SALTA: El diputado Nacional Olmedo «el personaje del año 2012»
Hijo del llamado “Rey de la Soja”, su fortuna le permitió posicionarse entre los primeros candidatos que se disputaban el poder en Salta, una posición armada en base más a fuerza de voluntad y dinero que ideas y propuestas políticas.
Desde ese punto de vista, el de el Diputado Alfredo Olmedo constituye un caso único en la historia de la política de Salta, pues pudo saltar desde las sombras hasta un podio que únicamente ocupaban hombres del calibre de Juan Carlos Romero o Juan Manuel Urtubey. Para la discusión será el cómo llegó hasta allí, pero como fuere, Olmedo vino a reemplazar el lugar que alguna vez había ostentado el Partido Renovador de Salta, el de constituir una alternativa para los indecisos o los disconformes.
Para esa altura, Olmedo constituía ya un fenómeno sin precedentes en el historial de las elecciones en Salta; una extraña mezcla de político posmoderno con ideas clásicas, dosificado con una buena cuota de “show-bussines”; tan de vanguardia y compendioso que hasta un personaje diverso como el Rabino Sergio Bergman le aportaba a su vez una dosis de ética y moral a su discurso.Su candidatura resultó el eslabón perfecto para unificar detrás de su gorra amarilla al romerismo huérfano, al que su jefe había dejado al garete tras el triunfo de Urtubey y a los desencantados del Kirchnerismo y de las otras fuerzas políticas que habían resultado diezmadas por el Frente que consagró al actual Mandatario.
Pudieron acusar a Olmedio de dispendio económico, ya que nunca reparó en gastos para posicionarse. Las gorras y las remeras con sus iniciales y su rostro sonriente se multiplicaron por las calles y fueron vistas en las cabezas de los albañiles que levantaban paredes como en las de aquellos que manejaban sus vehículos de alta gama.
Pero lo extravagante quizás de su metodología pasaba en ocasiones a ser desopilante cuando se podía ver a grupos de turistas extranjeros, todos tocados con la famosa gorra amarilla y detrás esos slogans de campaña de dudoso buen gusto, como el famoso “No vote al pedo, vote a Olmedo”.
Otro de sus recursos más utilizados y novedosos fueron sus apariciones en la televisión nacional en programas que nada tenían que ver con la actividad política, como encuentros de la farándula o la disputa de un clásico como el River-Boca, donde las cámaras lo “ponchaban” y Olmedo resaltaba en la tribuna por su atuendo amarillo.
Farandulesco, sí, su estilo, no dudó en trazar un discutido romance con una de las vedettes más sensuales del ambiente, Rocío Marengo, lo que lo mostraba como una suerte de playboy, actitud que colisionaba claro, con sus mensajes a favor de la familia, por ejemplo. Sin embargo, no se puede dudar que esas actitudes le daba notorio “rating” en el imaginario colectivo de los estratos más bajos.
Si bien fue muy criticado por su escaso caudal académico, hay que decir que jamás se quedó callado y siempre tuvo una respuesta a la pregunta que fuera, pues, si no tenía el dato, con la misma convicción era capaz de inventarlo, algo que no le perdonaron, quizás por su estridente estilo, pero que al fin de cuentas es exactamente lo mismo que hacen los demás.
Olmedo cobró un protagonismo destacado en ocasión del tratamiento de la Ley del Matrimonio Igualitario, frente a la cual fue de los que salieron al cruce sin ambigüedades y en modo claro y determinante: “tengo la mente abierta pero la cola cerrada”, fue la frase que sellaba su postura y que desató un vendaval de críticas y hasta de insultos que lo tacharon de homofóbico.
Imperturbable, ya por la seguridad de su actitud o por la irresponsabilidad para algunos con que desanda su carrera política, es indiscutible que Alfredo Olmedo cimentó su carrera política sobre un discurso que proclamaba valores familiares, religiosos y patrióticos; todos éstos últimos valores –y hay que decirlo- que no están tan claramente expresados en el discurso de los políticos más nombrados.
Así, pues, este hombre nacido en Rosario de la Frontera en 1965 y con cuatro hijos, hijo del mayor productor de soja de Salta, ha marcado un hito al romper con una tradición de hacer política desde la formalidad. Olmedo, desde ese punto de vista constituye una “rara avis” que habla de valores ancestrales al ritmo y coqueteo de “Gladys, la Bomba Tucumana”, la que le meneó sin disimulo su “pollera amarilla” en un escenario de campaña electoral.
Es el mismo Olmedo que cada campaña regala automóviles, motos y electrodomésticos, que hace cantar a Pimpinela y bailar con la música del Grupo Ráfaga, que no tiene un equipo sólido de asesores sino que parece actuar más por intuición que por especulación; el mismo que reconoce que “Mi único líder es Dios y mis únicos referentes San Martín, Güemes y Belgrano”, lo que contribuye a que no sea fácil encuadrarlo en una postura política definida.
Así es Alfredo Olmedo, un personaje al que le pueden caber todos los calificativos de un extremo al otro; pero frente al cual es muy difícil equivocarse al elegirlo, porque quien lo vote, lo sabe perfectamente.Fte.elintransigente