HAY QUE PASAR EL VERANO
La realidad se hizo tan desoladora y sin horizontes para los argentinos que a Milei le resultó casi sencillo instalar en menos de dos años un contradiscurso al que durante dos décadas prevaleció en la Argentina
Por Sergio Suppo. LN. Más bilardista que libertario, Javier Milei atravesó la primera semana aferrado a la promesa de un estilo rotundo y contundente, pero a la vez alejado de dogmas ideológicos que repitió hasta convertirse en presidenciable.
Puesto a jugar sus primeras fichas, el nuevo presidente combinó el diagnóstico severo que lo llevó hasta la Casa Rosada en tres elecciones consecutivas con un esquema de emergencia resumido en un anuncio del ministro Luis Caputo, el martes pasado.
No sorprende que Milei haya lanzado un duro ajuste. Llama la atención que se haya desprendido antes de empezar de la rigidez conceptual con la que construyó su exitoso personaje político.
«La realidad se hizo tan desoladora y sin horizontes para los argentinos que a Milei le resultó casi sencillo instalar en menos de dos años un contradiscurso al que durante dos décadas prevaleció en la Argentina»
El Presidente no mintió cuando era candidato. Esgrimió una motosierra como símbolo de su acción futura a partir de un diagnóstico de catástrofe irreversible provocada por un agigantado déficit fiscal y por el bloqueo a los negocios y la producción privados impuestos por las políticas de control económico del kirchnerismo.
La realidad se hizo tan desoladora y sin horizontes para los argentinos que a Milei le resultó casi sencillo instalar en menos de dos años un contradiscurso al que durante dos décadas prevaleció en la Argentina. También se simplificó su camino porque nadie advirtió el éxito que tendría. En Juntos por el Cambio lo ningunearon y en el peronismo lo ayudaron a crecer sin saber que terminaría ganándoles.
En ese juego de decir y prometer lo contrario al kirchnerismo y enmarcarlo con un estilo duro y decisivo, la primera versión del Milei presidente se parece por completo al Milei candidato outsider.
Hay sin embargo otro Milei insinuado durante la transición y corroborado en sus primeras horas en la presidencia. Es la transformación del hombre que se descubre por primera vez tomando decisiones y liderando un grupo que a la vez se va armando en forma acelerada y sobre la marcha.
Milei es un Carlos Bilardo que conoce a sus jugadores antes de salir a la cancha. La metáfora futbolera no es casual. Fue Milei quien al describirse como un resultadista se declaró un émulo político del doctor campeón del mundo.
¿Quiere decir que el Presidente quiere llegar a su país soñado por caminos ajenos a sus convicciones originales? Esa pregunta todavía está entrampada en el uso del consejo maquiavélico de hacer lo más impopular al principio luego de desnudar y exponer como una situación en extremo peligrosa la herencia recibida.
Mientras armaba su gabinete, Milei en varias oportunidades puso por escrito en distintos comunicados que tal o cual decisión o designación no lo apartaba de su decisión de dolarizar y eliminar el Banco Central.
Era una aclaración que se autoimpuso para no dejar en evidencia que sus acompañantes originales habían sido desplazados por otro grupo de economistas menos dogmáticos. Entró Luis Caputo y salió Emilio Ocampo.
La descripción de la situación no cambió, pero los instrumentos iniciales para tratarla son bien diferentes. Milei habilitó a Caputo a una devaluación que evoca al Rodrigazo que acelera la inflación y acentúa la recesión. La reposición del impuesto a las ganancias, el regreso de las retenciones a todas las exportaciones y el ajuste de las tarifas de energía y transporte con la quita de subsidios son la fórmula más drástica que se recuerde en el arranque de cuanto gobierno haya existido en el país.
«Milei, un político autoedificado a partir de una comunicación llamativa y estentórea es en sus primeros días un presidente que no utiliza al personaje expresivo que construyó»
Como los bomberos que encienden contrafuegos para frenar el fuego durante los incendios forestales, el plan bilardista del presidente es un trago amargo presentado como inevitable.
Milei, un político autoedificado a partir de una comunicación llamativa y estentórea es en sus primeros días un presidente que no utiliza al personaje expresivo que construyó. Sólo lo hizo en la inauguración de su presidencia para describir la herencia y para advertir el riesgo inminente de una hiperinflación.
El remedio que aplica merece una mejor explicación. Y tal vez sea ahora el momento de diferenciar la promesa de ajustar a la casta política con este paquete de decisiones que implican un enorme esfuerzo para millones de argentinos.
Nada resultó más efectivo para el nuevo presidente que presentarse como el vengador de los ciudadanos contra “la casta”, una forma generalizada que resume el fracaso y los abusos de los dirigentes tradicionales. Milei abusó de la confianza cuando dijo que ajustaría a la política en lugar de ajustar al conjunto de la sociedad.
Una cosa es eliminar los privilegios; otra es resolver el descomunal problema macroeconómico del país.
El vengador está obligado a explicar la diferencia entre su promesa de arrasar con los usos y costumbres de la política y el plan del ministro Caputo. Y, en especial, a establecer un horizonte de esperanza que justifique el esfuerzo que la realidad impone. Solo un presidente puede asumir ese papel.
Mientras la licuación por inflación opera sus efectos, rige un indulto para todo miembro de la casta que sin arrepentimiento alguno acepte convertirse en oficialista. Milei anunció ese perdón a quienes había condenado durante la campaña como recurso electoral.
El Presidente sabe que necesitará seguir agregando funcionarios y recolectando de donde venga gente que lo ayude a gobernar. Es una experiencia nueva y desafiante.
El jefe de un gobierno que decidió operar un ajuste con pocos antecedentes se descubre a sí mismo en esa función mientras recluta funcionarios entre los escombros de un sistema que destruyó con su triunfo disruptivo.Por Sergio Suppo. LN. Fte.Textual. Identidad Correntina