altísimos niveles de inflación provocaron como nunca una separación de la sociedad en dos. Una mitad tiene que hacer malabares para cubrir sus necesidades básicas y no le queda otro remedio que ajustarse hasta en la compra de alimentos para llegar a fin de mes. Al otro 50% no le sobra mucho, pero tracciona el consumo en casi todos los rubros, manteniendo el rebote de la economía del año pasado.
Ya no se trata de una proyección pesimista, sino de una realidad. La inflación acumulada en los últimos 12 meses es del 58 % y la proyección es que el 2022 terminará por lo menos en el 70 por ciento. Las peleas dentro del oficialismo tienen su origen en esta realidad. El Gobierno se beneficia con más recaudación ante precios cada vez más inflados. Pero los aumentos de los alimentos básicos tomaron una velocidad que golpea duramente a los segmentos informales, que sobreviven con changas y algún plan social.
Un informe de Delphos Investment a sus clientes alertó sobre el dato de abril que divulgó el INDEC, con una mirada hacia adelante: “Las presiones inflacionarias están muy difundidas a lo largo de la economía ante la volatilidad de las expectativas y la rápida propagación de los shocks externos. Por eso, aumentamos nuestra proyección al 75% para fines de 2022?.
En abril hubo muchos productos que sufrieron remarcaciones a un ritmo de dos dígitos: harina (16% de suba), aceite (13,5%), pan francés (11%), pollo (12%) y yerba (10%), todos alimentos básicos.
“Refuerzo de ingresos”
Finalmente se anotaron 7,5 millones de personas a cobrar el bono de $18.000, dejando al descubierto la precariedad social de la Argentina. La cifra es menor a los 9 millones que cobraron el IFE en 2020, pero con una salvedad: en este caso no se incluyó a los beneficiarios de la Asignación Universal por Hijo. Por lo tanto, la cantidad de personas que recibirán el beneficio es equivalente, a pesar que quedaron atrás las restricciones de la pandemia.
Tras el dato de inflación de abril, la mayoría de los analistas revisó al alza a cuánto llegará este año. El piso ya es del 70%, pero algunos creen que llegaría cómodamente al 75%. El impacto sobre los sectores informales es enorme y afecta a la base que le da sustento al kirchnerismo
Los principales perjudicados por la altísima inflación son los sectores que respaldan históricamente al kirchnerismo. Es fácil entender por qué Cristina Kirchner se plantó como dura opositora del Presidente. Lo culpa de la inflación y sus consecuencias. Todo podría haberse evitado, según la lógica discursiva de la vicepresidenta, si Alberto Fernández hubiera seguido sus sugerencias en vez de cortarse solo.
Incomprobable
El argumento de Cristina es irrebatible, pero no por verdadero sino porque resulta imposible de comprobar. Nadie sabe con claridad cuál era su receta alternativa. Tampoco está muy claro qué quiere ahora. La Cámpora ni siquiera propuso una alternativa para no cerrar el acuerdo con el FMI ni un nombre potable para reemplazar a Martín Guzmán.
Los últimos datos de consultores privados muestran con claridad cómo viene cayendo el consumo de alimentos y bebidas. El último relevamiento de CAME, por ejemplo, reflejó una caída de casi 5% en abril en relación a marzo en autoservicios y mercados de cercanía. “La gente se vuelca por segundas y terceras marcas, como pasa durante las crisis”, explican. También habría una migración de consumo a favor de los mayoristas e hipermercados en la búsqueda de más descuentos. Números similares arrojan los relevamientos de Focus Market, que dirige el economista Damián Di Pace, que estimó una merma de 4,5% en la compra de alimentos el mes pasado.
Sin embargo, en otros segmentos los precios vuelan pero las ventas también. La demanda en materiales para la construcción, bienes durables, indumentaria, ferreterías o farmacias no para de crecer. Los restaurantes trabajan a turno completo y el turismo interno está colapsado. Ya no hay lugar casi en ningún lado para el fin de semana XL del 20 de junio y el nivel de ocupación para las vacaciones de invierno supera ya el 80% en los principales destinos del país.
