lunes 18 de noviembre de 2024 15:21:27

NANCY PAZOS Y EDUARDO AMADEO: ¿COMO DISCUTIR PENSANDO DIFERENTE?

Esto que pasó entre ellos dos sucede a nivel macro, en la política en general, y a nivel micro, en la discusión diaria

Por Santiago Tuliàn. Quienes apostamos a romper la grieta entendemos que el periodismo debe cumplir un rol fundamental en esta tarea. Ello se debe a que en muchas circunstancias su trabajo debería consistir en ir en contra de su propia audiencia, ¿a qué me refiero con esto?

Precisamente, si existe una grieta es debido a que una gran parte de la sociedad la consume: ¿acaso no tiene más repercusión mediática una pelea en un programa de televisión en lugar de una confrontación diplomática de la cual surja una síntesis que sea beneficiosa para quienes la protagonizaron? “Vende más” que haya gritos y ni hablar si los interlocutores se descalifican e insultan.

Si bien desde los medios de comunicación suelen alegar que se trata de un “show”, en donde no hay que interpretar lo que se dice con tanta seriedad, lo cierto es que ello no tiene por qué ser así; no hay fundamentos que avalen una disociación radical entre lo que se dice en público, que es aquello que el espectador consume, y lo que sucede en privado, que poca relevancia tiene al momento de generar opinión pública.

Además, si se trata de una puesta en escena, poca gente lo ha interpretado de esa forma; de lo contrario, no se hubiese ensanchado la grieta de tal manera. No hay dudas, la grieta existe, tiene su público y se retroalimenta. Si el periodismo y los medios en general quieren contribuir para desarticularla, deben fomentar el debate moderado y respetuoso, más allá de si encaja con el formato televisivo o no. Después son los conductores o panelistas de estos programas los primeros en expresar su profundo dolor ante la división nacional, ante lo irreconciliable. Dejemos la demagogia de lado y mostremos actos concretos.
El jueves estaba interactuando con mi perfil de Twitter, cuando de repente me encuentro con un video que contenía un fragmento de un “cruce” entre Eduardo Amadeo, Diputado de la Nación por el PRO, y la reconocida periodista Nancy Pazos. En el audio del vídeo se podía escuchar a Amadeo expresando una visión crítica acerca del manejo general de la pandemia por parte del oficialismo, poniendo el énfasis en la supuesta tardanza del proceso de vacunación. Del otro lado, se oía a una Nancy Pazos que contradecía vehementemente los dichos del diputado.

Según sus palabras, lo que Amadeo afirmaba con respecto a la vacunación se trataba de “otra mentira”, ya que la Argentina era el país “número 21 en nivel de vacunación” en un “mundo de 400 países”. Acto seguido, lo instaba a empezar a “leer estadísticas y cosas” para evitar repetir las supuestas mentiras de Clarín que, claro está, infería que el diputado consumía. Otro tema que se habló fue de la situación de los colegios, ya que Amadeo expresó su indignación ante la pérdida de casi un año de presencialidad.

En ese sentido, Nancy Pazos también volvió a confrontar al diputado, afirmando que el panorama epidemiológico estaba complicado y que la premisa expresada por Amadeo era tendenciosa dado que Francia, Chile y Uruguay habían suspendido en estos días la presencialidad en las escuelas. Finalmente, se puede apreciar a un Amadeo que había quedado perplejo ante las contestaciones de Pazos, expresando su imposibilidad para “discutir” por carecer de “cifras”.
Al igual que Nancy Pazos, sostengo firmemente la idea de que para construir se debe opinar con fundamentos que validen racionalmente nuestros dichos. Si decidimos no hacerlo, cuanto menos, debemos expresar que se tratan de creencias incontrastables, de percepciones, así la audiencia es consciente del carácter anti científico de nuestras afirmaciones y, por lo tanto, no se fanatiza al repetir nuestros pareceres. Pero volviendo al sustento de nuestras palabras, resulta crucial, si queremos tener un debate serio, que aquello pronunciado tenga un respaldo que le otorgue al adversario, por llamarlo de alguna manera, la posibilidad de constatarlo; esto es, de verificar la fuente de la información y en base a ella comprobar la veracidad o certeza de lo expresado.

También es una manera de infundir respeto a la gente que escucha, así como a la persona con la cual se está debatiendo: “te doy mi opinión a partir de un trabajo de investigación que hice para sostener lo que digo, para que mis palabras sean contrastables con aquello que sucede en la cotidianeidad”. Todo ello sumado a que, de esta manera, es más factible que los interlocutores puedan repensar sus pensamientos y/o completarlos… ¡de eso se trata!

No es necesario caer en la utopía de pensar que alguna de las dos o más personas que se contradicen en una discusión van a terminar diciendo “tenés razón, tus argumentos son mejores a los míos”, simplemente entender que la posición del otro proviene desde una lógica coherente que puede o no coincidir con nuestra visión de la realidad, pero no se trata de una mera creencia.

