MASSA QUEDA SOLO EN LA GRILLA PERO NO ARRANCA Y EL TRUCO DE RENUNCIAR A LO QUE NO SE PUEDE SER
Ni Cristina, ni Macri ni Alberto pueden ocultar la realidad: el alto nivel de rechazo que tienen. Algo insólito: un presidente que quiere que le vaya mal a su ministro de Economía
Una vieja y contundente conclusión de Perón viene como anillo al dedo para ilustrar las últimas horas de Fernández candidato. En 1972, el general Alejandro Agustín Lanusse, presidente de la dictadura de aquel entonces, trataba de negociar con Juan Domingo Perón las condiciones de una salida política a otra de las tantas calamidades de la política argentina. Se creyó capaz para ese ajedrez complicado e intentó una jugada para incomodar al caudillo que estaba exiliado en Madrid. Como invitándolo a que lo copiara, Lanusse hizo difundir la versión de que se autoexcluía de las elecciones como candidato del entonces denominado Gran Acuerdo Nacional (GAN). Perón respondió con una ironía que se puede leer en “Conocer a Perón”, interesante testimonio personal de Juan Manuel Abal Medina sobre aquellos años dramáticos: “Que Lanusse se proscriba como candidato a la presidencia es como si yo me proscribiera al trono de Inglaterra”. Poco puede ser tan claro.
En otras palabras, no se puede renunciar a algo que no se puede ser.
Cristina Kirchner, Mauricio Macri y, ahora, Alberto Fernández, en ese orden, han renunciado a una candidatura preventivamente porque el objeto de sus deseos está demasiado lejos. Y no por cualquier otra razón. Ellos mismos y otros han usado variados argumentos de distinto volumen y color para justificar esos “renunciamientos”. Ninguno consigue ocultar la realidad cruel y dura: el alto nivel de rechazo que para cualquiera de los tres declaran las encuestas.
Fernández agregó una curiosidad. Ahora que desiste de ser electo, declaró o más bien vuelve a dclarar un video que se dedicarà full time a solucionar los pobremas de la gente. Se acordó tarde, cuando las sombras del crepúsculo de su pobrísima gestión presidencial lo envuelven hasta hacerlo pasar por ausente. De aquel gobierno que lleno de ínfulas venía a poner de pie a la Argentina, terminar con el hambre y a llenar la heladera de los argentinos, queda este pobre manojo de excusas y este desparramo de culpas locales y mundiales para tratar de tapar su propia ineptitud. El peronismo tiene (o ha tenido) histórica habilidad para pasar culpas incluso hacia adentro y salvar los trapos. Está por verse si Cristina puede hacerse la ajena a su gobierno, porque Fernández es su propia obra. Se verá si consigue exculparse de esto que queda: pobreza, inflación, inseguridad. Y algo nuevo, terrible por la extensión que ha abarcado: desesperanza. Descreimiento en la política sin la cual, ¿cómo imaginar, planear un futuro?
Una vez que Cristina anunció que no sería candidata, Fernández aceleró en su proyecto de reelección: “Es una pelea entre enanos”, reconoció para reconocer su estatura política y que nadie, comenzando por él, medía demasiado en la pelea por las candidaturas. Se imaginó que finalmente se produciría una interna donde podría vencer al kirchnerismo y terminar con el ciclo que comenzó hace 20 años. Está dicho entre lo tanto que ha dicho Fernández.
Por eso resistió las presiones descaradas de Cristina, de sus voceros y personeros de La Cámpora, y además aumentó zancadillas a quienes le podían hacer sombra. Cuando Daniel Scioli comenzó a recorrer el Conurbano y a mostrarse con intendentes, como con esa promocionada foto con Mayra Mendoza, de Quilmes, y notoria cacique de La Cámpora, a través de Cafiero le ordenó regresar a la embajada en Brasil. Scioli, en venganza, organiza ahora una visita de Axel Kicillof a Brasilia para que tenga su foto electoral con Lula. De paso, el embajador negociará con Kicillof llevarlo en su lista de candidatos en la provincia, lo que le resolvería uno de los problemas de nombres que tiene en el territorio en el que fue amo y señor. A Scioli rápidamente el Movimiento Evita saldrá a apoyarlo. Otros miran a Schiaretti, quien se lanzará en un acto el 15 de mayo en la Capital.
