JUSTICIA: LOS FALLOS FEDERALISTAS DE LA CORTE PONE EN ALERTA A L GOBIERNO Y TENSIÒN EN JUNTOS POR EL CAMBIO
Los dos conflictos -fondos y Covid- se han enancado en la campaña electoral, creando una tormenta que va a amainar cuando se conozcan los resultados de las elecciones, con PASO o sin ellas
La peste los corre a todos. Hasta retrasa los plazos para desenredar los conflictos más empastados. Olivos y la CABA acordaron postergar hasta el 2 de junio la reunión que mantendrán sus delegados en la Suprema Corte de Justicia, para acercar alguna solución al conflicto sobre el recorte de los fondos destinados a pagar la policía del distrito federal. Estaba prevista para este miércoles.
El recorte fue dispuesto por una ley de diciembre pasado, que ha sido impugnada por la administración de Horacio Rodríguez Larreta ante la Corte, por quebrar acuerdos entre jurisdicciones que datan de 2016. El gobierno de Alberto Fernández retrotrajo esos acuerdos, como parte de la estrategia del peronismo de arrinconar al único distrito que administra el PRO, en cabeza del principal candidato a presidente de Juntos por el Cambio (por ahora).
La estrategia es previa a la peste que embargó al planeta en marzo del año pasado, y se ha enredado con la guerra de jurisdicciones por la aplicación de normas sanitarias. El punto es si la Nación puede dar órdenes a las provincias en materias no delegadas, como educación, salud y seguridad. La Nación ha respondido que la CABA no es una provincia con plenos derechos, algo que remedió el último fallo de la Corte.
Los dos conflictos -fondos y Covid- se han enancado en la campaña electoral, creando una tormenta que va a amainar cuando se conozcan los resultados de las elecciones, con PASO o sin ellas. A la espera de ese momento, las dos partes bailan una coreografía de acercamiento, separadas por un blindex que no se animan a saltar.
Nadie puede desandar lo actuado. Acosar a la CABA, a Larreta, al PRO y a sus socios en Juntos por el Cambio es la batalla de su vida para la Nación. Y más en un escenario electoral complicado para el peronismo, especialmente en el AMBA, esa jurisdicción imaginaria creada por la legislación flor de ceibo.
Para la oposición, defender el fortín CABA es no sólo una discusión de fondos o jurisdicciones. Es una pelea por el poder, que miran de cerca las demás provincias, y miden sus acciones según le vaya a uno y al otro en esa pelea.
La Corte federalista arrincona al Gobierno
El oficialismo se ha sentado a hablar de estas discrepancias en varias sedes:
1) Negociaciones el 12 de abril, y el 12 y 17 de mayo entre delegados de la Ciudad y el Ministerio de Economía.
2) Conversaciones informales de Alberto Fernández y Larreta.
3) Charla de a tres el martes pasado entre Larreta, Wado de Pedro y Martín Guzmán.
Es esperable que nadie ceda un metro en la confrontación. Cabe, en todo caso, preguntarse a qué se reúnen si están tan convencidos de sus posiciones. Para entenderlo pueden sumarse algunas constancias.
1) El rol de la Corte. El tribunal ha fallado en favor de los fueros de la CABA para administrar, por ejemplo, la educación. Se apoya en principios de lo que llama el «federalismo de concertación» y pide que las partes dialoguen. Por eso abre su atrio para las reuniones como la de junio próximo. Por si hubiera alguna duda, legitimó los derechos de la Ciudad en materia educativa en la causa paralela sobre la apertura o no de las aulas.
Por si faltase música, se la puso con el fallo que le reconoció competencia al municipio de Arroyito (Córdoba) para cerrar supermercados los días domingo. También una señal al papa Francisco, que ha apoyado en el cierre dominical de los súper, al sindicato de Armado Cavalieri (el que tiene más afiliados en todo el país) y a los gobernadores e intendentes de toda la Argentina.
Está en barbecho, además, un fallo que puede rematar el debate. Es el que debe decidir la legalidad del cobro de una tasa «vial» a los expendedores de combustibles por parte de los municipios. La demanda en la Corte enfrenta a 50 comunas de la provincia de Buenos Aires con una petrolera de la concha. Patrocinan a las partes varias estrellas del constitucionalismo criollo.
