LA BATALLA DE SERGIO MASSA POR REVERTIR EXPECTATIVAS DEL MERCADO Y EVITAR EL BOICOT KIRCHNERISTA
El ministro quiso resolver dos problemas en uno: evitar la volatilidad de la deuda en plena campaña y además, ratificar la meta fiscal ante la presión K
Son días de urgencias para Sergio Massa, y no todas pasan por los vencimientos de la deuda del Tesoro y por las flacas reservas del Banco Central. Su objetivo, sobre todo, es actuar sobre las expectativas, que están mostrando un rápido deterioro, de la mano de las malas noticias.
Por eso su apuro en cerrar un acuerdo con los bancos para el canje de los bonos del Tesoro por un volumen de $7,7 billones, tiene un objetivo político muy claro: eliminar la típica hipersensibilidad del mercado que se produce en los años electorales, y reducir al mínimo la volatilidad.
En palabras del propio ministro de economía, lo que se buscó fue «que cualquier ciudadano sepa que cuando deposita un plazo fijo, o en caja de ahorro, no tiene que estar pendiente si la licitación de una semana o la otra del sector público con los bancos salió bien o salió mal».
El concepto es claro: lo último que Massa quería era que, a todos los factores de incertidumbre que afligen a la economía argentina se le agregara una potencial corrida de depósitos bancarios.
Lo cierto es que si se trata de señales de desconfianza por parte del público, sobran los indicadores. Por ejemplo, el índice de confianza del consumidor que mide la Universidad Di Tella marcó una brusca caída de 6%, rompiendo una racha alcista, y no por casualidad ese dato coincide con la aceleración de la inflación en el verano.
También la encuesta REM en la que responden los principales bancos y consultores de economía registró un dato sintomático: en contraste con el optimismo que transmite el Gobierno -Alberto Fernández habló sobre un tercer año consecutivo de crecimiento de la economía- ya se pronostica una recesión. Los economistas creen que la actividad caerá un 0,6% del PBI, mientras Massa sigue hablando de un crecimiento encima del 3%.
El repunte de la inflación llevó en las últimas semanas a que los economistas empeorasen sus expectativas sobre el plan económico
En esa encuesta empeoraron también las expectativas de inflación y de ingreso de divisas por exportaciones. Pero, además, de la mano de una disminución de la recaudación de impuestos -en febrero la caja de la AFIP cayó un 9% real respecto del año pasado-, también hay un deterioro de la expectativa sobre el resultado fiscal.
De hecho, hoy entre las consultoras ya se prevé que el rojo podría rondar un 2,2% del PBI, lo que -si bien sería una mejora respecto del 2,4% del año pasado- implicaría un incumplimiento de las metas comprometidas con el Fondo Monetario Internacional.
Economía en crisis: expectativas en rápida devaluación
Revertir las expectativas de una desmejora en los indicadores no es fácil, sobre todo si se consideran los dos factores que complican los planes de Massa: por el lado económico, la implacable sequía que afecta la cosecha; y por el lado político, el cada vez más indisimulable desagrado del kirchnerismo con la política de austeridad fiscal.
En cuanto al primer punto, el Gobierno no deja de recibir malas noticias. Ya el optimismo que Massa dejaba ver a fin de año sonaba raro cuando se lo contrastaba con la preocupación reinante en el campo: el ministro minimizaba la gravedad de la sequía y decía que, en todo caso, la suba en los precios del mercado internacional compensaría la caída del volumen exportado. Su pronóstico era que, en términos netos, se perderían unos u$s3.000 millones, cuando en el campo ya se hablaba de más de u$s7.000 millones.
Pero la persistencia de la sequía, combinada ahora con una helada temprana, hizo que los números empeorasen, de forma tal que entidades como la Bolsa de Cereales de Buenos Aires prevén que la caída llegue a u$s10.000 millones respecto de la campaña del año pasado. Y en su último informe, ya advirtió que probablemente esas cifras podrían volver a ser revisadas, para peor.
Con esos números en la mano, Massa está tratando de ablandar la posición del FMI, y en principio todo indica que encontrará buena receptividad en cuanto a la meta de reservas. En cambio, mucho más difícil parece ser la tarea de convencer a la dirigencia kirchnerista.
En los últimos días se intensificaron las críticas que antes se hacían por lo bajo y, ante la evidencia de que la inflación seguirá estacionada por encima del 5% mensual, volvieron los reclamos para un «shock redistributivo».
Iniciativas como la moratoria previsional llevaron a que la meta fiscal del 1,9% para el año entrara en duda
Iniciativas como la moratoria previsional llevaron a que la meta fiscal del 1,9% para el año fuera puesta en duda
Los planteos por un aumento salarial por decreto o un bono complementario, que habían sido la tónica del año pasado en la interna del Frente de Todos, se están escuchando nuevamente. Y trascendió, además, que en breve -probablemente en el acto del sábado en Avellaneda- el kirchnerismo presentará una plataforma de medidas económicas que van en la línea opuesta a la política de austeridad fiscal.
Como la intención del kirchnerismo es mejorar las chances electorales, su intención es que esa agenda de medidas no se limite a ser una propuesta de campaña, sino que sea de aplicación inmediata. Entre otros puntos, se quiere desempolvar el proyecto de renta básica universal, que podría tener un costo de 1% del PBI.
Estas propuestas llegan después de la aprobación de la moratoria previsional, que según las estimaciones tendría un impacto de casi medio punto del PBI. Y es lo que lleva a los analistas a dudar de la meta de reducir el déficit primario a un 1,9%.
Massa y la fórmula para ganar tiempo
Lo cierto es que la combinación de menos dólares por culpa de la sequía y un mayor gasto por las presiones de la campaña electoral pueden resultar en un combo explosivo. Por eso, Massa prefiere curarse en salud y cubrirse de otros factores que, eventualmente, pudieran complicar el panorama. Por ejemplo, que en el tramo final de la campaña antes de las PASO, se haga difícil renovar los voluminosos vencimientos de bonos del Tesoro y que, entre la inflación creciente y una caja del BCRA con pocos dólares, se produzca otra crisis financiera -o, para ponerlo en los términos de los economistas opositores, que explote la «bomba financiera»-.
El antecedente del año pasado está fresco en la memoria de los inversores y, especialmente, de los funcionarios del área económica: a pesar de haber arrancado el año con un buen nivel de «rollover», las dudas sobre la marcha del programa llevaron a una caída de los precios de los bonos, a lo cual siguió una tardía reacción del Banco Central para la recompra en el mercado secundario. El desplome de precios inicial y la inyección monetaria posterior generaron el clima para que se volviera a hablar de reperfilamiento, default y hasta del reciclado de viejas recetas semi-confiscatorias como el recordado Plan Bonex de 1990. Fte. iP