EL PAPA FRANCISCO VISITA POR PRIMERA VEZ LA SINAGOGA DE ROMA
Luego de agradecer que en los últimos cincuenta años creció y se ahondó la comprensión recíproca, la mutua confianza y la amistad con los «queridos hermanos mayores», finalmente, Francisco se despidió con un saludo de paz en hebreo «Shalom alechem»
Al convertirse hoy en el tercer pontífice que visita la sinagoga de Roma -luego de Juan Pablo II en 1986 y Benedicto XVI en 2010-, Francisco volvió a condenar hoy con fuerza el antisemitismo, evocó la «inhumana barbarie» del Holocausto y recordó a los judíos que «ustedes son nuestros hermanos mayores en la fe».
«Con esta visita sigo las huellas de mis predecesores. Juan pablo II vino aquí hace treinta años, el 13 de abril de 1986 y Benedicto XVI estuvo entre ustedes hace seis años. Juan Pablo II en esa ocasión acuñó la linda expresión ‘hermanos mayores’ y de hecho ustedes son nuestros hermanos mayores en la fe», dijo Francisco, desatando el primero de una larga serie de aplausos.
En su discurso,el Papa destacó los avances habidos en las últimas décadas en el diálogo judío-católico, especialmente desde la Declaración Nostra aetate del Concilio Vaticano II, de la que hace poco se conmemoró el 50 aniversario. «El Concilio, con la Declaración Nostra aetate, marcó la vía: ‘sí’ al redescubrimiento de las raíces judías del cristianismo, ‘no’ a cualquier forma de antisemitismo y condena de cualquier injuria, discriminación y persecución», afirmó. Alentó, por otra parte a que el diálogo teológico judío-católico siga avanzando con «discernimiento y perseverancia». «Para comprenderse a sí mismos los cristianos no pueden no hacer referencias a las raíces judías y la Iglesia, aún profesando la salvación a través de la fe en Cristo, reconoce la irrevocabilidad de la Antigua Alianza y el amor constante y fiel de Dios por Israel», agregó, provocando más aplausos.
Luego de llamar a cristianos y judíos a comprometerse por la paz y la justicia en el mundo de hoy, recordó que «la violencia del hombre sobre el hombre está en contradicción con cada religión digna de este nombre y en especial con las grandes religiones monoteístas».
El momento más emotivo fue cuando habló del Holocausto y llamó a que el pasado sirva de lección para el presente y el futuro. «La Shoa nos enseña que es necesaria siempre la máxima vigilancia para poder intervenir tempestivamente en defensa de la dignidad humana y de la paz», dijo, emocionando a los sobrevivientes presentes en el templo, a quien ya había saludado, uno por uno, al llegar.
«Seis millones de personas, sólo porque pertenecientes al pueblo judío, han sido víctimas de la más inhumana barbarie, perpetrada en nombre de una ideología que quería sustituir el hombre a Dios», evocó. Y recordó la tragedia que golpeó a la comunidad judía de Roma, que tradicionalmente siempre vivió en el denominado ‘gueto’, donde se levanta el Templo Mayor de Roma, y la deportación de más de mil hombres mujeres y niños al campo de exterminio de Auschwitz el 16 de octubre de 1943. «Hoy deseo recordarlos con el corazón, en modo especial: sus sufrimientos, sus angustias, sus lágrimas no deben ser nunca olvidadas», clamó, desatando más aplausos.
Antes de entrar a la sinagoga, la más antigua de Europa y para la ocasión blindada como nunca y custodiada por 800 uniformados, el Papa dejó una corona de flores sobre una lápida que recuerda la antes citada deportación de judíos, y otra sobre otro monumento en memoria de Stefano Gai Taché, un niño asesinado en un atentado terrorista palestino ocurrido en 1982.
Tal como hizo en su discurso el rabino jefe de Roma, Riccardo Di Segni, que en su discurso de bienvenida destacó el «compromiso personal» de Francisco con los judíos, el Papa recordó que siendo arzobispo solía ir a las sinagogas de Buenos Aires para reunirse allí con la comunidad judía. Entonces, con el correr del tiempo «se creó una relación espiritual que favoreció el nacimiento de auténticas relaciones de amistad y que también inspiró un compromiso común», evocó. De hecho, es conocida su amistad con varios judíos argentinos, entre ellos el rabino Abraham Skorka, con quien realizó en 2010 un libro, «Sobre el cielo y la tierra» y su compromiso con el Instituto del diálogo interreligioso que impulsó y que dirigen el sacerdote Guillermo Marcó, el rabino Daniel Goldman y el dirigente islámico Omar Abboud.
Luego de agradecer que en los últimos cincuenta años creció y se ahondó la comprensión recíproca, la mutua confianza y la amistad con los «queridos hermanos mayores», finalmente, Francisco se despidió con un saludo de paz en hebreo «Shalom alechem». Fte.textual Infobae