CRISTINA, DE NUEVO EN EL BANQUILLO, Y LA CONDENA QUE MÁS SUFRE
La vicepresidenta enfrenta dos juicios y un posible tercero, además de señales cotidianas del declive de su poder
La Argentina disparatada llega por momentos a tales cumbres que el candidato oficialista Sergio Massa hasta podría agradecer que la monstruosa crisis económica se coma cualquier otro tema en la campaña electoral.
Porque para ese “fierro caliente”, como lo denomina en sus spots proselitistas, Massa al menos cuenta con alguna respuesta, aunque sea tan desesperada, riesgosa y potencialmente ruinosa como el plan platita: el ministro-candidato todavía cree que los votos son comprables y que nadie piensa en el mañana.
En cambio, cuando la corrupción de los gobiernos kirchneristas ocupa los primeros planos, Massa se queda sin nada. Como ahora: Cristina será finalmente juzgada por lavado de dinero (en sus hoteles y su inmobiliaria) y por encubrir criminales (los iraníes que mataron a decenas de argentinos en la Embajada de Israel y la AMIA), y el remanido argumento del lawfare no le queda cómodo al ministro, que de hecho era el patrón político de Margarita Stolbizer cuando en 2014 la entonces diputada hizo la denuncia que terminó siendo la causa Hotesur.
La vice hablará el sábado y pondrá de nuevo sobre ella los reflectores. Y lo más probable no es que se desgañite pidiendo el voto por su candidato -como reclamaba parte del oficialismo, especialmente su hijo Máximo- sino que centre su discurso en “la persecución”, como consideraron los medios oficialistas la decisión de Casación de mandarla a juicio.
El recuperado centralismo de la corrupción cristinista, aunque sea pasajero, a apenas 30 días de las elecciones generales, resulta tan inoportuno para el oficialismo como benéfico para renovar las esperanzas de Patricia Bullrich y Juntos por el Cambio. Un viento a favor que les suma y a la vez no aporta a Javier Milei, lo mismo que la derrota de Jorge Capitanich en Chaco.
La expresidenta ya está condenada en primera instancia a 6 años por administración fraudulenta y los cargos que enfrenta ahora no son menores.
En Hotesur-Los Sauces, la acusan de haber alquilado propiedades y habitaciones de sus hoteles a Lázaro Báez y Cristóbal López -cuartos y departamentos que nadie ocupaba-, quienes así le devolvían parte de lo que se llevaban gracias a que les otorgaban obra pública direccionada y con sobreprecio, que es lo que se probó en el juicio de Vialidad.
Los 4,6 millones de dólares cash que aparecieron en una caja de seguridad de Florencia Kirchner, que al final zafño del proceso porque era menor cuando su padre Néstor montó el tinglado, serían parte de ese vuelto.
Más grave, en otro sentido, es el juicio que se celebrará por el Memorándum con Irán. Allí se debaten cuestiones relacionadas con la muerte de 85 personas en el atentado a la AMIA, más 22 en la Embajada, y si la ahora vicepresidenta arregló con Irán que no perseguiría a los culpables. Al lado de eso, que se haya llenado los bolsillos gracias a la sistematización de la coima en sus dos presidencias sería algo menor.
La denuncia por el Memorándum la hizo el fiscal Alberto Nisman, quien apareció muerto de un tiro en la cabeza pocos días después de presentarla.
En el futuro de Cristina aparece un posible juicio más, el de los Cuadernos de las Coimas, donde ella está sospechada de ser jefa de otra asociación ilícita que armó un mecanismo de pagos y cobros de sobornos con contratos de la obra pública. Compartirá el banquillo con otros 158 acusados.
Sin embargo, tal vez la condena que Cristina más sufra sea una que se va acelerando de un tiempo a esta parte. No la dictan los tribunales y sus señales son múltiples: es el declive, constante e irreversible, de su poder. Fte. Identidad Correntina