2) El oficialismo redobla los ataques a la Corte. Para esta semana a media máquina, un grupo de militantes, entre quienes está el ex juez Raúl Zaffaroni, amenaza con presentar junto a colegas y amigos un pedido de juicio político a cuatro de sus integrantes, por presunto homicidio, lesiones, propagación de enfermedad peligrosa y contagiosa, violación de los deberes de funcionario público y prevaricato. Todo por haber admitido la acción de la CABA contra la apertura de las escuelas.
La comisión respectiva está controlada por el oficialismo y puede llegar a tener números para dar dictamen. Pero un juicio político, en este caso contra Carlos Rosenkrantz, Ricardo Lorenzetti, Juan Carlos Maqueda y Horacio Rosatti (firmantes de la sentencia 567/2021), requiere 2/3 del voto de diputados para acusar y el mismo porcentaje en el Senado para enjuiciar. Un imposible hoy, pero que desata una campaña de agitación digna de una campaña electoral.
La ley anti Larreta nació debilitada
Para la CABA la pelea por los fondos depende sólo de la Corte, por eso se sienta a hablar con la Nación en esa sede solamente, y no acata la orden de la ley de negociar. Esa manda la incluyó el oficialismo en la ley, a pedido de los diputados de Córdoba que responden a Juan Schiaretti. Recién con eso el peronismo logró los 129 votos -justo el quórum- para aprobar el recorte en Diputados.
Es el punto débil de la ley, porque los fondos que recibió la CABA desde 2016 eran fruto de acuerdos renovados en paz. Y la Corte pide acuerdos. Esos que ahora impone una polémica ley. Pan con pan. ¿Le preocupa esa debilidad a la Nación, ahora que la Corte remacha el federalismo de concertación en sus sentencias? Algo debe haber de eso porque si no, no se explica que la Nación ya se haya sentado a hablar tres veces.
Los delegados de Larreta son su ministro de Hacienda Martín Mura, el procurador Gabriel Astarloa y el secretario de Seguridad Marcelo Dalessandro. La Nación ha enviado a abogados de Martín Guzmán -no al ministro del Interior ni al procurador Carlos Zannini, que tiene control sobre ellos-. También ha habilitado a Silvina Batakis -secretaria de Provincias, para alguna charla-.
Ninguno de ellos puede responder por sí sin levantar el teléfono y preguntar. Pero sí se han interesado en que se postergue el plazo de 60 días que le dio la Corte a la Nación para responder el traslado de la demanda. La CABA lo aceptó. ¿Necesita tiempo Olivos para reagrupar fuerzas en esta batalla? Sus delegados reconocen que desmontar el ataque a Larreta no es un tema de salud, ni educativo, ni de seguridad. Es un objetivo estratégico cuya corrección necesitaría tantas instancias de validación que es imposible en una coalición tan horizontal y sin liderazgos preeminentes.
Cualquier decisión debe tener la venia de Alberto, Cristina, Massa y el cuarto poder en el oficialismo, que son los gobernadores. Era fácil alinearlos para sacarle la plata a la CABA -unos $ 54.000 millones este año- pero muy difícil juntarlos para devolverla. Solo el resultado de las elecciones puede encender alguna luz.
Oposición: polarizar vs. tirar al centro
En la oposición hay ejercicios de mesa de arena que separan dos escenarios. De un lado se alinean quienes ponderan la vía que camina Larreta, acompañado de una alianza pigliatutti -recoge todo-, como dicen los italianos. Del conservadurismo del Partido Demócrata al socialismo, pasando por el PRO, radicales, peronistas, coalición, demócratas progresistas (que han puesto en la cancha de nuevo a Oscar Moscariello). Se fundamenta en la idea de que hay que buscar el voto moderado. Hacer política es ir hacia el centro, escapando a la polarización.
Del otro lado, están quienes entienden que hay un destino en la polarización, y que la orografía política se construye ofreciendo, desde la oposición, una opción de centroderecha. Es lo que representan Patricia Bullrich o Miguel Pichetto, que ironiza sobre el «buenismo» de, por ejemplo, Vidal. Esta invención léxica la arroja Pichetto contra un centroizquierda que, cree, representa el Frente de Todos, al que le aplica otra palabreja descalificante: el «pobrismo».
Este debate es uno de los más acalorados dentro de la oposición, como se ha reflejado en dos sesiones de la peña que anima en San Isidro el ex ministro Jorge Triaca, que convoca a todos los sectores internos. A la discusión ha contribuido esta semana Federico Sturzenegger con su hipótesis del «votante mediano».
