¿PORQUÉ SE PONE NERVIOSO EL PRESIDENTE?
En la misma semana de su primer gran triunfo legislativo, Milei denunció que el FMI está infiltrado por comunistas, que Lula Da Silva es un ladrón y que el Foro de Periodistas de la Argentina es una vergüenza
Por Ernesto Tenembaun. A principios de la semana que termina, Javier Milei explicó en el exterior que la Argentina iba camino a perforar el piso de mil puntos de Riesgo País pero ocurrió que los “políticos ladrones” empezaron a hacer de las suyas y entonces el indicador volvió a subir hasta casi 1600.
Era difícil entender, como tantas otras veces, a qué se refería el Presidente, ya que lo último que habían hecho los “políticos ladrones” era aprobarle la controvertida ley de Bases en el Senado. Por si faltaban gestos de buena voluntad, los “políticos ladrones” volvieron a rendirse esta semana ante la voluntad presidencial. Por una mayoría abrumadora -y pese a que Milei cuenta apenas con un puñado de diputados- la Cámara baja convirtió el proyecto Bases en ley. Sin embargo, en las horas posteriores a la aprobación el Riesgo País volvió a subir.
Al lograr que se apruebe la ley, Milei ha hecho una demostración fenomenal de su capacidad para entender el funcionamiento de la política. Envió una propuesta de máxima, pateó el tablero cuando sintió que se la licuaban demasiado, insultó, escrachó, pataleó y después negoció. La conclusión de todo el periplo es fabulosa. Pese a una relación de fuerzas muy adversa, logró lo imposible.
Le había dado la espalda al Parlamento en el acto de asunción. Lo había humillado el día de la inauguración de las sesiones ordinarias. Lo había definido como un “nido de ratas”. Y el Parlamento se le rindió y le aprobó una ley que, por ejemplo, disminuye los impuestos que pagan los millonarios pero aumenta los de la clase media y los de los monotributistas sociales.
Más no podía pedir. Si él se queja por la conducta de la clase política, ¿qué podría decir Alberto Fernández, a quien su propio bloque no le aprobaba ni la ley de vacunas en tiempos desesperantes? Casi no hay diputados o senadores que utilicen el tono que el propio Milei usaba, cuando era opositor, para calificar a Mauricio Macri, Luis Caputo, Alfonso Prat Gay, Marcos Peña o al propio Fernández. Pocas veces la clase política ha sido tan dócil como en estas semanas.
Pero, en la misma semana del triunfo, el Presidente denunció que el Fondo Monetario Internacional está infiltrado por comunistas (sic), que el presidente de Brasil, Lula Da Silva, es comunista y ladrón (sic) y que el Foro de Periodistas de la Argentina es una vergüenza (sic). En los mismos días, además, el ministro de Economía, Luis Caputo, la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, y la ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello, desplegaron actitudes agresivas contra el periodismo no alineado. El Aparato de Propaganda del Estado, además, puso en marcha un operativo delirante contra los organismos que denuncian sus ostensibles agresiones contra la prensa.
¿Qué es lo que pone a Milei tan nervioso, aún en una semana de triunfo?
Sobre el punto solo puede haber especulaciones. Al fin y al cabo, se trata de la insondable alma humana. En principio, hay tres interpretaciones posibles. En una larga entrevista, esta semana Chiche Gelblung se aventuró en el nudo de pasiones del Presidente. “Es un tipo raro. Es raro. No es un tipo que responda a los parámetros normales de la gente. Es un tipo que en el conflicto, goza. En la adversidad, se excita. Funciona muy diferente a lo que funciona la gente, todo lo contrario. Cuanto peor están las cosas, más excitado está. Él se divierte. Goza con eso. Pero no es una cuestión de perversión. Es como que en esas situaciones él se siente necesario. Es raro”.
Una segunda interpretación es más política. Hay cierto tipo de líderes que necesita de enemigos para legitimarse: el periodismo, el comunismo, los medios hegemónicos, los judíos, los inmigrantes, el imperio yanqui o las brujas de Salem. Entonces, cada tanto, necesitan agitar fantasmas porque suponen que el pueblo, así, los percibirá como salvadores.
Tal vez las dos interpretaciones -la psicológica y la estratégica- sean complementarias.
Pero hay una tercera alternativa: que la realidad lo ponga nervioso porque empiezan a aparecer, incluso en medio de un triunfo político impactante, problemas que son realmente difíciles de resolver.
Uno de ellos se expresa en una pregunta obvia: ¿por qué subió el Riesgo País si la política se transformó en un territorio dócil para el Presidente? Milei, finalmente, demostró que es un líder, que nadie se le subleva, que puede imponer reformas de fondo en el Parlamento. Pero los financistas, es decir, los de su palo, los del palo de su ministro, no lo celebran. ¿Qué pasa?
La suba del Riesgo País, o sea de los costos de financiamiento del Gobierno, es un dato preocupante. Argentina enfrenta vencimientos fuertes en los próximos dos meses pero mucho más fuertes durante el año 2025. A estos niveles de Riesgo País, el Gobierno no podrá tomar deuda pero tampoco tiene acceso a dólares genuinos para pagar. Entonces, si no cambia la tendencia, el mercado empezará a asumir que, tarde o temprano, habrá una reestructuración y todo podría empeorar. Eso tal vez haga trepar de nuevo el costo de endeudamiento y acelere los problemas cambiarios y finalmente rebote en el nivel de precios.
