sábado 23 de noviembre de 2024 04:29:58

CORONAVIURS: HAN PASADO 150 DÍAS Y EL TEMOR DEL GOBIERNO DE NO PODER CONTROLAR EL PICO QUE VIENE

Wuhan (China), fue la cuna del coronavirus. Sus once millones de habitantes fueron sometidos a una cuarentena durísima de 76 días. Pasado mañana, el área metropolitana de la Argentina duplicará esa cifra

La encrucijada de Alberto Fernández es colosal. Los encuestadores vienen constatando que un sector de la sociedad no tolera más las restricciones, pero el pico de contagios -que se había anunciado oficialmente para fines de abril, luego para mayo, junio, y así hasta hoy- todavía está por llegar. «El miedo es el de siempre: que colapse el sistema de salud. Es lo único que no podemos permitirnos», dice uno de los principales funcionarios del Ejecutivo. A eso se refería Alberto cuando afirmó que el botón rojo siempre está a mano.

Parecería que la suerte del Gobierno, y la de todos, se pondrá en juego en las próximas dos, tres, acaso cuatro semanas. Los nervios del poder se entienden. La decisión de un confinamiento tan extenso, aun a riesgo de una debacle económica mayor a la que dejó Mauricio Macri, podría pasar del presunto éxito al presunto fracaso.

Para resolver parte de este dilema, el Presidente intentó el viernes desentenderse de su principal consigna de estos meses. Su discurso mutó de «la cuarentena va a durar lo que tenga que durar» a «la cuarentena no existe más». Esa búsqueda de instalar un nuevo relato generó ruido en su propia coalición y fue producto de fricciones en las charlas con Horacio Rodríguez Larreta.

El alcalde no se plegó a ese juego de palabras. La unidad tiene sus límites. Rodríguez Larreta, además, siempre busca diferenciarse de la Nación y de la provincia de Buenos Aires, aunque sea de modo sutil. Intenta demostrar que la Ciudad es propensa a una flexibilización porque entiende el cansancio de sus ciudadanos. Los hechos indican que el jefe de Gobierno insinúa más de lo que, al cabo, concreta. Esos amagues serían parte de una negociación permanente con Fernández. ¿Qué tipo de negociación? «Desde la salud hasta que no le quiten fondos. Todo lo que se te ocurra», aseguran en el entorno presidencial. Los políticos siempre están haciendo política. Sobre todo quienes tienen aspiraciones grandes.

Aquella frase acerca de que la cuarentena no existe más sonó pueril. ¿Qué provoca, si no un confinamiento, que más de ocho millones y medio de alumnos primarios y secundarios lleven cinco meses sin ir a la escuela y que sigan sin fecha de regreso? ¿Qué impide que una persona que no es trabajador esencial, si no el bloqueo de la tarjeta SUBE, se pueda subir a un tren o a un colectivo? Hay más ejemplos. Los bares, restoranes, cines, teatros y shoppings están vedados al público. Hace solo 14 días, a través de un DNU, se prohibieron los encuentros sociales y familiares. Los cementerios permanecen cerrados para quienes desean ir a visitar familiares y en las plazas porteñas la Policía no permite que los vecinos se sienten ni siquiera en el pasto. Tampoco se puede cruzar la General Paz sin autorización y en el Conurbano los chicos pueden acompañar a uno de sus padres a hacer alguna compra, pero no tienen habilitado salir a jugar a la calle, pese a la señal de alarma de los psicólogos sobre las secuelas que causará en su salud mental.

La discusión entre epidemiólogos se ha vuelto cotidiana. Ya hace un par de meses que no impera una visión única. Médicos de distintas escuelas, psiquiatras y neurocientíficos le han brindado herramientas a la oposición para cuestionar el encierro obligatorio, del que hoy se cumplen 150 días. La Casa Rosada y su equipo de expertos insisten con que si se hubiera flexibilizado antes la cuarentena o, incluso, si se hubiese arrancado más tarde con el esquema de aislamiento el sistema de salud estaría desbordado y se estaría frente a una estadística mayor de muertos y contagiados.

Los expertos que no comulgan con el decálogo oficial sostienen que se actuó a destiempo. Que se cerró antes y que se dio paso a algunas aperturas en el momento menos oportuno. Creen que, si se hubiera acertado con las decisiones, hoy la mayoría de la gente que sale a trabajar o a buscar algún tipo de diversión, aun en forma clandestina, estaría en su casa por temor al virus. Podría decirse que, también en una pandemia que mantiene en vilo al mundo, cada uno puede elegir su propia aventura o de qué lado de la grieta pararse. Pero se está hablando de casi seis mil muertos y de un país que escala en el podio de países con más contagios cada 24 horas, solo detrás de India, Brasil, Estados Unidos, Perú y Colombia. No sería prudente.

La economía no ayuda ni podría ayudar en este contexto. Más de 740 mil trabajadores privados fueron suspendidos. Entre marzo y mayo se perdieron 302.200 puestos de trabajo y la desocupación habría saltado en un año de 10,4% a 15,5%, según la UCA. La inflación de julio marcó 1,9% y el acumulado es del 15,8% en lo que va del año. Es un número bajo cotejado con el del año pasado -que dio 25,1%- , aunque excesivamente alto comparado con las paritarias que están en danza, en los pocos rubros que las tienen. El Gobierno, que viene de hacer un importante acuerdo con los bonistas, se topa también con la presión sobre el dólar, que merma en forma cotidiana las reservas del Banco Central. Su presidente, Miguel Pesce, viene pidiendo agudizar el cepo y dejar a los pequeños ahorristas sin los 200 dólares mensuales que pueden comprar. El Gobierno duda. Fernández dijo ayer que la medida «estaba en estudio». Luego, desde el ministerio de Economía, lo descartaron.

Si la economía no da respiro, la inseguridad tampoco. En Olivos preparan un plan para atender el cada vez más insistente reclamo de los intendentes del GBA. Hay delitos de todo tipo. Emergen algunos muy sofisticados, que a los investigadores les cuesta desentrañar, porque además se van transformando, entre otras cosas, por el avance de la tecnología. Las estafas por internet y el «cuento del tío» aumentaron desde la irrupción del coronavirus. Pero también existen otros muy precarios, cometidos por atacantes que se arriesgan a cambio de poco.

Como en otras épocas dramáticas del país, han vuelto los jóvenes que en las zonas pobres del Conurbano se trepan a los palos de luz para robarse los cables; después extraen el cobre y lo venden en sitios de compra de chatarras. El robo de autos tampoco se detiene, pese a que hay menos gente en las calles. Esta semana, en Berazategui, se vio a un vecino que ataba su camioneta con una cadena. Son imágenes que dicen demasiado y afloran a diario. En José C. Paz, una mujer fue sorprendida en la vereda, a la luz del día, por tres hombres que bajaron corriendo de un auto: la mujer venía de un supermercado de cercanía, arrastrando el típico carrito, que soltó del miedo. Los ladrones lo agarraron y lo cargaron en el auto sin tocarla ni sacarle nada más. En el carrito habría, como mucho, veinte productos. Por Santiago Fioriti. Fte. Textual Identidad Correntina