El economista sostiene que la mayoría de la gente en la Argentina es conservadora y cree más en la función activa del Estado y no en el mercado. Basa ese diagnóstico sobre una encuesta en 44 países del Pew Institute. Como el peronismo representa al conservadurismo, tiene más chance de ganar las elecciones, ahora y en 2023 (columna en el semanario Perfil).
La Ciudad junto al río inmóvil
El debate plantea si el público se mueve en las elecciones siguiendo lemas o rótulos, o si responde a motivaciones más profundas. El peronismo es el conservadurismo argentino, pero hace alianzas con sectores que prometen la revolución -a los que habría que ponerles la marca progresista-. Lo hizo con el FreJuLi en 1973 y con el Frente para la Victoria y sus multimarcas desde 2003.
También el PRO es otra forma de conservadurismo, que se alía con el progresismo con más títulos de la Argentina, que es el radicalismo. Esta visión alimenta la idea de que el voto no se decide en las campañas sino en una racionalidad en la cual el político tiene que ahondar para buscar su identificación con el elector. Esta racionalidad suma argumentos de clase, deseos, visión de futuro, radicación territorial, proyectos personales, familiares y de grupo. Nadie vota a un partido que no le ofrece un futuro mejor.
En la Argentina, país con voto obligatorio, el 80% del electorado se sindica, desde hace más de un siglo, en las dos familias políticas, la que representa el peronismo y su tradición conservadora, y el radicalismo, ligado a un laicismo más o menos progresista. Un cálculo apresurado reduce mucho el «swinging vote», que resuelve elecciones en países con voto voluntario.
En Estados Unidos, por ejemplo, el voto cambia porque no votan todos en todas las elecciones, votan pocos y el elector es volátil, no estable como por acá. Es interesante el ejercicio, pero hay que retener como premisa el hecho central del proceso político: en la Argentina la agenda no influye en el voto general, que se repite desde por lo menos 1983, y se concentra en las dos familias en un 80%. Esto no cambia. Inevitable, en la memoria, aquel bello título de Mallea: La ciudad junto al río inmóvil.
Los incentivos para el cisma
El debate de agenda o de ideas puede incidir hacia adentro de los partidos, según los incentivos que haya para que se mantengan unidos o divididos. Basta con un Massa para que el peronismo -que gobernaba con los Kirchner que tapaban el cielo, dominaban las provincias, el Congreso y la Nación- perdiera. Y por su idolatría de la unidad en 2019, que van a sostener con cualquier agenda, la de Zaffaroni o la de Berni pistolero -en el buen sentido- volvió a ganar. Da igual. Y explica por qué el peronismo fomenta hoy la centralidad de figuras como la de Macri, que divide a JxC. No porque sea malo o bueno -es lo que parece- sino porque sus socios no lo van a aceptar como candidato a nada, porque los divide, como antes Cristina al peronismo. Este sacrificó a Cristina para cerrar la división.
La mirada de muchos observadores asume que una elección es un aplausómetro en donde se premia o se castiga. Sin embargo, acá Cristina ganó con 54 puntos en 2011, con el caso Schoklender estallado en la cara, porque la oposición estaba pulverizada y el peronismo unido. Y Cambiemos ganó en 2015 porque ellos estaban divididos, aunque tenían a todo el país en sus manos y el mejor candidato para cualquier partido, que era Scioli -que podía representar al PJ o a Cambiemos con la misma sonrisa-. ¿Que fue por dos puntos? Obvio, si el no peronismo tiene el 40%, desde Angeloz para acá.
La única campaña exitosa para el no peronismo es construir:
1) Liderazgo.
2) Agenda, para ofrecer una ventanilla al peronismo que teme perder y va a tender a dividirse.
3) El tercer factor de la fórmula, que es el territorio, ya es del voto no peronista.
Macri, perdiendo la general, volvió a ganar en cinco de los siete distritos más poblados de la Argentina. Los grandes distritos eluden al peronismo cuando les ofrecen liderazgo y agenda. El futuro se juega en el proceso de unidad o no del peronismo. No es una fantasía, porque el peronismo es un partido cismático por esencia, como lo es todo caciquismo, y más cuando no tiene líderes. La oposición sufre menos el cisma porque es, también por carencia de líderes, una cooperativa.Fte. Identidad CorrentinaJUSTICIA