Daniel Scioli, Sergio Massa y Mauricio Macri: No habría triunfo en 1ra. vuelta, por 1ra. vez desde que existe el balotaje tramposo del régimen electoral vigente (Pacto de Olivos). El peligro es un Presidente a tiro del kirchnerismo… u obligado a meterlo preso para consolidarse.
Un electorado desinteresado en el comicio tiene un único significado: hay una volatilidad importante, el voto consolidado es minoritario, el ‘zapping’ es mas elevado que en otras elecciones que ocurrieron desde 1983, la campaña electoral se definirá sobre el final. Si los ciudadanos perciben lo obvio -que las ideologías acabaron, que los 3 presidenciables principales se asemejan mucho en lo que opinan en privado, y cualquiera sea el que gane tendrá que hacer lo mismo con la única diferencia de la cronología y la velocidad de sus anuncios-, es posible argumentar a favor de lo que le sucede al electorado. Para el periodismo, que pierde la paciencia cuando no es blanco o negro (ya de por sí, la permanencia de Sergio Massa como 3ro. en disputa, provoca agitación en los medios), la incertidumbre es un problema. Opinión de importantes analistas: Sergio Crivelli en el diario La Prensa:
«(…) A dos semanas de la votación Daniel Scioli no consiguió aumentar decisivamente su ventaja sobre Mauricio Macri. Está cerca de la meta, pero nadie le asegura que pueda evitar la segunda vuelta. Su estrategia consiste en impedir cualquier roce directo con el gobierno que enoje a la presidenta y ponga en riesgo la base electoral que lo llevó hasta el 38% de las PASO.
Lo demás es mostrarse como garante de la gobernabilidad y decir lo que los votantes quieren oir, sin explicar cómo va a hacer lo que dice.
Macri, por su parte, sabe que corre de atrás. Resolvió por lo tanto olvidarse del «purismo» y de Durán Barba y abrazarse a una estatua de Perón. Es paradójica su situación. Carga con el estigma de ser un «oligarca», pertenecer al «establishment» y al «círculo rojo», pero su candidata a vice, Gabriela Michetti, declaró un patrimonio total de 140 mil pesos, cifra que hasta para el más insignificante secretario personal de Cristina Fernández representa un vuelto. ¿Cómo es que los defensores de los pobres son más ricos que los representantes de la oligarquía? Un enigma argentino y peronista.
En este reino del revés se produjo otro cambio de roles el miércoles último cuando Daniel Scioli concurrió a un hotel de Recoleta para participar de un almuerzo con representantes de los grupos económicos más poderosos del país. Fue recibido con la expectativa que podría generar el próximo Presidente y tratado como tal entre aplausos y muestras de simpatía. Sus anfitriones no necesitan encuestas ni gurúes ecuatorianos para saber dónde está el poder. Mariano Spezzapria en el diario El Día, de la ciudad de La Plata: «(…) Ese es, justamente, uno de los cinco escenarios que moldean por estos días los analistas electorales: el derrumbe de Macri, y Massa emergiendo como principal opositor. Aunque parece el más extremo, teniendo en cuenta que las otras cuatro posibilidades se acercan menos a la idea del “batacazo”. Se resumen a continuación los 4 escenarios restantes: Joaquin Morales Solá en el diario La Nación:«Daniel Scioli tiene un problema electoral con Cristina Kirchner, y Mauricio Macri tiene un conflicto, también electoral, con la pertinacia política de Sergio Massa. Cristina le edificó un techo a Scioli que ya nadie sabe si está en el 40% de los votos. La desafiante, y a veces provocadora, campaña de Massa estorba el potencial crecimiento de Macri. Cuando faltan dos semanas para las elecciones presidenciales, éstas se han convertido ya en las más imprevisibles desde las de 2003. Lo único cierto es que se está comprobando la vieja afirmación de casi todos los encuestadores: un 60% de la sociedad exhibe una definitiva fatiga del kirchnerismo. (…)
La mayoría de los encuestadores (incluida la medición de Poliarquía que hoy publica LA NACION) indican que Scioli corre el riesgo de no llegar al 40 por ciento de los votos. No llegó a esa cifra en las primarias de agosto, en las que obtuvo el 38,7 por ciento de los votos nacionales. El margen de ese riesgo puede ser pequeño, pero cualquier margen es grande para semejante riesgo. Si ningún candidato sacara el 40 por ciento de los votos, los dos más votados deberían ir a segunda vuelta sin importar la diferencia que hubiera entre ellos. Desde ya, no se trataría sólo del drama político y personal de uno o dos candidatos, sino de un problema sustancial para la política por venir. Terminarían compitiendo en el ballottage dos candidatos muy debilitados. (…)
Macri no ha perdido la seguridad de que será Presidente; Scioli tampoco. Cualquiera de los dos se encontrará con el país de Cristina. Un país con una economía que sobrevive con respirador artificial, pero, al mismo tiempo, habitado por una sociedad que no percibe una crisis económica. (…)». Eugenio Paillet en el diario La Nueva Provincia, de Bahía Blanca:«(…) Hay detalles que conviene remarcar. Por un lado, las dificultades que tendría Scioli para captar el voto independiente. Dado por sentado que el caudal que hoy atesora es todo lo que tiene. Sean suyos los votos o de Cristina. En sus campamentos hay sentimientos duales. Por un lado reflejan los movimientos subterráneos de sus principales consejeros económicos sobre la necesidad de acordar con los fondos buitre, mención que le valió una guerra de todo el cristinismo con la doctora a la cabeza.