Cuando Nancy Pazos afirmó livianamente que la Argentina se encontraba en el puesto 21 de vacunados, no solo ocultó de dónde sacó dicha información, sino que se equivocó: la Argentina, a la fecha en que se produjo el intercambio de posiciones, se encontraba, acorde a un cuadro elaborado por “La Nación” en base a datos proporcionados por “Our Word in Data” , número 59 en cantidad de dosis aplicadas por millón de habitantes. Lo que Nancy Pazos, intencional o intencionalmente, quiso decir es que la Argentina se encontraba en el puesto número 21 en cuanto a las dosis aplicadas. Sin embargo, este último dato poco aporta a la evaluación de una buena gestión; y ello se debe a que es irrelevante.

Por ejemplo, China aplicó 149.071.000 dosis. Parece un montón, ¿no? Sin embargo, su población es de 1,398 miles de millones, lo que significa que China apenas superó el 10% de personas vacunadas. Conclusión, una buena manera de saber si hay mucha o poca gente vacunada en un país, y por lo tanto poder elaborar una opinión fundada y razonable, es haciendo una medición por escala: cuanta gente vacunada hay en base a la población de un país.
En cuanto al dilema de la presencialidad de los colegios, en la Argentina, desde que arrancó el confinamiento obligatorio el 19 de marzo de 2020, estuvimos 7 meses en los cuales ningún niño, niña y adolescente pudo asistir presencialmente a las clases. A ello hay que sumarle que para mediados de noviembre solamente el 1.1% de los alumnos habían vuelvo de forma presencial a clases, lo que significa que fueron 8 meses sin presencialidad . Si comparamos este dato con, para seguir el ejemplo de los países mencionados por Nancy Pazos, Uruguay, Chile y Francia vamos a encontrar diferencias significativas que contradicen el punto que intentó exponer la periodista.

En Uruguay, se declaró el confinamiento obligatorio el 13 de marzo de 2020 y la reapertura a clases en la mayor parte del territorio nacional ocurrió el 15 de Julio de 2020; es decir que Uruguay tardó 3 meses en volver a clases de forma presencial . En Chile, los primeros establecimientos escolares que volvieron a abrir de forma presencial con carácter opcional (los alumnos asistían si querían) ocurrieron en octubre , siendo que el confinamiento obligatorio se había establecido el 18 de marzo de 2020; es decir, transcurrieron 7 meses, un escenario relativamente similar al caso argentino.

Con respecto a Francia, país que anunció su confinamiento obligatorio el 17 de marzo de 2020, la presencialidad en las escuelas se dio a partir de septiembre , habiendo transcurrido 5 meses luego de decretada la medida restrictiva. En ese sentido, vale destacar que la intención de Europa en general fue buscar la reapertura de los colegios, dado que veían con gran preocupación el impacto del confinamiento es los niños y jóvenes . Sin ir tan lejos, en febrero del presente año el “Observatorio de Argentinos por la Educación” realizó un informe que analiza las consecuencias de la interrupción de las clases presenciales y concluyó que: “…la suspensión de las clases presenciales tiene un impacto negativo tanto coyuntural como a largo plazo, tanto en la dimensión individual como en la situación general de los países.”,

“La suspensión de las clases presenciales tiene un impacto diferente sobre los distintos sectores de una sociedad. En el caso de los grupos más vulnerables las investigaciones muestran un mayor efecto negativo dado que no cuentan con los mismos soportes materiales y simbólicos que los alumnos pertenecientes a los grupos de mayor poder adquisitivo” y finalmente “Las investigaciones muestran que los riesgos de contagio con la presencialidad escolar son muy bajos en comparación con las pérdidas que genera la suspensión de clases presenciales en términos de aprendizajes, oportunidades de empleo futuro y justicia social.”

Elaborar una opinión con mayor sustento argumentativo puede resultar tedioso, cansador y difícil. Exige disponer de un tiempo considerable para buscar datos y estadísticas que puedan respaldar lo que se dice. No hay dudas que resulta más sencillo tener una creencia y defenderla desde la extrema subjetividad. Pero, al hacerlo, lo único que se provoca es daño.

Pensemos en el caso que expuse de Nancy Pazos y el diputado Eduardo Amadeo: ¿pueden tener visiones diferentes de la vida socio política y económica? Desde ya, ahora bien, si van a discutir sobre un punto en concreto no pueden hacerlo únicamente desde esa visión, porque lo que ellos y la audiencia nos llevamos de ese intercambio es desinformación que se traduce en: radicalizar posturas, ya que no hubo una verdadera confrontación sino la reafirmación de ideas preconcebidas; obtención de datos falsos, y; no poder encontrar una solución concreta ante ese conflicto.

Esto que pasó entre ellos dos sucede a nivel macro, en la política en general, y a nivel micro, en la discusión diaria. Nos encerramos en nuestras creencias por miedo o conveniencia y vamos construyendo una realidad excluyente y, por tanto, destructiva. Nadie está exento de caer en esta práctica, precisamente porque se trata de un instinto muy humano. Por eso se requiere de un trabajo interno y continuo, en donde pueda haber tropiezos, pero nunca perder el horizonte: convivir de la manera más fraterna con el otro para la construcción de un mejor país.