OFICIALISMOS EN PROBLEMASPOR EL CONSULTOR POLÌTICO CARLOS FARA
Perdieron los oficialismos nacionales en EE.UU., República Dominicana y Bolivia. En Brasil si bien no hubo elecciones presidenciales, la fuerza de Bolsonaro resultó deficitaria
CARLOS FARA. Desde que apareció la pandemia del COVID-19, los oficialismos de turno en la región están electoralmente en problemas. No todo se debe al impacto del virus, pero está claro que la aparición del bicho y sus consecuencias socio económicas limitaron la capacidad de maniobra para mandatarios que ya venían navegando con dificultades.
Perdieron los oficialismos nacionales en EE.UU., República Dominicana y Bolivia. En Brasil si bien no hubo elecciones presidenciales, la fuerza de Bolsonaro resultó deficitaria. Solo en Uruguay el partido de gobierno tuvo avances en la elección no presidencial. No tomamos para este análisis los comicios legislativos en Venezuela por las irregularidades del caso. Por último, Chile tuvo un plebiscito para reformar su constitución. A la vuelta de la esquina tenemos dos elecciones presidenciales que seguramente desembocarán en segunda vuelta. Se proyecta que tanto en Ecuador como en Perú triunfará cualquier fuerza que no es la que gobierna actualmente.
Más adelante habrá también presidenciales en Chile, Honduras y Nicaragua, todos con situaciones convulsionadas. Nicaragua tiene una situación anormal semejante a la de Venezuela con mucha represión y violencia. En la patria de O´Higgins el oficialismo vive tiempos turbulentos desde antes de la pandemia con mucha movilización social, por lo tanto no debería llamar la atención que se pliegue a la ola del cambio. Honduras estaría en una situación intermedia: el gobierno actual tiene un piso de aprobación fijo -35 %- pero el actual mandatario no va a su reelección, lo cual facilita una renovación.
El virus y sus consecuencias no actúan de manera independiente y única. Como mencionamos, en el primer párrafo, los presidenciales derrotados y/o sus fuerzas venían con problemas previos, de modo que los factores del cambio ya se estaban incubando. En algunos con más claridad, en otros con menos. El final de la elección en EE.UU. no era fácil de predecir, sobre todo si se podía jugar en la suerte de unos miles de votos en unos pocos estados. En Bolivia la mandataria Añez hasta tuvo que bajar su candidatura de la grilla final, siendo que además su popularidad se había visto deteriorada por el mal manejo de la pandemia. En Dominicana se preveía que Luis Abinader sería el futuro presidente hasta 1 año antes.
Mirando a los próximos 3 meses, Perú arrastra una crisis política sin precedentes post crisis de 1990 (cuando triunfa Fujimori por primera vez), de modo que la fuerza que se impuso hace 5 años no está en carrera. En Ecuador existen básicamente dos grandes aspirantes con posibilidades –Lasso y Arauz- que no responden al actual presidente. Las probabilidades no son certezas, pero si sucede algo distinto a lo que estamos describiendo sería llamativo.
Para este año además tendremos legislativas de medio término en Argentina y México, dos de los 4 grandes de la región, lo cual marcará el pulso de la segunda mitad de sus respectivos mandatos presidenciales. Completan el cuadro comicios subnacionales en Bolivia y El Salvador.
Si sacamos cuentas –excluyendo a Nicaragua- el continente puede terminar el año con 7 elecciones presidenciales desde que apareció la pandemia, y en todas habrá perdido el oficialismo de turno. Reiteramos: la pandemia no es el autor único, pero colabora sin duda al desnudar falencias de liderazgos políticos y capacidades estatales.
El viento de cola internacional que beneficiará a la región –rebote del horrible 2020, tasas bajas americanas, mundo que se recupera, nuevo boom de los commodities de exportación- pueden ayudar a los oficialismos de turno. Sin embargo, 1) el efecto no es automático para oficialismos que arrastran fuertes crisis, y 2) se necesita tiempo para que se sienta. Deberemos esperar a noviembre para ver algún efecto de esto en Chile y Honduras, además de octubre en Argentina.
Como la curva de contagios no es fácil de predecir a partir de la llegada de las vacunas, se debe partir del supuesto que, pese a que mejoren los indicadores económicos, las sociedades fueron convulsionadas de tal forma que el malestar no se acallará fácilmente. Mi pronóstico: lustro convulsionado por donde lo miren, heridas difícil de sanar, stress constante sobre los sistemas políticos.
PD: gracias a todos y todas los que se divirtieron, reflexionaron y agradecieron la nota sobre “El Año del Búfalo”. Un guiño que muestra que la columna interpela a l@s lector@s más allá de la política. Por Carlos Fara