POLITICA: Surgen diferencias entre Zanini y Máximo Kirchner por la campaña llevada adelante que ha dejado muchos heridos
A menos de un mes de las internas abiertas que servirán como una especie de referéndum a la gestión de la presidenta, las disputas internas del kirchnerismo llegaron a su círculo más alto.
Luego del controvertido cierre de listas que dejó heridos a diestra y siniestra en el peronismo y de la dura derrota de Daniel Filmus en las elecciones de la Ciudad de Buenos Aires, los integrantes de la mesa cada vez más chica de toma de decisiones del kirchnerismo, se están sacando chispas.
Ni siquiera el secretario Legal y Técnico de la presidencia, Carlos Zannini, al que siempre se lo referenció como el funcionario más cercano a los Kirchner, está dispuesto a poner el cuerpo ante el reclamo de la larga fila de heridos por el cierre de listas que benefició a los adláteres del hijo de la presidenta, Máximo Kirchner, fundador de La Cámpora.
Máximo tuvo una incidencia colosal en el improvisado armado de listas en todas las provincias. Y tras la primera y floja prueba de fuego en Capital, donde La Cámpora apenas arañó el 14 por ciento de los votos, sumada al probable papelón de Agustín Rossi en Santa Fe, Zannini intenta despegarse de la autoría de esa estrategia.
Es así que para no perder terreno en el peronismo que por ahora le tiene reservado un lugar de privilegio –que tuvo su pico más alto con la elección de Amado Boudou como vice de Cristina– y respeto mezclado con temor, Zannini empezó a deslizar que la culpa la tiene el hijo de los Kirchner.
La guapeada de Máximo
El funcionario argumenta por lo bajo que Máximo se la pasó seis meses jugando a la playstation en Santa Cruz y que recién en la inminencia del cierre de listas tomó el control y, como un elefante en un bazar, bajó candidatos que parecían inamovibles a mansalva para favorecer a los muchachos de La Cámpora.
Pero en esa maniobra no sólo dejó heridos en las listas sábana de distritos remotos, sino que se metió con pesos pesado del peronismo provinciano. Ejemplos son José Manuel De la Sota, en Córdoba, una provincia en la que el Gobierno nacional no tendrá postulante propio.
Algo similar pasó en La Pampa, donde el kirchnerismo tuvo que salir a las corridas a buscar otro candidato tras la renuncia de Carlos Verna, que se fue furioso porque le impusieron a la primera candidata a diputada nacional cuyo único pergamino es ser amiga de José Ottavis.
Y por lo mismo hasta hubo cortocircuitos con uno de los gobernadores más cercanos a la Rosada, Jorge Capitanich, de Chacho, que tuvo un duro cruce con el propio Máximo. Un lujo que ningún espacio político con pretensiones de perdurar en el poder se puede dar.
De rebote, sumó la ira del movimiento obrero, totalmente marginado de las listas y de muchos intendentes bonaerenses con larga historia en el justicialismo que quedaron desprotegidos ante el avance en las listas de jóvenes sin trayectoria política. Ni siquiera con los leales hasta el cansancio como el senador santacruceño Nicolás Fernández hubo misericordia.
Por todo esto, Zannini comenzó a deslizar una teoría que antes no hubiera permitido: que Cristina habla de ciertas cosas sólo con Máximo y no con él.
No es un dato menor si se toma en cuenta que tras la muerte de Néstor Kirchner, en el Gobierno pensaban que Máximo iba a ser el nuevo hombre fuerte. Pero al menos en esta oportunidad le faltó política: su padre tenía un promedio reuniones y 100 llamados telefónicos por día, algo difícil de superar desde la natural insolencia de la juventud, ávida de experiencia.
Por más diferencias que Néstor Kirchner tuviera con sus interlocutores, se reunía con ellos aunque más no fuera para pelearse. En este cierre de listas el kirchnerismo prefirió la unidireccionalidad y el aislamiento de los actores políticos.
El círculo que se cierra
Así como Zannini cuestiona la falta de timing de Máximo para armar las listas, otro de los castigados con la polémica estrategia del líder espiritual de La Cámpora es uno de los máximos operadores del kirchnerismo, Juan Carlos “Chueco” Mazzón.
Las diferencias con Mazzón vienen de antes del cierre de las listas, puesto que el “Chueco” fue corrido de las negociaciones con De la Sota y Verna.
Eso es algo que por estas horas quizás se deben estar lamentando en Olivos, más aún después de comparar la performance en las elecciones porteñas con las de Catamarca, en las que gracias a la intervención de Mazzón, el kirchnerismo logró aglutinar al PJ y ganar con una candidata propia.
Pese a continuar encabezando las encuestas cómodamente, la presidenta todavía parece no haber asimilado el golpe en Capital Federal. Porque una cosa es saber que un distrito está perdido, como en Santa Fe, donde la presidenta estuvo a pocos días del cierre de la campaña local y ni siquiera nombró a su candidato.
Pero diferente marco se dio en la Ciudad, en donde los encuestadores afines al kirchnerismo le pintaban a la presidenta un confortable escenario de parejo ballotage. Cristina se sintió traicionada por ellos, ya que ni a ella le dijeron la verdad y por ende el golpe fue más fuerte. Fte.lapoliticaonline