Pero Scioli es Scioli, y siempre se queda a mitad de camino. No es capaz de responder por sí o por no si en caso de ser presidente terminará con el abusivo uso de la cadena nacional. Cuando en privado reconoce que esa práctica de Cristina es piantavotos y lo aleja de aquella captura tan crucial.
Macri está necesitado de sumarle a lo propio el voto peronista. Por eso tantea en Córdoba con De la Sota y se reúne o manda emisarios a hablar con Adolfo Rodríguez Saá. El puntano escucha ofertas. Tal vez el símbolo un tanto estrambótico de esa salida de pesca haya sido esta semana la inauguración del monumento a Juan Perón abrazado con Hugo Moyano, el “Momo” Venegas y Eduardo Duhalde. Difícil que prenda en el electorado esa sobreactuación que puede tener un doble filo: la “peronización” del ingeniero no resulta creíble por su propia figura y su pasado, y por el perfil ideológico de la fuerza que representa. Pero en campaña y con la necesidad poniéndole cara de hereje todo intento es válido.
En medio de ese berenjenal, Massa puede presumir lo que los otros no: ha solidificado su alianza con De la Sota, no ha perdido votos pese a los nuevos casos de “garrocheros” como Mónica López o la Tigresa Acuña, y si se quiere esgrime como mayor argumento la figura de Roberto Lavagna, el verdadero padre de la resurrección tras la debacle económica de 2001. Presume que eso y el empuje final de sus propuestas pueden obrar el milagro de estar en el segundo turno de noviembre. Los alienta un dato, que no necesariamente debería anidar en el votante indeciso como ellos sueñan: la coincidencia de que Macri perdería en segunda vuelta con Scioli, pero sería derrotado si ese combate es peronistas contra peronistas. Son sueños, nada más que eso.
Scioli, otra vez, debería preocuparse de su frente interno. Y preguntar, por si no lo sabe, lo que se cuchichea en Olivos. Allí se dice que desde el 10 de diciembre se termina el presidencialismo a ultranza y que se viene un gobierno “más parlamentario”, con control de La Cámpora, de la doctora y de su delegado en el Ejecutivo, el enigmático “Chino” Zannini.»
Pero Scioli es Scioli, y siempre se queda a mitad de camino. No es capaz de responder por sí o por no si en caso de ser presidente terminará con el abusivo uso de la cadena nacional. Cuando en privado reconoce que esa práctica de Cristina es piantavotos y lo aleja de aquella captura tan crucial.
Macri está necesitado de sumarle a lo propio el voto peronista. Por eso tantea en Córdoba con De la Sota y se reúne o manda emisarios a hablar con Adolfo Rodríguez Saá. El puntano escucha ofertas. Tal vez el símbolo un tanto estrambótico de esa salida de pesca haya sido esta semana la inauguración del monumento a Juan Perón abrazado con Hugo Moyano, el “Momo” Venegas y Eduardo Duhalde. Difícil que prenda en el electorado esa sobreactuación que puede tener un doble filo: la “peronización” del ingeniero no resulta creíble por su propia figura y su pasado, y por el perfil ideológico de la fuerza que representa. Pero en campaña y con la necesidad poniéndole cara de hereje todo intento es válido.
En medio de ese berenjenal, Massa puede presumir lo que los otros no: ha solidificado su alianza con De la Sota, no ha perdido votos pese a los nuevos casos de “garrocheros” como Mónica López o la Tigresa Acuña, y si se quiere esgrime como mayor argumento la figura de Roberto Lavagna, el verdadero padre de la resurrección tras la debacle económica de 2001. Presume que eso y el empuje final de sus propuestas pueden obrar el milagro de estar en el segundo turno de noviembre. Los alienta un dato, que no necesariamente debería anidar en el votante indeciso como ellos sueñan: la coincidencia de que Macri perdería en segunda vuelta con Scioli, pero sería derrotado si ese combate es peronistas contra peronistas. Son sueños, nada más que eso.
