INTERNAS EN EL PODER LA EMBSCADA QUE TEME ALBERTO FERNÀNDEZ Y LAS MALAS NOTICIAS QUE ATORMENTAN A CRISTINA KIRCHNER
Surgieron más escenas de tensión entre el Presidente y su vice. Preocupación en La Cámpora y entre los ministros. La inflación no da respiro y Feletti prepara una nueva jugada
Título uno: Alberto Fernández revalidó en Europa su alianza con Guzmán y ahora debe hacer frente a las urgencias de Buenos Aires. Título dos: Alberto Fernández espera un gesto del Fondo Monetario frente a los embates de Cristina. Título tres: La gira de Alberto Fernández por Europa: un viaje motivado por la agenda económica y para olvidar las tensiones internas. Título cuatro: Alberto Fernández analizó la renuncia de Basualdo y Cristina prepara un ajuste de cuentas contra Guzmán. Título cinco: Junto al Presidente, Guzmán cuestionó los subsidios a la energía que defiende el kirchnerismo.
Hay más títulos, muchos más. Son parecidos, tienen la misma lógica y parecen de esta semana, de la cobertura de la gira del Presidente, pero fueron publicados, exactamente, un año atrás. Así titulaban los diarios y portales de noticias en mayo de 2021, mientras Alberto, como ahora, encaraba un periplo por Europa y sonreía frente a Emmanuel Macron.
Podría convenirse que el Gobierno se mantiene anclado, pero resultaría insuficiente. Si se repara en los números y en la situación política, sería más atinado decir que va en declive. Argentina, de su mano, también. La inflación de entonces marcaba 4,1% en abril, 17,6% en lo que iba del año y 46,3% en los últimos doce meses; en el mismo mes, pero un año más tarde, subió a 6% el registro mensual, al 23,1% en los primeros cuatros meses y al 58% la interanual, la más alta en treinta años. La relación entre el Presidente y su vice, que por entonces era mala, hoy sucumbe al drama: llevan dos meses y catorce días sin verse y sin cruzar una palabra por teléfono. Hay quienes creen que esa es la raíz de todos los males. Un freno inhibitorio para explorar una salida.
El Frente de Todos es un barco que naufraga. “Vamos hacia la muerte y la destrucción si no hacemos algo urgente”, dice un hombre con lazos a uno y a otro lado de la grieta que habita en el poder. Las conversaciones en busca de una negociación se expanden entre ministros de la Nación y de la provincia de Buenos Aires, que están azorados por el nivel del conflicto; nacen vínculos entre las segundas y terceras líneas, que antes aspiraban a un acuerdo de cúpulas y que en este momento lo ven imposible; los gobernadores presionan, aunque sus amenazas pierden fuerza al compás de la crisis: en el Ejecutivo asumen que si no se produce un milagro, los mandatarios adelantarán las elecciones en sus distritos.
La novela suma intrigas: en los últimos días han comenzado a circular nombres de posibles interlocutores para que, si Cristina y Alberto no se hablan, al menos se mantengan informados de lo que hacen o piensan hacer.
De tanto en tanto, alguien se anima y propone abordar de lleno la cuestión. La pregunta es genuina. “¿Por qué Cristina no llama a Alberto y arreglan esto?” La ex presidenta sabe que Alberto Fernández dice barbaridades de ella. Asevera que se lo cuenta la misma gente que visita al Presidente. No necesariamente son dirigentes políticos. Eso es lo que más la sorprende: que se anime a hostigarla, con palabras que no pasarían el filtro de la época, delante de personas que no son de su círculo íntimo y que después corren a su despacho a transmitir, espantados, lo que oyeron. Aun así, intenta mostrarse magnánima. Si sonara el teléfono y del otro lado oyera su voz, lo atendería. Eso dice: “Yo he perdonado a cada uno… Pero el que tiene que llamar es él. Le corresponde, es el Presidente”.
La misma pregunta le han trasladado a Alberto Fernández los actores más dialoguistas: “¿por qué no la llamás y listo?”. El primer mandatario exhibe una conducta que no tenía un año atrás. Eso sí se ha modificado. El método de resolución de conflictos en la coalición nunca fue una maravilla, pero resultaba -si no efectivo en términos de gestión- ordenador. El cristinismo asfixiaba al Presidente con pedidos de cambios y demandas y Alberto Fernández terminaba llamando a Cristina para consensuar. Incluso, cuando hubo un aluvión de renuncias en su Gabinete. Ese método parecería estar extinguiéndose.
