LA MANO VIENE DE CAMBIO POR EL CONSULTOR POLÍTICO CARLOS FARA
Lo que conspira contra una formulación estratégica inteligente de las diferentes partes es la fragmentación interna de las coaliciones
Los resultados electorales de este año operaron algunas consecuencias curiosas. La primera de ellas son los conflictos internos dentro del bando ganador, ya que se supone que el perdedor es el que debe estar en ebullición, mientras que el triunfante debe cerrar filas en pos del gran objetivo, mirando desde la ring side cómo el adversario se desangra con sus ajustes de cuentas. Pues aquí está sucediendo algo inverso.
La segunda gran consecuencia es la aceleración de los tiempos. Habitualmente, luego de una elección de medio término todo entraba en un valle que se prolongaba hasta marzo o abril. Aquí todos los actores se han puesto en campaña –literal- para moverse políticamente: los perdedores porque se angustiaron y los ganadores porque se envalentonaron, ambos comparándose con 2019. Seguro que la gran mayoría de Juntos habría firmado si le prometían una derrota pequeña en la PBA y ser el aliento en la nuca del oficialismo a nivel nacional. Pero los cálculos fueron mucho más positivos de los imaginados originalmente y eso trajo algunas consecuencias negativas, como ya comentamos la semana pasada.
Sin hacer nombres, hace un mes la intención de voto de los potenciales candidatos oficialistas a presidente –medida en la provincia de Buenos Aires- sumaba 32% (sin CFK), mientras que los de la principal oposición acumulaba 42% (sin Macri). Como podrá verse, una diferencia bastante mayor a la que hubo el 14 de noviembre. Los otros opositores suman unos 15 puntos y el 10% no manifiesta preferencia aun. Pero claro, queda una eternidad, de modo que éste es solo un juego especulativo que le sirve a los eventuales competidores para hacer rugir los motores como en la previa a la largada de una “picada”.
Como lo hemos dicho varias veces a lo largo de los años en esta columna, lo fundamental es ver la circulación de la pelota, y menos dónde están parados los jugadores. En términos políticos significa identificar bien la demanda ciudadana y relativizar un poco la oferta electoral, sin proyectar linealmente los resultados electorales de 2021 hacia 2023 (ya van 3 legislativas seguidas que no proyectaron el futuro). En ese sentido, desde dónde se parte:
- El 47 % prefiere que el próxim@ president@ sea alguien de la oposición, el 23 % que sea de la línea de Cristina y el 19 % que sea del peronismo, pero de otra orientación (por ejemplo, un gobernador).
- El 51 % cree que el próxim@ mandatari@ debe hacer algo totalmente distinto a lo que hace Alberto, y solo el 6 % piensa que debe hacer lo mismo que el actual presidente. El 18 % cambiaría la mayoría y mantendría algunas cosas, mientras que el 22 % mantendría la mayoría y cambiaría algunas cosas. En síntesis, la tendencia de cambio va ganando 7 a 3 contra la continuidad, aproximadamente.
- Last, but not least, un mano a mano CFK vs. Macri oscila alrededor de los 37 vs 34 % respectivamente, lo que debería decirse un escenario de paridad. En los últimos seis meses la sumatoria de ambos nunca superó el 71 %. Ella está muy estable, mientras que él mejoró algo con el pasar de los meses.
En definitiva, la tendencia al día de hoy viene de cambio, más allá de los nombres. Lo natural es pensar en cambio de fuerza política, pero también se puede abrir un vector de cambio dentro del propio oficialismo. Por eso es importante detenerse en ver los movimientos de piezas y los posicionamientos en el espectro del Frente de Todos.
Qué puede revertir la tendencia de cambio? Mencionemos al menos 3 factores:
- Una mejora sustantiva en las expectativas económicas: un acuerdo con el FMI, un aquietamieto del dólar blue y una baja en las expectativas inflacionarias serían de mucha utilidad.
- Una suma de errores de la oposición que genere temores de un regreso a la experiencia Macri o los muestre que no están a la altura de las circunstancias: los debates internos post elección no ayudan, claramente.
- La aparición de una tercera alternativa suficientemente potente (modelo Massa 2015) que absorba votos de los dos lados de la grieta, complejizando el cálculo sobre el resultado final.
Como se puede apreciar, ninguno de los 3 factores se podrán advertir en el corto plazo. El factor 1 necesita al menos 6 meses para ver cómo viene la mano. Los factores 2 y 3 –al ser elementos de la política que no afectan la vida cotidiana- son cuestiones de muy lenta digestión para la sociedad, de modo que es más factible que se los pueda considerar más acabadamente dentro de un año, por lo menos.
Ahora todos saben de qué va la cosa. Lo que conspira contra una formulación estratégica inteligente de las diferentes partes es la fragmentación interna de las coaliciones. Juntos tendrá en Diputados 10 bloques. Milei y Espert ya actúan por separado. Alberto y Cristina juegan a ser Pimpinela en público. No es una buena manera de esperar a Papá Noel.