POLITICA: La estrategia del Kirchnerismo le dice adios a las primarias y se fragmenta el voto opositor
El apoderado del PJ Jorge Landau admitió que las críticas del Juez Federal Electoral de la Plata Manuel Blanco a la ley de reforma política 26.571 son acertadas. Un plazo de 18 días entre las primarias del 14 de agosto y la fecha límite para registrar las alianzas para la elección nacional es francamente irrisorio. Blanco es la punta del iceberg de una andanada de cuestionamientos a la ley que los jueces electorales de muchas provincias tienen en carpeta. La nueva normativa sobre las boletas electorales, los avales para presentar listas, las juntas electorales, la publicidad, etc., es oscura y hasta contradictoria. Pese a las desmentidas poco entusiastas de Florencio Randazzo, parece obvio que el gobierno dio la señal para que se multipliquen los embates contra la ley, que muy probablemente se traducirán en fallos adversos a la misma. A todo esto, los radicales están quedando atrapados. A ellos no les viene mal la reforma, porque tiende al bipartidismo, pero Ernesto Sanz y otros están convencidos de que el plazo de dos meses entre la primaria y la elección nacional debilita a la UCR, porque es muy poco tiempo para que el ganador de la primaria haga campaña. Pero todo indica que al gobierno no le interesa corregir este plazo sino que tiende hacia otro objetivo: que la ley no se aplique y se vuelva entonces al viejo texto de la Ley de Partidos Políticos y el Código Electoral.
Las razones del cambio
¿Por qué el kirchnerismo quiere archivar ahora la reforma electoral por la cual su fundador luchó a brazo partido? Es que desde la muerte de éste se vislumbra un nuevo escenario electoral. La crisis por la que atraviesa el Peronismo Federal le hace pensar al gobierno que la capacidad electoral de este sector está -al menos por ahora- seriamente disminuida. No hay, por otra parte, señales de un cisma en el PJ y el gobierno cree tener bajo control a los gobernadores. Desde esta interpretación, CFK no correría mayores riesgos de perder votos peronistas en forma masiva. El peligro para el oficialismo es que en primera vuelta la clase media de las grandes ciudades y el campo se vuelque a la UCR, debilitando seriamente al kirchnerismo. La actual obsesión presidencial por mostrar racionalidad y moderación apunta a recuperar el voto moderado. El distanciamiento de Hugo Moyano, el acercamiento a Eduardo Buzzi, el nuevo diálogo con el FMI, el acuerdo económico-social en marcha y la disminución de las agresiones -públicas- a la justicia y el periodismo convergen en la misma dirección. En otras palabras, el gobierno gira para disputar el electorado de centro, dando por descontado que no perderá sus votos de izquierda y que el PJ está bajo control.
Dividir, dividir
En este contexto, la muy probable caída de la reforma política tiene coherencia con este plan. Sin tener que pasar por la complejidad y las exigencias de armar una primaria nacional, se fortalecen dos candidaturas partidarias que tienen una base partidaria no muy fuerte. Sin primarias, las cosas se le simplifican a Mauricio Macri, porque no tendrá que competir movilizando masivamente a sus votantes en una interna el mismo día que el PJ y la UCR, lo que por comparación lo debilitaría. En la elección presidencial, el jefe de gobierno porteño capturaría votos independientes que, si él no estuviera, podrían ir a parar a Julio Cobos o Ernesto Sanz. La otra beneficiaria del eventual colapso de la reforma política es Elisa Carrió, que difícilmente haría un buen papel en las primarias pero que si va directamente a una elección general puede arrebatarle unos cuantos votos al Acuerdo Cívico y Social. En definitiva, por su complejidad, las primarias impulsan a que se formen grandes alianzas y la desaparición de las primarias a que cada candidato intente probar suerte solo. En el 2007, CFK ganó con facilidad gracias a que se presentaron tres candidatos opositores fuertes que fragmentaron el voto antikirchnerista: Elisa Carrió, Roberto Lavagna y Alberto Rodríguez Saá. Hoy el kirchnerismo piensa en algo similar. Un escenario con Carrió, Macri, Duhalde o Rodríguez Saá y Solanas le facilitaría la reelección a CFK. Con esta dispersión, aunque no le alcance para ganar en primera vuelta, una diferencia de más de 15 puntos con el segundo le permitiría al gobierno plantarse sólidamente en la segunda vuelta ante un adversario que estaría disminuido.
La carta del triunfo sería entonces convencer a los independientes de que no habría gobernabilidad si, por ejemplo, el ACyS gana la segunda vuelta negociando acuerdos y votos prestados por Carrió, Duhalde, Solanas o Macri.
Fuente: Por Carlos Tórtora para el Informador Público