Muchos sectores no sólo dejaron atrás los niveles pre pandemia, sino que siguen creciendo a una buena velocidad, pero sobre todo con altos márgenes de ganancia. La escasez de oferta ya se dan en casi todos los rubros y permite que el industrial y el comerciante saque provecho
No sólo existe una enorme masa de pesos dando vuelta, sino que además aumentó la velocidad de circulación de dinero. Se trata de los principales factores que explican la inflación. Pero esto además coincide con otro factor presente también en todos los segmentos: las dificultades de oferta para abastecer al mercado. Faltan autos, respuestos y motos, pero también calzado, indumentaria, artículos para el hogar y materiales.
Los planes “Ahora 12? incentivan mucho más la demanda. Con una inflación de 60% y que se estiraría a por lo menos el 70% durante el año ya no hay noción de precios. El consumidor compra en cuotas con la expectativa que la inflación termine licuando los pagos futuros. Así se pagan precios exorbitantes incluso en dólares sin importar demasiado, ante la expectativa de que las últimas cuotas prácticamente se “paguen solas”.
En otros segmentos también influye el efecto “post pandemia”, lo que se nota particularmente en los restaurantes llenos y también en las “escapadas” a destinos turísticos de cercanía. De a poco ingresa más turismo internacional, sobre todo de países limítrofes, que ayuda a mantener el dólar libre más estable.
El otro factor que mueve el consumo pero también exacerba la inflación está relacionado con el aumento de la velocidad de circulación del dinero. En otras palabras, los pesos queman y la gente busca usarlos rápidamente antes de perder poder adquisitivo. Si hay una necesidad de cambiar el electrodoméstico, efectuar un arreglo o simplemente hacer las compras en el supermercado, la decisión es hacerlo rápido ante el riesgo de nuevas remarcaciones, ya que las listas de precios se actualizan dos y hasta tres veces por mes.
Cristina Kirchner seguirá en su postura crítica del Gobierno, como una opositora más. Es lo único que le queda para no evitar un deterioro mayor de su figura, ante la inflación que no da tregua y un importante deterioro de la situación social
La rentabilidad en la industria y el comercio volvió a sus mejores épocas, aunque nadie sabe cuánto puede durar. Este fenómeno tiene características particulares, ya que en buena medida se da con menor oferta de productos, pero aumentos muy fuertes de precios que permiten operar con mayores márgenes. En sectores protegidos, por ejemplo fabricantes de celulares o computadoras o textiles, es mucho más fácil porque prácticamente es imposible conseguir artículos importados. Y lo poco que se vende a través de sitios especializados de comercio electrónico está por las nubes.
Los desequilibrios que se acumulan son cada vez más grandes y pueden dar lugar a una nueva crisis en cualquier momento. La estabilidad cambiaria dio un respiro en estos primeros meses del 2022. Por lo pronto, la próxima suba de tarifas será muy inferior a la necesaria para bajar subsidios, las reservas siguen siendo muy escasas para encarar el año electoral con mayor tranquilidad y el déficit será como mínimo igual y probablemente mayor al del año pasado. Las metas con el FMI, ya lo adelantó el Presidente en su viaje a Europa, serán revisadas ya que quedaron “desactualizadas” por los efectos de la guerra en el precio de las materias primas.
Por lo pronto, el Banco Central dejó de comprar dólares en el mercado en las últimas jornadas, luego de un arranque fuerte en mayo que le permitió acumular casi USD 550 millones. El titular de la entidad, Miguel Pesce, tiene que hacer un doble equilibrio, entre la necesidad de acumular reservas (comprometido con el Fondo) y permitir que las empresas tengan acceso a insumos y no frenen su producción.
Los próximos meses serán muy desafiantes. Para Martín Guzmán la prioridad será bajar la inflación a niveles más tolerables (4% mensual en el segundo semestre sería la meta para no superar el 70%). Pero al mismo tiempo también se trata de evitar una nueva recesión, ante la fuerte caída de los ingresos y la elevada incertidumbre política, que será todavía mayor a medida que se acercan las elecciones presidenciales en 2023.