Se trata de un campo minado, que será mucho más peligroso si el Presidente equivoca el diagnóstico. Lo que ha dicho en público Milei es que el problema es la clase política. Algunos actores importantes de la economía argentina han formulado advertencias que sugieren interpretaciones alternativas a las del Presidente. En abril, por ejemplo, Domingo Cavallo, a quien Milei destacó muchas veces como el mejor ministro de Economía de la historia argentina, aconsejó al Gobierno que acelerara el ritmo de devaluación porque de lo contrario el sector agropecuario no liquidaría los dólares necesarios para enfrentar el segundo semestre.
Miguel Ángel Broda, Hernán Lacunza, Carlos Melconián, Mariano Fernández, Diego Giacomini, cada uno en su medida y armoniosamente, coincidían. Y el Fondo Monetario Internacional, también. A partir de ese momento Milei empezó a imitar, ofender, agredir a todos los economistas que se atrevían a cuestionar cualquier aspecto de su plan, especialmente el aspecto cambiario. Las críticas lo empezaron a poner nervioso.
En esos días, el Presidente fue entrevistado por John Micklethwait, uno de los editores con más experiencia de la agencia Bloomberg. Micklethwait le formuló la pregunta maldita: ¿no corresponde acelerar el ritmo de devaluación?
-No. Porque no tiene ningún sentido hacer eso. Eso lo dicen también algunos economistas locales que están completamente equivocados. La pregunta es: ¿por qué tengo que hacer saltar el tipo de cambio hoy si el tipo de cambio libre coincide con el oficial? ¿Qué tipo de estupidez es esa de que tengo que hacer saltar el tipo de cambio si el tipo de cambio está alineado con el de mercado? A los economistas les cuesta salir de ciertos modelos mentales que traen en la cabeza. Es como decimos nosotros: no la ven.
A medida que pasaban las semanas empezó a confirmarse que aquella advertencia de Cavallo tenía un punto. De hecho, en el mes de junio el Banco Central vendió más reservas de las que compró, por primera vez desde diciembre. Luego de ese dato, resultan más convincentes aquellos que sostienen que el nivel del dólar es perjudicial para juntar reservas, y que tarde o temprano eso generará un problema serio. No era una estupidez el planteo.
En aquella declaración de Milei a Bloomberg había, además, otro indicio del trauma cambiario. El Presidente había preguntado: “¿Qué tipo de estupidez es esa de que tengo que hacer saltar el tipo de cambio si el tipo de cambio está alineado con el de mercado?”. Siguiendo esa lógica, ahora que el “tipo de cambio libre” es un 44 por ciento más alto que el oficial, correspondería al Gobierno devaluar en esa magnitud. Pero el ministro Luis Caputo hace unos días ratificó que el dogma sagrado del 2 por ciento anual no se toca y mucho menos el cepo.
Entonces, ¿el Riesgo País subirá porque los políticos hacen algo que no se ve o porque el diseño del plan Milei tiene problemas? La mayoría de los informes financieros que se difunden en estos últimos días se inclinan más por la segunda hipótesis. Para ellos, el problema no está en la política sino en el retraso cambiario, en la baja abrupta de la tasa de interés, en la reticencia del sector exportador a liquidar divisas.
En ese contexto, el Presidente reacciona a su estilo. En lugar de disfrutar un triunfo político impecable, se tensa, busca enemigos, insulta. Hay algunos elementos de su argumentación que son, francamente, graciosos. Si hubiera tantos comunistas como él ve -en Davos, en la Presidencia del Brasil, en el Fondo Monetario, en Hollywood, en el liderazgo español, en los medios de comunicación, en las escuelas, en las universidades, en la Iglesia Católica-, ¿por qué razón hay tantos países capitalistas y tan pocos comunistas?
Pero, más allá de esas curiosidades, hay un problema de fondo.
Milei enfrenta un dilema muy difícil de resolver. Si devalúa en el porcentaje que fuera, por ejemplo, la mitad de la brecha, la inflación dará un salto. Eso pondrá en juego su popularidad y, por ende, su gobernabilidad. Además, ¿quién asegura que en unos meses no vuelva a tener el mismo problema? ¿O no devaluó a lo bruto en diciembre para evitar estas situaciones y aquí estamos?
Pero, si no lo hace, y sus críticos tienen razón, la presión cambiaria crecerá. Milei tal vez imagina que tarde o temprano se impondrán los efectos del equilibrio fiscal y la baja de la emisión. ¿Será así? ¿Estará bien esa teoría? Y si es así, ¿será a tiempo?
En favor suyo hay que decir que, más allá de sus virtudes y defectos, el problema cambiario ha torturado a muchos gobiernos. Milei ha sido exitoso al tranquilizar las cuentas fiscales. Su popularidad no fue dañada pese a un ajuste muy profundo y a una caída de los ingresos reales de la población, que él niega con datos falsos, pero que existió. Enfrenta un desafío muy complicado con una gran expectativa social a favor. Así que tal vez pueda encontrarle la salida al laberinto.
Claro, suele suceder que ponerse nervioso, crear enemigos ficticios, encontrar comunistas en el placard no es un buen método para resolver los problemas que plantea una economía endiablada. Habitualmente, es una vía para complicarse más.
Pero quién dice.
Si, como dice Chiche, el Presidente no le encuentra sentido a la vida fuera de las desgracias, las tensiones y la adversidad, tal vez no le quede otra que ser fiel a sí mismo.
Al fin y al cabo, él mismo lo ha dicho: está en otra liga, es Terminator, el futuro premio Nobel de Economía y el máximo referente de la libertad a nivel mundial. Ya se va a rendir el Riesgo País. Está rodeado. Fte. Textual I