HUMOR POLÌTICO: «TRATTORIA DA ALBERTO»
Alberto esté pensando en sacarse el estigma de vendedor y reinventarse a sí mismo, ni bien termine su mandato
Por Aejandro Borenstein. Si Alberto buscó sacarse fotos con personalidades para la trattoria, la gira por Italia y Escocia fue un éxito. Pero si la idea era mejorar la imagen de su gobierno y la del país, no sirvió para un corno.
Si bien hay muchos kirchneristas malintencionados que le pronostican al “presidente” un inexorable retorno a la concesionaria de autos (algunos como la diputada Vallejos preferirían que ocurra lo más pronto posible), suena más lógico imaginar que Alberto esté pensando en sacarse el estigma de vendedor y reinventarse a sí mismo, ni bien termine su mandato. Por eso, no sería raro que, luego de su paso por Roma y dada su debilidad por la comida, cambie el mundo del usado por el de la gastronomía.
De ser así, las fotos que le robó a cuanto personaje se cruzó durante el G20 le van a venir fenómeno para decorar las paredes de la Trattoria al mejor estilo de Pepe Fechoría, La Guitarrita de Boyé y Pontoni, El Obrero de la Boca o Los Inmortales por nombrar algunos lugares emblemáticos donde las paredes estaban (o aún están) cubiertas con fotos de personalidades o del dueño del establecimiento abrazado a ellas. Si Alberto buscó las fotos para eso, la gira por Italia y Escocia fue un éxito. Pero si la idea era mejorar la imagen de su gobierno y la del país es obvio que no sirvió para un corno.
El Vaticano no le dió ni una estampita, con Biden trató de hacer un figureti y el líder demócrata sólo le regaló una sonrisa de compromiso para la trattoria (se ve que en el Pentágono ya están al tanto), Merkel le puso cara de asco, Macron le sacó los brazos de encima y John Kerry lo atajó a tiempo, antes de que nuestro “presidente” lo abrace y lo besuquee todo.
Debe existir un grupito de WhatsApp entre los principales mandatarios del G20 y seguramente ya estarían todos avivados: “ojo ahí, cerca de la mesa del buffet, que está el argento toquetón”.
Párrafo aparte para el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, que asistió solito a la reunión con Alberto mientras nuestro “presidente” se presentaba rodeado por toda la comitiva argentina. Lo de Trudeau tiene dos explicaciones posibles: o le quiso dar una lección de cómo se gobierna con austeridad y sin ñoquis o simplemente los miembros de la comitiva canadiense, sabiendo que la reunión era con Alberto, aprovecharon para irse de shopping.
No le fue mucho mejor en la cumbre ambiental de Glasgow donde habló delante de un auditorio completamente vacío. A lo sumo se veían 6 ó 7 hinchas del Celtic que asistieron por pedido de la barra de Argentinos Juniors en agradecimiento a que hace un par de semanas el Bicho le ganó 2 a 0 a Racing. Allá no olvidan y todavía tienen atravesado el gol del Chango Cárdenas.
Aprovechando que no lo escuchaba nadie, el “presidente” propuso en Glasgow que aquellos países que impulsen iniciativas ambientalistas paguen menos tasa por sus deudas. Una idea fantástica aunque un poco tirada de los pelos y demasiado obvia en su intención. Como si él mismo propusiera, antes de dejar el gobierno, que aquellas trattorias que hagan los ñoquis sin gluten paguen una alícuota menor del impuestos a las ganancias.
Para reafirmar la idea anunciaron con bombos y platillos una inversión australiana de 8.000 palos verdes para producir hidrógeno verde, algo sobre lo que nunca habíamos escuchado y que hoy, una semana después, ya somos todos especialistas. Es un anuncio que nos retrotrae al tren bala de Cristina, al cohete de la estratósfera de Menem o a los miles de millones que iban a traer los chinos con Néstor.
A propósito del tema, de todas las promesas incumplidas por el menemkirchnerismo, las ambientales son las más divertidas. Recordemos.
El 4 de enero de 1993, el gobierno peronista prometió algo extraordinario: limpiar por completo el Riachuelo en 1.000 días. El entonces presidente Carlos Saúl Menem dijo “vamos a ir allí a pasear en barco, a tomar mate, a bañarnos y a pescar”. De aquella promesa de los 1.000 días ya pasaron exactamente 28 años y 311 días, o sea ya vamos por los 10.531 amaneceres y todavía la baranda del Riachuelo se huele desde Humahuaca. Lo único que cambió es que a sus orillas cada vez viven más pobres.
Como una manera de conmemorar los 20 años de aquel anuncio, el 8 de julio de 2013 apareció Juan Cabandié e inmortalizó otra frase inolvidable. Paradito junto al Riachuelo declaró: “Antes uno veía acumulación de botellas, basura y animales muertos y hoy comienza a ver en algunos sectores del Riachuelo bancos de peces”. Debe ser por eso que en 2019 lo nombraron ministro de medio ambiente. El tipo va, mira esa cloaca y autopercibe peces. Andá a discutirle.
Tampoco la oposición tiene mucho derecho al pataleo. Nunca nos olvidemos que para el cargo que hoy ocupa Cabandié, el gobierno de Macri designó al Rabino Bergman cuya medida más recordada fue disfrazarse de lechuga. Nadie duda que tanto Cabandié como Bergman puedan ser dos muy buenos muchachos, pero es obvio que de ambientalismo saben tanto como mi tía Jieshke.
Si la idea es que Argentina sea líder en políticas ambientales y cultura verde primero deberíamos tener un gobierno al que de verdad le importe el tema, después Cristina debería explicar sus acuerdos con la Barrick Gold en San Juan denunciados entre otros por Miguel Bonasso y finalmente habría que ir probando con algún ministro que sepa. Por supuesto, no ahora. Nunca nos olvidemos de la infalible máxima kirchnerista N°17: “Cada vez que el kirchnerismo raja a uno o a una, siempre será reemplazado por algo peor”. Imagínese amigo lector, lo que puede venir después de Cabandié. Por lo menos este muchacho ve pececitos.
Además no es momento de cambiar nada. Hay que esperar el resultado del domingo y despues vemos. El estadista Máximo Kirchner ya dijo en el microestadio del club Lanús que “la militancia demuestra que está lista para entrar cuando la llamen” y agregó textualmente: “señor presidente, señor gobernador, si tienen alguna duda, chiflen que acá estamos”.
O sea que si la cosa se complica, Máximo y su mamá estarían dispuestos a pedir licencia en el hotel y empezar a involucrarse en algunas decisiones importantes ocupando cargos con militantes propios. Quien te dice pongan a Raverta en ANSES, a Volnovich en el PAMI, a La Cámpora en Aerolíneas, a Zannini como procurador, a Feletti en la secretaría de comercio, a Carignano en migraciones, por ahí lo rajan al intendente de Quilmes y la ponen a Mayra Mendoza, seguro que le darán un cargo a Larroque, a Kreplak, a Mena, ocuparían los cargos intermedios con gente propia, en cualquier momento meten a Wado De Pedro en el gabinete y así, de a poquito, el kirchnerismo iría volviendo al poder mientras apuran las obras para inaugurar lo antes posible la Trattoria Da Alberto.
Cerramos con un chiste de actualidad. Un tipo entra a una casa de cambio y encara al empleado que está en la caja: “Buenaaas, quiero comprar un dólar, ¿cuánto vale?”. El cajero lo mira y le contesta: “200 pesos”. Fin del chiste.
El domingo que viene hay elecciones. Voten bien, carajo.