HUMOR POLÌTICO: ALBERTO NO ES NINGÙN JALABOLAS POR ALEJANDRO BORENSTEIN
Los argentinos podemos decir cualquier cosa de nuestro presidente pero jamás debemos permitir que lo insulten desde afuera. “Pelele” o “títere”, como le dijeron en Caracas, son barbaridades que se dicen fronteras adentro, siempre con respeto obviamente
Antes que nada, valoremos el dato más importante: 7,4% de inflación mensual. Aplauso, medalla y beso. Hace 20 años que no se alcanzaba semejante logro. Felicitaciones para Cristina Fernández de Kirchner y su “presidente”, verdaderos artífices de este hit.
No fue magia. Fueron dos décadas completas despilfarrando recursos, subsidiando cualquier cosa tanto a pobres como a ricos, incorporando aluviones de ñoquis en el Estado, postergando toda planificación racional de la economía, aumentando el gasto público del 20% al 40% del PBI y emitiendo billetes a toda máquina al punto tal de que llevaron aquel dólar de 3 pesitos recibido en 2003 a estos gloriosos 300 mangos por verde que hoy nos llenan de orgullo. Chapeau.
Como suele decirse en estos casos, el éxito de Cristina y Alberto no hubiera sido posible sin aquellos que están detrás de cámara a quienes también hay que agradecer. Ministros, secretarios de Estado, legisladores, asesores, etc. sin cuya ayuda no hubiesen logrado esta hazaña. No hay que ser mezquinos a la hora del reconocimiento. No fue Macri ni la pandemia ni la invasión rusa ni Guzmán ni nada. Fue el mérito de este gran equipo comandado por Alberto y Cristina, dos iluminados de la Patria Grande. Gracias totales.
Esta es la noticia buena de la semana. Ahora veamos la mala.
El gobierno de Maduro está chivo con el gobierno argentino por el asunto del avión escuela venezolano-iraní. Undipuado chavista llamado Pedro Carreño maltratò a nuestro presidente ante la Asamblea Nacional y le exigió textualmente “que demuestre si es un pelele del imperio, un títere del imperialismo o realmente gobierna la Argentina”… Remató su prosa diciendo que Alberto parece un “jalabolas”. Hermosa palabra que desde hoy incorporaremos a nuestra lenguaje popular.
Para entender la dimensión del asunto, primero hay que recordar una ley de la vida con la que seguramente usted, amigo lector, estará de acuerdo: uno puede decir que su propia madre es una chorra, que su hermana es una trola o que su cuñado es un cochino. Lo que jamás puede permitir es que esto lo diga una persona ajena a la familia. Lo mismo vale para los presidentes.
Nosotros los argentinos podemos decir de nuestro presidente cualquier cosa pero de ninguna manera debemos permitir que lo insulten desde afuera. Pelele, títere, chanta, inútil, vende humo, falso progre y falso profe son barbaridades que se dicen fronteras adentro pero, obviamente, siempre con respeto. No como la ex diputada Vallejos que lo trató de okupa y mequetrefe o como Cristina que, a la hora de referirse a Alberto, debe usar puteadas intercontinentales.
Al respecto, no conoceremos el detalle pero podemos imaginarlo con solo recordar como le dice a Parrilli. Si Cristina es una persona relativamente ordenada, difícilmente utilice el mismo insulto para todos. Lo más probable es que cada funcionario ya tenga asignado el suyo. Si no, cada vez que en el Instituto Patria se la escucha gritar “¡oíme pelotudo!”, se darían vuelta todos. No cierra. Seguramente cada uno tenga adjudicado su insulto específico de modo que cuando ella le dice a su secretario “decile al estúpido que venga”, el secretario ya sabe de quien se trata.
Juego para divertirse en familia: adivinar cual es el insulto que Ella utiliza para elogiar a Alberto y cual es el que próximamente va a empezar a usar con Massa.
