sábado 23 de noviembre de 2024 12:37:00

LA APRETADA QUE SUFRIÓ MARTIN GUZMÁN PARA QUE SE META EN LA CAMPAÑA

La apretada interna que sufrió Martín Guzmán podría ser interpretada, a esta altura, como una señal inequívoca de que el “plan platita” y demás yerbas no estaría surtiendo el efecto esperado

El “plan platita” no funciona y La Cámpora sacó a la cancha al ministro que más resiste. El doble mensaje del posible acuerdo con el FMI.

La apretada interna que sufrió Martín Guzmán podría ser interpretada, a esta altura, como una señal inequívoca de que el “plan platita” y demás yerbas no estaría surtiendo el efecto esperado por el Gobierno para remontar o atenuar en noviembre la rotunda derrota sufrida en las PASO.

La Cámpora, que lidera el diputado Máximo Kirchner, hace tiempo que se venía quejando por la prescindencia del ministro de Economía. Algo injusto, de verdad. Fueron los propios ex jóvenes camporistas quienes circunscribieron su participación en el poder. Lo dejaron limitado a la negociación de la deuda con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Lo alejaron de las decisiones económicas domésticas.

A tal punto que sólo fue informado sobre dos episodios. El arribo del nuevo Secretario de Comercio, Ricardo Feletti, en reemplazo de Paula Español. Y la puesta en marcha del plan de congelamiento de precios para 1.500 productos, cuyo cumplimiento es supervisado por algunos intendentes y militantes de organizaciones sociales.

Guzmán debió intervenir en la campaña con un modo y un lenguaje impropios de su hermética personalidad. Ajenos también al apego de su academicismo. Valdría la pena reparar en los comentarios de las últimas horas. Denunció que Juntos por el Cambio formó parte “de un acuerdo con el establishment en contra de los intereses del pueblo argentino”. Habría referido al multimillonario endeudamiento del gobierno de Mauricio Macri.

Personalizó en María Eugenia Vidal -ex gobernadora de Buenos Aires, ahora candidata en la Ciudad- al acusarla de tener una postura “anti-soberana y anti-argentina”. Le colocó un broche: “Cuando a la derecha le tiramos la justa, automáticamente saca sus perros a ladrar. Si no, no podrían ganar ninguna elección”, sentenció.

La aparición de Guzmán se produjo en un momento delicado. No referido solamente a la campaña. Existen reacciones internas y externas que colocan en duda la posibilidad del acuerdo con el FMI, al cual se ha dedicado desde que llegó al poder. La entidad financiera reclamó varias veces al gobierno de Alberto y Cristina Fernández la presentación de algún plan económico.

El embajador de Estados Unidos, Marc Stanley, propuesto por Joe Biden, habló en una sesión de presentación en el Senado de aquel país. Aseguró que una de sus prioridades sería ayudar a resolver aquí el problema de la deuda. Uno de los puntos de su agenda. También reclamó la necesidad de un programa “macroeconómico serio” para progresar en aquella dirección.

Guzmán había recibido igual solicitud de parte del representante del Tesoro, Walter Adeyemo. Quizás por esa razón el ministro explicó, en modo sarasa, el plan de congelamiento de Feletti. “Se trata de una pauta -dijo- que persigue un objetivo de recuperación del salario real”. No sería la misma percepción de las empresas del sector alimenticio. En forma puntual, las filiales de empresas estadounidenses definieron a la nueva estrategia oficial como “una bomba de tiempo”.

El ministro de Economía parece ser rehén de un juego de pinzas. Los condicionamientos internos también recrudecen a medida que evoluciona la campaña. La Cámpora distribuyó un video que muestra a militantes alegres y nutridos que invocan el no pago de la deuda. Una celebración que hizo recordar a la ovación del 2001 en el Congreso, cuando fue consumado el default.
El presidente y el slogan anti FMI

El mismo Máximo estuvo el fin de semana en un mitín en Lanús, donde el camporista y candidato bonaerense, Julián Alvarez, proclamó que la deuda no será pagada “a costa del hambre del pueblo”. Lo peor, tal vez, estaría por venir. Este miércoles se realizará en Morón el acto central en recordación del fallecimiento del ex presidente Néstor Kirchner. El lema de la convocatoria no deja espacio para dudas: “Primero se crece, después se paga”, advierte.

Podría haber, en ese caso, un problema adicional. El único orador será el Presidente. En principio, Cristina no asistirá. El fin de semana Alberto viajará a Roma para participar de la cumbre del G20 donde tiene prevista una bilateral con Kristalina Georgieva, la búlgara jefa del FMI. Sueña, además, con la fotografía, siquiera al pasar, junto a Biden. En esa misión ardua está el embajador en Washington, Jorge Arguello.

Aquel acto tiene, como otro objetivo, reponer al Presidente en el eje de la escena. De donde salió, por cuestionamientos internos, luego de la caída en las PASO. Se pretende que la evocación de Kirchner sirva como anabólico para robustecer a un mandatario que atraviesa su momento más bajo desde que llegó al poder. El trabajo del armado quedó en manos de Juan Manzur. El Jefe de Gabinete está tratando de comprometer a los alcaldes del conurbano y a los gobernadores del PJ. El segundo objetivo parece más complicado por dos motivos: los mandatarios evitan nacionalizar la próxima legislativa para defender sus comarcas; todos, por otra parte, gastan su energía en campañas locales.

La expectativa, amén de la concurrencia, está centrada en la línea discursiva presidencial en un encuentro llamado para consolidar la idea del no pago de la deuda. Alberto debería gambetear ese desafío debido a los compromisos en puerta. Es probable que improvise en base a un boceto que vienen diseñando sus asesores. Entre ellos Gustavo Béliz, secretario de Asuntos Estratégicos de la Presidencia. Deberá conformar a la militancia dura sin perder de vista el horizonte inmediato. Un equilibrio bien difícil.

Nada será definido, de todas maneras, antes de los resultados de las legislativas de noviembre. El interrogante de la Argentina es saber cómo continuará el Gobierno, si se confirma su derrota, con una dinámica tan espasmódica que nunca termina de resolver las contradicciones que existen en su seno y en la coalición oficial.

Quizás por ese motivo, Guzmán señala hacia adentro del poder que el acuerdo con el FMI se viene demorando por los asuntos burocráticos de la entidad. En realidad, no se avanza nada porque el borrador de ruta trazado se deshizo después de la derrota. ¿En qué consistía? En la promesa de un ordenamiento fiscal que el fracaso en las PASO arrojó al cesto con la emisión descontrolada para inyectarle combustible al “plan platita”.

No es el único dilema. Guzmán deberá indagar como seguir el día después si en el Frente de Todos se impone la convocatoria a un acuerdo con la oposición que, por ahora, entusiasma a Sergio Massa, el titular de la Cámara de Diputados. Sería hora, como sostuvo el ministro, de sentarse a dialogar con “la derecha”. O con aquellos que sostienen una “postura antiargentina”. De esa cháchara podría volver. De una ruptura con el FMI, seguramente no. Por Eduardo van der Kooy. Clarín. Fte. Identidad Correntina