Scioli, otra vez, debería preocuparse de su frente interno. Y preguntar, por si no lo sabe, lo que se cuchichea en Olivos. Allí se dice que desde el 10 de diciembre se termina el presidencialismo a ultranza y que se viene un gobierno “más parlamentario”, con control de La Cámpora, de la doctora y de su delegado en el Ejecutivo, el enigmático “Chino” Zannini.» Carlos Salvador La Rosa en el diario Los Andes, de la ciudad de Mendoza:
«(…) Sin embargo, algo nuevo (o mejor dicho, muy viejo) parece estar renaciendo hoy en el seno del peronismo ante la posibilidad de que Daniel Scioli se alce con la presidencia de la Nación. Y es que puede llegar al poder un sector interno dirigencial peronista que durante toda la década se quedó callado ante la hegemonía kirchnerista, pero que aceptó a duras penas -y acumulando bronca- el maltrato.
Maltrato que se inició con el desprecio que el matrimonio patagónico mostró por todos esos peronistas de aparato, a los que intentó sustituir mediante transversalidades o concertaciones, pero que debido a la “dura” resistencia de estos (mediante el silencio y el atornillamiento feroz a sus cargos), no tuvo más remedio que cederle la candidatura presidencial a uno de ellos; quizá de todos al que Cristina mayormente desprecia, Daniel Scioli, la expresión más acabada de ese peronismo que se ha transformado en una máquina vacía de poder que acepta cualquier ideología y cualquier liderazgo mientras no afecte sus intereses de nueva oligarquía al mando de las estructuras locales.
Pero ahora pueden llegar al poder nacional. Y habrá que ver si en la presidencia siguen callando ante las imposiciones de Cristina, o si deciden hacer valer su poder formal y transformarlo en real mediante la lid interna, que cuando se llevó a cabo en los 70 fue terrible.
Y a ello se le añade otra preocupación, porque sabedora de que los que hasta ahora siempre callaron posiblemente dejarán de hacerlo, Cristina Kirchner está intentando llevar a cabo una de las lógicas de poder más delirantes de las que se tenga memoria, una contradicción en sus términos de marca mayor: por un lado necesita imperiosamente que Scioli gane porque cualquier otro que lo hiciera podría enjuiciar a la elite K por las impresionantes sospechas de corrupción estructural.
Pero por el otro requiere que Scioli llegue a la presidencia con el menor poder posible, condicionado hasta el mayor extremo, de modo que su debilidad le impida enfrentarla. Por eso obliga a Scioli a hacer cosas humillantes que jamás ningún candidato haría si quiere ganar, convencida de que aún así alcanzará para llegar, pero con un presidente vaciado de toda autoridad. (…)». Eduardo van der Kooy en el diario Clarín:«(…) Fein tendría un problema con Stiuso. La fiscal le tomó declaración luego de la muerte de Nisman. En sus apuntes habrían quedado algunas cosas peliagudas para los intereses de Cristina. El espía confesó que todas las informaciones que recababa –sobre la AMIA u otros tópicos– eran derivadas siempre para el conocimiento de Héctor Icazuriaga y Francisco Larcher. Fueron los dos ex jefes de la ex SIDE que respondieron con fidelidad inquebrantable a Néstor y Cristina. Por los menos hasta que en diciembre del 2014 a la Presidenta se le volaron los pájaros y los echó.
Los espías de la AFI estarían en estas horas procesando otra información que les preocupa. La versión espesa de que Stiuso en su retiro de la Florida habría recompuesto la relación con algunos enemigos. Uno de ellos, César Milani, el ex jefe del Ejército. ¿Esa reconciliación sucedió a la distancia o el general se habría hecho una escapada bien discreta hasta Miami? Los topos revisan cielo y tierra. Al militar y al espía los habría acercado el recelo común contra una misma persona. Al que consideran numen de todas sus desgracias: Carlos Zannini, el secretario Legal y Técnico y candidato a vicepresidente. Milani se fue después de una dura discusión con él. Stiuso barrunta que el cerco judicial y político que se pretende tender sobre su persona nace de la imaginación de Zannini. (…)
Scioli vive aterrado con esas intrigas en medio de una campaña que se le hace cuesta arriba. El destape de esa alcantarilla podría truncarle definitivamente, tal vez, la meta deseada: ganar el 25 de octubre ahuyentando el fantasma de un balotaje. (…)».FTE. TEXTUAL URGENTE24