UN PUENTE DEMASIADO LEJOS POR EL CONSULTOR POLÌTICO CARLOS FARA
El gobierno no está solo: la oposición también está montando su propio show, discutiendo cuestiones que formalmente deberían ocurrir dentro de 14 meses
Carlos Fara. Mientras el oficialismo sigue protagonizando escenas de pugilato, sin que ninguno de los bandos incline la balanza a su favor estratégicamente, suenan las versiones de cambios de gabinete y parecen aproximarse momentos culminantes. Pero el gobierno no está solo: la oposición también está montando su propio show, discutiendo cuestiones que formalmente deberían ocurrir dentro de 14 meses (la inscripción de pre candidaturas presidenciales) y qué hacen con Macri. Mientras tanto, todo el mundo está preguntándose sobre la solidez del fenómeno Milei.
Pero pasan otras cosas en el mundo, además de la invasión a Ucrania, que también afecta a la Argentina y a la puja entre Alberto y Cristina. A 11.000 kilómetros de distancia el domingo hubo elecciones en Francia. Más de un@ podrá preguntarse legítimamente qué tiene que ver eso con lo que pasa acá. Veamos algunos detalles primero:
1. Se licuó la tradicional moderación entre un centro derecha y un centro izquierda: el gaullismo y el socialismo quedaron reducidos casi a la nada (hace 5 años sacaron 26% y ahora apenas superan los 6 puntos);
2. Se agudizaron los extremos, creciendo las opciones anti sistema: Mélenchon duplicó su porcentaje en 10 años y Le Pen llegó más lejos que nunca;
3. Fuertes transferencias de votos de la izquierda a la extrema derecha;
4. Se debilita el republicanismo: el 60% rechaza un frente anti Le Pen;
5. Menos gente está yendo a votar;
6. Se confirma la muerte del esquema político de la V República.
El marco de lo que sucede allá es conocido: fragmentación social, más gente que considera que se cae del sistema, aparecen los chalecos amarillos hace menos de 4 años, mayor rechazo a la globalización y la Unión Europea, y los ajustes que requiere el modelo socioeconómico generan mucho malestar.
El año pasado en la Argentina también tuvimos un corrimiento hacia los extremos. Porque se habla mucho de Milei, pero la izquierda dura salió tercera a nivel nacional. Es todo relativizable en una elección de medio término, pero expresa malestares, sumado a la caída notable de la participación electoral.
La otra coincidencia es el rechazo a un statu quo político, que en Francia eran los dos grandes actores de la V República. También hay que prestar atención que así como tradicionales bastiones socialistas hoy muestra triunfos de Le Pen, en Argentina Milei le está robando votos a las dos coaliciones, no solo por derecha a JxC, lo que muestra que se debe precisar el enfoque respecto a ese fenómeno.
Pero ahí no terminan las similitudes. Macron, con su propuesta social liberal, le está costando ser las dos cosas a la vez, lo que en Argentina alentaría a halcones de ambos bandos que piden definiciones más terminantes y menos grises. Quizá la que debería sentirse más contenta es Cristina al ver que la prédica crítica de los ajustes gana votos. Al final, algo de lo que ahora va con Le Pen y Mélenchon en algún momento fueron del centro a la izquierda (ahora juntaron el 45 % de los votos, hace 10 años ambos recolectaron el 29 %).
Esa es otra conexión con el debate político en Argentina. El próximo presidente ¿debe ir a full con reformas de mercado a fondo, porque las medidas tintas no sirven? ¿o corre el riesgo de ponerse la gestión de sombrero? Macron en su primer año trató a los franceses de “pueblo de galos”, como resistentes a la modernidad. Después se moderó, pero no tuvo mucho efecto. Será un debate abierto hasta el final por estos lares, muy difícil de responder.
Por supuesto, las diferencias culturales, geopolíticas y socioeconómicas son enormes. Sin embargo, hay otras cosas a las que también se debe prestar atención. Por ejemplo, la campaña de Macron. El actual presidente decidió dedicarse a su perfil de estadista, ocupándose de la crisis en Ucrania, parlamentando con Putin y haciendo un solo acto de campaña! (sí, uno solo). Creyó que de esa manera se valoraría a un mandatario focalizado en graves asuntos de Estado, mientras que la oposición estaba entretenida en los menesteres electorales. Tampoco debatió con nadie. Utilizó la estrategia de la indiferencia… y le salió mal. Asiució altanero, despreciativo del común. A partir de los chalecos amarillos se moderó un poco.
Esto nos recuerda para qué diablos están las campañas electorales. Más allá de muchas cosas que la gente pueda decir en los estudios, lo cierto es que al final hace falta mostrar un liderazgo, un motivador, entusiasmar a los votantes poniendo el cuerpo, porque los medios y las redes sociales no reemplazan al líder en acción, mostrando su energía. A la sociedad hay que saber interpelarla, tamizando lo que expresa en las investigaciones. Macron podría pedirle consejos a Macri, sobre cómo remontó entre las PASO y la general en 2019, desempolvando el viejo manual del candidato tradicional, subiéndose a cuánto podio pudo. Apareció el líder y aparecieron los votos.
“Un puente demasiado lejos” es una excelente película de 1977, sobre un traspié que tuvieron las fuerzas aliadas en la Segunda Guerra Mundial al tratar de tomar el puente de Arnhem en los Países Bajos. Un error de cálculo fue fatal pensando que así se podía acelerar el final de la guerra para fines de 1944. El desastre terminó demorando todo más de la cuenta. Es una lección para el debate sobre la velocidad de los cambios necesarios en la Argentina: ¿cuánto y cuándo conviene acelerar? Ahora es Macron el que podría dar algunos consejos a la oposición de acá.