Fernández también le metió palos en la rueda a Sergio Massa. Se trata de algo insólito en la política mundial: un presidente que quiere que le vaya mal a su ministro de Economía, al que necesita al menos para soñar con que le vaya bien a él. Pero esto no lo hace en el apogeo, como Menem con Cavallo o Néstor Kirchner con Lavagna, sino en medio del desastre en el que claramente la salida del ministro puede provocar un caos mayor del que ya está instalado.
Su ex jefe de asesores, Antonio Aracre, muy allegado a Martín Guzmán, de quien se dice puede haberle dado letra para el explosivo paper que le llevó a Alberto Fernández, estaba entusiasmado con su rol de aparecer sentado en el banco de los posibles reemplazantes de Massa. La filtración de esas medidas, en la que se pedía un comité de crisis para atender la inflación y contundentes decisiones cambiarias, contribuyó a la corrida del dólar, siempre lista como en toda crisis. La Casa Rosada se apresurò a decir que Aracre fue el filtrador quien se efectò o fue eyectado. Pero en las cercanías del ex asesor la versión es exactamente opuesta: fue Cerruti, la vocera presidencial y últimamente reiterada docente en materia económica la que ventiló la cuestión. En Economía, son mucho más directos: responsabilizan a Alberto Fernández. Y están los que piensan si Massa no aprovechó y sobreactuó para diluir el 7,7% de marzo. Todo lo cual termina en lo que se sabe: más nafta al fuego del dólar. De paso una consultora advirtió a sus clientes del exterior que mañana se venía una megadevaluación y ayudó a este clima frenético. Los pedidos de disculpa de la consultora, públicos y privados, no la eximirán de un pedido de Economía para que bloqueen su operatoria en la Security and Exchange Commission (SEC) a los autores de la versión.
Sea como fuere, Fernández quedó entre la ira de Massa, la presión de Cristina y sus voceros, y la CGT que decidió olvidarse del presidente e invitar al ministro al acto del 1º de Mayo. Pero, eso sí, criticando la situación social, aunque bien lejos del tradicional paro general. Y más: Kicillof y los intendentes amenazaron con desdoblar la elección bonaerense, aun a sabiendas de que no tienen los votos en la Legislatura para lograrlo. El objetivo era sumar presiones para terminar con la ambición de Fernández. Se dirá que no valía tanto esfuerzo para ese objetivo destinado al papelón.
Lo que quiere Cristina es que para las PASO haya, naturalmente, un candidato previamente elegido por ella. Eso, aunque eligiendo no le vaya muy bien que digamos. Scioli quiere interponerse a esa intención.
Ese candidato de la unidad es, hoy por hoy, Massa pese a los números. El ministro jura que no será candidato y que su presencia en el Ministerio de Economía, en esta grave situación, hace incompatible esa condición, entre otras cuestiones porque está negociando con el FMI oxígeno extra para llegar a fin de año sin que todo se derrumbe. Esa negociación durará unas tres semanas. Es decir que, a mitad de mayo, podrá tomar una determinación final, pese a ese retuit de su esposa Malena Galmarini: » El fial es cuando se vaya aya». Justo cinco años atrás empezaba la corrida cambiaria que sacudió al gobierno de Macri.
¿Puede Massa zafar de este “clamor” desesperado? ¿Cargará con la cruz de una inflación desbocada en una carrera electoral que solo le augura tempestades? Sería otra de las paradojas que arroja la debilidad política: Cristina terminaría apoyando a un candidato que está claramente alineado con Estados Unidos y que había prometido terminar con el proyecto que encarna la vicepresidente. ¿Le cedería a Massa ser el jefe de la oposición frente al próximo gobierno? ¿Tiene una opción mejor? Máximo lo subió a Kicillof a la cancha. Es lo que hay. Massa se quedó solo en la grilla de partida. Pero no arranca.Por Ricardo Kirschbaum. Fte. Identidad Crrentina