viernes 22 de noviembre de 2024 21:12:47

ECONOMÌA: SE ENCENDIEN LAS ALARMAS EN EL DESPACHO DEL MINISTRO DE ECONOMÌA LOS MOTIVOS DÒLAR INFLACIÒN Y SALARIOS

El Gobierno parece jugado a que un rápido acuerdo con el FMI ayude a bajar las tensiones y la incertidumbre cambiaria. Pero lo cierto es que se trata de un círculo vicioso

Hubo dos datos que en la última semana pusieron a Martín Guzmán bajo máxima tensión. Uno vinculado a la dinámica inflacionaria y al impacto sobre el sector económicamente más postergado de la sociedad. El otro, a la dinámica del mercado del dólar.

La suba del 6,6% en el costo de la canasta básica alimentaria encendió las luces rojas en el ministerio de Economía. La aceleración de los precios  de los alimentos se analiza con suma preocupación puertas adentro de los despachos. Lo mismo que en la Casa Rosada. En la tarde del viernes, Alberto Fernández mandó a preguntar qué es lo que viene sucediendo con el precio de la comida.

Se sabe: los productos alimenticios vienen liderando la suba de los precios, aun cuando el Gobierno tiene bajo control a los denominados productos industrializados -harina, aceites, arroz, fideos, conservas- bajo el programa de Precios Máximos, que los fabricantes pujan por eliminar y advierten sobre desabastecimiento si la secretaría de Comercio Interior no satisface esas necesidades.

Según los empresarios, existe un atraso que va del 20% al 25% en los precios de venta al público. Están dispuestos a escuchar alternativas para no elevar los precios de un solo golpe, pero lo cierto es que las necesidades del Gobierno van por el sentido contrario a esas expectativas.

Los funcionarios necesitan mantener a flote una de las principales anclas que tiene la economía: la estabilidad de más de 2.000 productos en las góndolas de los supermercados, que se encuentran en el programa de Precios Máximos.

Lo mismo pasa con las tarifas: Alberto Fernández postergó hasta marzo el primer ajuste en las boletas de luz y gas. Ese incremento se había pautado para enero, pero el recalentamiento de la inflación corrió la fecha.

Esta aceleración inflacionaria -temen en el Gobierno- podría quebrar la delicada convivencia con la CGT. Ese vínculo, que se alteró en las últimas semanas tras el anuncio oficial de que se eliminaba el IFE de $10.000, podría volver a tensionarse en las próximas semanas si -como se espera- la inflación de noviembre y diciembre se acerca (o incluso supera el 4% mensual).

Que los alimentos corran por delante de los demás rubros puso en alerta a los sindicatos. En medio de la pandemia, tanto la CGT como la gran mayoría de los gremios antepusieron la paz social frente a cualquier reclamo desmedido, que pusiera más tensión en el escenario.

Pero tanto, los empresarios como el Gobierno reconocen que los próximos meses no serán iguales. En la medida que la inflación crezca por culpa de los alimentos y por los aumentos en las tarifas, los reclamos salariales se van a propagar.

Hasta ahora, el Gobierno falló en cada convocatoria pública al diálogo social. La última vez que se mencionó la cuestión fue a raíz de la carta de Cristina Kirchner, que pidió un acuerdo entre todos los sectores políticos y de líderes sectoriales. Hay algo cierto: el escenario político, social y financiero se sigue complicando rumbo al fin de año.

Porque a la aceleración inflacionaria debe sumarse la otra cuestión al que el Gobierno, lejos de encontrarle la vuelta, demora en solucionar: la constante pérdida de reservas.

La visita de la misión técnica del FMI terminó sin que los visitantes pudieran llevarse lo que le habían prometido a su llegada: la estabilidad de las reservas del Banco Central.

La última semana hubo ventas netas de divisas entre el martes y el viernes. Miguel Pesce adoptó un perfil tan bajo que ni siquiera los banqueros con los que solía conversar lo han tratado en las últimas jornadas.

De acuerdo a estimaciones en el sector privado, las ventas netas del BCRA en lo que va del mes ya superan los u$s200 millones, mientras que las reservas «brutas» se acercan a los u$s1.000 millones de baja.

Esa dinámica es la que le pone límites a la intención de disminuir la brecha cambiaria, que se mantiene en torno del 100%, una magnitud inviable para la marcha de la economía.

El Gobierno parece jugado a que un rápido acuerdo con el FMI ayude a bajar las tensiones y la incertidumbre cambiaria. Pero lo cierto es que se trata de un círculo vicioso. Porque difícilmente el Fondo Monetario cierre trato con las autoridades mientras vea la incontenible pérdida de divisas.

La expectativa oficial es diferente: ha dicho en las negociaciones que, por estacionalidad, el mes de noviembre suele ser muy malo para la acumulación de dólares. Y que esa tendencia se empieza a revertir ligeramente a fin de año, con la liquidación de la cosecha de trigo. Para muchos, esta mirada peca de ingenua. ¿Quién va a apurar esas liquidaciones mientras las reservas sólo van para abajo y la brecha se sostiene en valores astronómicos?

En los despachos oficiales tienen toda la expectativa en que un rápido acuerdo con el FMI mejorará las cosas. Un optimismo que no es compartido en el «mercado». Básicamente porque no se apoya en ninguna base realista. En la City creen que, tarde o temprano, el Gobierno se verá obligado a una devaluación. En cambio, lo que sí aparece a la luz son los numerosos problemas trabas que tiene hoy la economía. La aceleración inflacionaria y la brecha, seguramente, empeorarán las expectativas cambiarias.

En la City creen que, tarde o temprano, el Gobierno se verá obligado a una devaluación. Desde los bancos impulsan, incluso, que es mejor que ese salto sea en un contexto ordenado, con un plan detrás. Y no como producto de quedarse sin reservas.

En contra de esa visión, Martín Guzmán habla abiertamente de los próximos 60 a 90 días como los que necesita para tender un «puente de estabilidad» hacia la llegada de la próxima cosecha que ya le garantice la paz cambiaria y la recuperación de la economía.

«Más emisiones de deuda y menos maquinita del Banco Central», es el plan que comenzó hace ya dos semanas y que fue clave para la estabilización. Aun cuando se trate de otorgarles un seguro de cambio a los inversores, en medio de la corrida y la incertidumbre por una próxima devaluación.

Antes del comienzo de fin de semana, Guzmán recibió el respaldo del Fondo, lo que a esta altura de la crisis no es poco: «Abordar los desafíos a corto y mediano plazo de Argentina requerirá un conjunto de políticas cuidadosamente equilibrado que fomente la estabilidad, restablezca la confianza, proteja a los más vulnerables de Argentina», escribió el FMI al finalizar la ronda de negociaciones en Buenos Aires.

Este comunicado suma a la estrategia oficial. Pero lo cierto es que no se sabe si alcanza para equilibrar el escenario financiero. Spoiler alert: nada servirá si el BCRA continúa perdiendo reservas.

Antes del fin de semana, el Gobierno concedió facilidades a las empresas petroleras que inviertan en la Argentina, en el marco del Plan Gas. En concreto, para ellas habrá una flexibilización del cepo.

¿Será el primero de otros acuerdos con los «dueños de los dólares»? La palabra la tiene Guzmán, que hasta ahora se mostró poco propenso a darles beneficios fiscales a los chacareros. Pero los tiempos, se sabe, apremian.Fte. IP