Cristina piensa que ya hizo todo lo que podía hacer para que su socio se desprenda del ministro de Economía y para que altere la política económica, que a su juicio los conduce a una derrota en 2023. También, con su estilo, para forzar una negociación. Alberto resistió. No hizo ni lo uno ni lo otro.
—Ya está. Yo no la voy a llamar más. ¿Para qué? —ha afirmado el primer mandatario en charlas reservadas con su equipo.
A algunos de sus colaboradores les hubiera gustado escuchar esas mismas palabras al comienzo de la administración o durante los primeros meses de pandemia, cuando ella insinuó que no estaba dispuesta a correrse del eje de las determinaciones centrales. Hoy podría ser tarde. ¿Es posible gobernar sin ella? O, peor: ¿Es posible gobernar contra sus deseos? Si no lo hizo cuando acumulaba altísimos niveles de popularidad, ¿podría hacerlo ahora?
La imagen presidencial exhibe una caída inédita y permanente. Y cuando se desmenuza la profundidad de la declinación asoma un dato: los antikirchneristas nunca lo quisieron; los que apostaron a él para que no siguiera Mauricio Macri están desencantados, y los fanáticos cristinistas lo pasaron al bando de los enemigos. Hay poco para pescar por fuera de esas aguas.
Cuando se indaga sobre los motivos que llevaron a Alberto a prescindir de Cristina, se bifurcan las explicaciones. Una posibilidad es que está cansado, harto de sus maltratos, y que entiende que retomar la conversación implicaría volver a claudicar. Sacar a Guzmán, por ejemplo. La otra es todavía más inquietante: Fernández creería que una charla con su vice podría hacer volar todo por los aires y que las consecuencias serían imprevisibles en términos institucionales. En cualquier instancia, sus más acérrimos defensores aseguran que Alberto estaría ante una nueva emboscada. Que eso es lo que teme y por eso la línea está congelada. Evitar la emboscada tiene, para ellos, un único camino: que siga sin oírla y sin llamarla.
Cristina, que volvió a presidir el país durante el viaje de Alberto -con un silencio tal que habló por sí solo: mejor no recordar que ella es el corazón de este proyecto- estuvo a los saltos. Sufrió con los piquetes que paralizaron la Ciudad y padeció el nuevo registro inflacionario del Indec, que determinó incrementos más altos de los que anunciaba la Casa Rosada. También lució preocupada por el mercado financiero, una sensación que se agudiza con el correr de las semanas. El Banco Central no acumula las reservas que se habían prometido. Según ella, Alberto subestima la cuestión. Son habituales sus críticas a Miguel Pesce. Como si fuera poco para sus días en la presidencia, se topó con Guzmán en A Dos Voces, en TN: lo sintió como una nueva provocación del ministro.
La suba de precios es un tema recurrente en sus charlas con Axel Kicillof porque afecta a todos, pero en especial a su núcleo duro de votantes, con residencia en el Conurbano, donde los incrementos son mayores, en especial en los alimentos. Esa batalla que había venido a librar el cristinista Roberto Feletti y que está perdiendo con cifras que alarman: 28% subieron los alimentos en lo que va del año.
El secretario de Comercio lleva semanas sin abrir la boca. Su última aparición fue estruendosa, cuando dijo que “esto se va a poner feo”. Podría quebrar ese silencio pronto. En los próximos días tiene previsto reunirse con Guzmán y con Matías Kulfas, el ministro de la Producción. Irá con un planteo fuerte y decidido: pedirá que las retenciones al girasol, al maíz y al trigo den un salto brusco para cuidar los incrementos internos.
En los borradores que circulan en su secretaría consta lo siguiente: llevar las retenciones de girasol al 15%, del maíz al 20% y al 25% las del trigo. Feletti cuenta con el apoyo de Cristina y de Máximo Kirchner. Podría, luego de la reunión, expresarlo en los medios para instalar la discusión. Se daría en un momento sensible de la relación del Gobierno con el sector del campo y en medio de los coletazos globales por la invasión de Rusia a Ucrania. La cotización del trigo cerró el viernes en 428,90 dólares por tonelada, un valor altísimo; hace un año valía 253 dólares.
El ímpetu de Feletti llegará pronto al despacho de Fernández. El Presidente viene de decir que los funcionarios que no se sientan cómodos se tendrán que ir. Es la primera vez que fija en público una posición tan determinante. Y que confronta decididamente con Cristina. Por alguna razón, eligió hacerlo desde Europa. Pero ya está de nuevo en la Argentina. Llegó ayer, dieciocho minutos después de la medianoche. En Buenos Aires hacía frío, y para el invierno todavía falta.Por Sanriago Fioritti. Fte. Identidad Corrrentina.