EL FMI NO PODRÀ RESOLVER LA DISFUNCIONALIDAD ARGENTINA Y UN DEFAULT PODRÌA GATILLAR UN PÀNICO SIMILAR AL DE 2001 SEGÙN LA REVISTA THE ECONOMIST
En un editorial en el que se habla de la “loca existencia” del país, la revista inglesa dice que con un acuerdo blando el gobierno ganaría tiempo y sin acuerdo podría repetir una crisis como la de 2001
La loca existencia de la Argentina” tituló en su índice The Economist uno de sus editoriales de la sección Americas de su último número, en el que refiere el actual predicamento de la economía, las internas de la coalición de gobierno, las dudas de la oposición y la trabada negociación con el FMI
Después de describir en duros términos la complicada situación política y económica del país, el artículo concluye: “incurrir en atrasos con el FMI cortaría a la Argentina del crédito de otros prestamistas multilaterales, una de las pocas fuentes de crédito que le quedan. En el peor de los escenarios –remata– un default podría gatillar un pánico similar al de 2001?.
El editorial comienza recordando el dicho de que si uno se va 10 días de la Argentina, al regresar parece que todo cambió, pero si se va 20 años, al regreso todo parece igual. Entre 1998 y 2002, recuerda, el PBI cayó casi 20% y el país incurrió en el séptimo default de su historia. Ahora, otra vez, “el futuro depende de las negociación con el FMI, y las conversaciones no están yendo bien”.
The Economist recuerda que en 2020 el país incurrió en un nuevo default y dejó el crédito acordado en 2018 con el FMI en un limbo. Ahora lo está renegociando, porque no tiene dinero para pagar los vencimientos de los próximos dos años, sobre un trasfondo alarmante: en el mercado de cambios paralelos la moneda argentina vale la mitad que el tipo oficial y la inflación supera el 50 por ciento.
Veinte años no es nada
El artículo recapitula los últimos 20 años de la economía, en el que tras un duro inicio de milenio el país tuvo un decenio de fuerte crecimiento, motorizado por el boom de las materias primas. Pero ese motor se apagó en 2012 y montado en la frustración del estancamiento posterior, Mauricio Macri, “de mente liberal” fue elegido presidente en 2015, cerrando muchos años de peronismo, “un movimiento populista que ha dominado la Argentina por décadas”.
Macri hizo algunas reformas, pero los problemas estructurales impidieron el crecimiento, y su enfoque gradual lo hizo depender demasiado de los mercados de capital para financiar un déficit que –afirma el artículo- superó el 5% anual en sus primeros tres años de gobierno. En 2018, el alza de tasas en EEUU y el endurecimiento de los mercados financieros lo hizo recurrir al Fondo, que le concedió un crédito de USD 50.000 millones, luego aumentado a USD 57.000 millones, del que se desembolsaron USD 44.000 millones.
Fue el mayor crédito en la historia del organismo y se pensaba que serviría para que se reabriera el crédito privado, pero no ocurrió. Cualquier signo de estabilización, dice The Economist, se evaporó cuando Macri perdió la elección de 2019 a manos de Fernández, el peso tambaleó y la inflación aumentó.
En 2020 el nuevo gobierno canceló el programa con el FMI y reestructuró casi USD 100.000 millones de deuda con acreedores privados. En 2021, prosigue, el aumento de las materias primas proveyó un gran alivio a la economía, pero el PBI es aún 8% inferior al nivel de 2017 y las perspectivas no son buenas: el aumento de las tasas de interés con que los bancos centrales buscarán domar la inflación presionará hacia abajo los precios de las materias primas al cabo de un período en el que el gobierno acumuló fuertes déficits fiscales financiados con emisión monetaria. En 2021, dice The Economist, el BCRA imprimió dinero equivalente al 4% del PBI.
Encima de todo eso, la clase política se pelea. El propio gobierno no se muestra unido: Guzmán gasta más tiempo tratando de convencer a la vicepresidente sobre la necesidad de diseñar un programa creíble y del otro lado la oposición se pelea por quién será el próximo candidato
La reciente “evaluación expost” del FMI sobre el crédito que concedió en 2018, señala el artículo, alimentó la noción de que es el principal culpable y aumentó las posiciones más recalcitrantes del gobierno argentino.
Las actuales negociaciones son importantes, dice la influyente revista, pero los problemas económicos de la Argentina son muy anteriores a 2018. Entre ellos, menciona “políticos populistas, que siempre se inmiscuyeron en los mercados”, de lo cual cita como ejemplos la prohibición a las exportaciones de carne, los actuales controles de precios que van “desde crema de afeitar hasta comida para gatos”, la explosión del empleo público en el último decenio, mientras el privado se encogía, y la acumulación de “regresivos subsidios” que, solo en electricidad, equivalen al 1,5% del PBI.
Difícil para ambas partes
El problema no es fácil para ninguna de las partes, dice el texto. El FMI no puede demandar reformas para encarar esos problemas, porque a medida que más demande, menos confianza tendrá en que el gobierno cumplirá. Pero sí insiste en una mejora de las cuentas fiscales. Y cita un ejemplo reciente: el rebote económico de 2021, redujo el déficit de 6 a 3% del PBI. Sin embargo, prosigue, Guzmán insiste en que la reducción posterior debe ser más lenta, lo cual para el FMI es demasiado lento e involucra demasiados años de gasto público financiado con emisión.
Encima de todo eso, la clase política se pelea. El propio gobierno no se muestra unido: Guzmán gasta más tiempo tratando de convencer a la vicepresidente sobre la necesidad de diseñar un programa creíble, pero recientemente la señora Kirchner escribió que la “pandemia macrista” fue peor que la pandemia y atribuyó la derrota electoral oficialista en las recientes elecciones legislativas a los recortes del gasto, lo cual hace pensar que aun con acuerdo con el FMI, la tentación de violarlo en la próxima elección presidencial lo haría derrapar.
Del otro lado, agrega The Economist, la oposición se pelea por ver quién será su próximo candidato y rehusó reunirse con Guzmán, porque este no tiene un programa creíble. Incluso si ganan la próxima elección –cita la reviata a Federico Sturzenegger, titular del BCRA al principio del gobierno de Macri– ninguna las 3 administraciones no peronistas de la Argentina que gobernaron el país desde el regreso de la democracia tuvo disciplina fiscal o fue exitosa en contener a los grupos de interés.
La cuestión es que el deadline se acerca, del gobierno se dice que no pagará los vencimientos del viernes 28 de enero y el martes 1 de febrero, por un total de USD 1.100 millones y pidió a China aumentar el volumen de un acuerdo de monedas, para reforzar las reservas. “El señor Fernández –dice The Economist, por el presidente argentino– iniciará una vista a Beijing en febrero”.
Ninguna de esas cuestiones, según la revista, sustituirá la necesidad de una reforma fiscal. Que la Argentina balancee sus cuentas en un escenario de post-pandemia no será fácil, mientras la inflación corroe el gasto social. “Un acuerdo con el FMI sin un compromiso de reformas y un cierre más o menos rápido de las cuentas públicas compraría un poco de tiempo, pero no estimularía el crecimiento ni permitiría recuperar la confianza de los inversores. Pero peor, cierra el artículo, sería un default que dispare una crisis similar a 2001. De ahí el remate editorial: “La perspectiva es sombría y tiene aire a déjà vu”.