Volviendo al punto, si bien no se puede permitir que nuestro “presidente” sea insultado en el exterior, y de hecho todos debemos repudiarlo, esta mala noticia que llegó de Caracas la podemos transformar en buena y aprovecharla. Que le hayan dicho títere o pelele es un agravio tan inaceptable como previsible. Pero que lo llamen “jalabolas” es toda una novedad que vale la pena explorar.
¿Qué significa jalabolas? La palabra se usa en Venezuela desde principios del siglo XX cuando los presos usaban grilletes con pesadas bolas de hierro que les impedía el movimiento. Algunos presidiarios conseguían que otros les cargaran la bola para poder moverse con comodidad. El que sostenía la bola era llamado el “jalabolas”, o sea el servil del otro. De ahí se desprende la idea del adulador, complaciente, títere, pusilánime y todas las derivaciones que se le pueda ocurrir a una mente chavista cuando observa a Alberto.
Eso es allá en Venezuela. Acá en Argentina suena a otra cosa. Sin entrar demasiado en detalles, jalabolas nos remite a la familia de palabras vinculadas al concepto “bolas”. A priori parece mucho más tolerable que otras groserías. Por ejemplo, si Cristina utiliza “pelotudo” (viene de la misma familia) para tratar a Parrilli, “jalabolas” podría usarse en cualquier otro caso similar en que la Vicepresidenta considere pertinente. No vamos a darle ideas desde acá pero se me ocurren un montón de candidatos. Y candidatas.
Justamente, una de la ventajas que tiene la palabra jalabolas es que sirve tanto para el masculino como para el femenino.
Ejemplo, cuando Gabriela Cerruti hace sus conferencias de prensa y dice la catarata de jalaboleadas que todos escuchamos (se puede usar jalaboleadas o jalabudeces), podríamos presumir que ella se las cree. Sin embargo, existe una fuerte sospecha de que una vez que termina la conferencia y vuelve a su despacho, tira los papeles, revolea el saco contra la pared y grita: «¡estoy harta, es la última vez que salgo a decir estas pavadas, la próxima salen a dar la cara ustedes… yo no pienso seguir quedando como una jalabolas!!”.
¿Y Larroque? dijo que «sin Cristina no hay peronismo y sin peronismo no hay paìs». O sea, sin Cristina no hay país. Flor de jalabolas.
La palabra sirve también para la oposición. ¿O acaso lo que hizo Lilita esta semana no es propio de una verdadera jalabolas? Disparar contra la mayoría de la dirigencia de Juntos por el Cambio en este momento fue una jalabudez innecesaria.
Hasta para con nosotros mismos podemos usar el término. Veamos. Este miércoles Alberto firmó el contrato para la construcción del Gasoducto Néstor Kirchner después de pasarse tres meses mostrando una publicidad por televisión donde se veía como ya lo estaban construyendo con lujo de detalles, incluyendo caños, grúas, obreros, soldadores, excavadoras, etc.
No lo pueden negar porque lo vimos todos: “Reconstrucción Argentina, Argentina Presidencia”, cerraba la locución. Unos chantas. Como si esto fuera poco, el 21 de abril pasado, o sea antes de la firma del contrato de este miércoles y antes del aviso televisivo con el que vendían humo, Alberto hizo un acto en Loma Campana, Neuquén, para inaugurar ese mismo gasoducto que no estaba ni construido ni contratado ni nada.
Claramente podemos aprovechar este regalo que nos hace el régimen chavista y decir que nos toman por jalabolas.
Así de jalaboleados estamos en la Argentina. Mientras tanto, avanza uno de los juicios contra Cristina y se siguen conociendo más detalles sobre la empresa Kirchner Báez S.A.
Parece mentira que hayan sido capaces de buscar un empleado bancario para que arme una empresa constructora, entregarle toda la obra pública posible, gastar millones comprando hoteles que no pueden justificar, alquilárselos a quien ya se había convertido en megaempresario contratista del Estado, hacer todo esto a la luz del día y creer que nadie iba a sospechar nada. No, si acá no se salva ninguno. Jalabolas para tirar al techo. Por Alejandro Borenstein.