martes 19 de noviembre de 2024 00:26:18

«NO ME PEGUEN SOY ALBERTO» POR EL CONSULTOR POLÍTICO CARLOS FARA

Esta columna se abraza a los efectos prácticos y percibidos de lo que ocurre en la arena política

Empezamos esta nota parafraseando al “filósofo contemporáneo” Roberto Giordano, autor de la famosa máxima: “No me peguen, soy Giordano”, en una situación desgraciada. Distintas son las desgracias por las que está pasando Alberto en estos días. No importa si tiene o no razón política o legal. Esta columna se abraza a los efectos prácticos y percibidos de lo que ocurre en la arena política. Si hay lawfare, golpe institucional, golpe mediático, mamarracho jurídico o irresponsabilidad sanitaria, es motivo de otra columna, no de ésta. El poder es el poder. It´s a fact. Si se quiere cambiar la relación de fuerzas –como decía un amigo- se los digo en otro lugar, en otro horario y por otro precio.

Dicho eso, a nadie le hubiese gustado estar en los zapatos del presidente estos últimos 5 días: lío con Basualdo y Guzmán, lío con la Suprema Corte, lío con Larreta, lío con CFK y La Cámpora + Kicillof, lío con la inflación, lío con los laboratorios, lío con la pandemia, lío con los movimientos sociales, lío con el FMI. Demasiados para un equilibrista.

En la columna de la semana pasada –“Alberto 11 años después”- describíamos cierta falta de profesionalismo y timing para atajar los problemas que se le van presentando. Más allá de las presiones que pueda recibir del cristinismo, algo distinto podría haber hecho con las vacunas, el sistema sanitario, la permanencia de Basualdo, las demandas de los movimientos sociales propios, para empezar. Sin embargo, el esquema decisorio luce muy desarticulado, como ya analizamos.

Pero la esperanza es lo último que se pierde. Cada día se puede torcer el destino. La política es un sinfín de oportunidades que se pueden aprovechar o no. Hasta acá Alberto no se caracterizó por saber sacarles mucho jugo, y convertir a la debilidad en virtud. Detengámonos en una fortaleza y una debilidad.

  1. Fortaleza: más allá del juzgamiento sobre su gestión –hoy más negativa que positiva- existe una considerable cantidad de ciudadanos que lo dispensan por el fenómeno de la pandemia. La crisis es mundial, inédita y lo agarró al comienzo de su mandato, lo cual no da mucho margen para pensar en un “gobierno normal”. Recién lleva 17 meses, lo cual los hace no ser lapidarios. Eso hace difícil la comparación con la administración Macri, la cual no tuvo este desafío.
  2. Debilidad: se diluye su liderazgo a los ojos de la opinión pública global, y también entre sus propios votantes blandos que esperaban un primer mandatario con más firmeza, sobre todo en esta crisis. Hoy Alberto es “el presidente de nadie”, ya que no conforma a ningún sector de los estamentos dirigenciales, sean políticos, empresariales, sindicales o sociales.

Digamos que todavía tiene un crédito en parte de la opinión pública dada la magnitud de la crisis (más comprensión que elogios), pero van menguando las expectativas en el círculo rojo (que recordemos, somos decenas de miles en todo el país, entre los cuales está la inmensa mayoría de l@s lectores de 7 Miradas). Solo para poner un ejemplo sustantivo, una senadora nacional joven muy allegada a Cristina confiesa que Alberto se encolumna con “nosotros”, o está enfrente. Para ese rincón, no tiene margen para otra cosa.

 

Entonces caben las tres preguntas clásicas:

  1. Quiere tener margen? Sin duda, que sí. Es un animal político, más allá de las limitaciones que luzca en estos últimos tiempos. Lo que nos lleva a la segunda pregunta.
  2. Sabe construir margen de maniobra? Hasta acá no. Es un juego muy complejo, por eso mismo requiere de audacia y creatividad estratégica. Dirían los comentaristas futboleros, “le faltan variantes ofensivas”. Casi nunca sorprende políticamente. El circuito de circulación de la pelota es demasiado previsible y cae en los mismos errores sistemáticamente. Ya tiene las marcas bien tomadas por los adversarios. Entonces va la tercera pregunta.
  3. Puede construir margen de maniobra? Siempre se puede hacer algo distinto. Acá empiezan a jugar las características de personalidad del protagonista. Caer en ciertos pecados de soberbia no ayuda. La procrastinación tampoco. La subestimación menos. Llega un momento en que el entorno –a imagen y semejanza del líder- cae en la rutina de la justificación permanente por los fracasos. Eso implica una oxigenación de personajes, ergo de ideas. Solo para poner una pista.

Hace unos 25 años, frente a qué hacer con la crisis del Tequila, en una charla con dirigentes políticos mendocinos, “Pilo” Bordón (uno de los mejores referentes que nos dejan estos 37 años de democracia), decía que en la disyuntiva entre el huevo y la gallina, había que sacudir a la gallina hasta que dé huevos.

Cuáles son las gallinas de absoluta propiedad de Alberto que no estén bajo la mirada de sus comisarios políticos internos?