Alan Pichot, el joven maravilla y la búsqueda de un sueño que depende de todos
El 29 de septiembre pasado, Alan Pichot venció al ruso Maxim Litvinov en la 9° de 11 partidasdisputadas en el Mundial de la Juventud en Durban, Sudáfrica, le dio la mano a su rival (uno de los 94 participantes de más de 100 países) y festejó con Sergio Slipak, su entrenador, el título de campeón del mundo de ajedrez, un logro que la Argentina no conseguía desde hacía 22 años, cuando en 1992 lo logró Pablo Zarnick
Alan Pichot tenía cuatro años cuando «descubrió» su vocación. Fue en casa de un compañero de jardín y por obra de la casualidad o del destino, quién sabe, que allí conoció el ajedrez, disciplina de la que acaba de consagrarse campeón del mundo sub 16 en Durban, Sudáfrica y, así, en el Maestro Internacional más joven en la historia argentina.
«En una oportunidad fuimos a cenar a la casa de una familia de un compañerito del jardín, el hermano mayor que tenía ocho años trajo un tablero de ajedrez y se puso a jugar con el papá de los chicos, entonces fue ahí que él lo vio y me pidió que le enseñara a jugar», relató Mariel Echenbaum, mamá de Alan, en una entrevista con Infobae.
«No recuerdo nada de aquel día», reconoce él pero su madre agrega: «Yo traté de disuadirlo porque estaba en salita de cuatro y me parecía que no era un juego propio para esa edad pero debido a su insistencia tuve que ir a buscar un tablero a la baulera y pensé en enseñarle para que se diera cuenta que era demasiado difícil y que entonces se le pasara y bueno… acá lo tenemos, campeón del mundo», remarca entre risas Mariela.
El 29 de septiembre pasado, Alan Pichot venció al ruso Maxim Litvinov en la 9° de 11 partidasdisputadas en el Mundial de la Juventud en Durban, Sudáfrica, le dio la mano a su rival (uno de los 94 participantes de más de 100 países) y festejó con Sergio Slipak, su entrenador, el título de campeón del mundo de ajedrez, un logro que la Argentina no conseguía desde hacía 22 años, cuando en 1992 lo logró Pablo Zarnicki.
«Me veía que estaba entre los mejores jugadores del torneo pero no para ganarlo, veía eso como algo muy difícil, iba a tratar de jugar lo mejor que podía pero no para ganar», reconoce Alan, que pasó de una vida relativamente tranquila a depender de una agenda cargada de entrevistas como consecuencia de un logro inesperado y ante el que se emociona: «Fue increíble. Me tomó por sorpresa pero me pone muy contento porque se le vuelve a dar importancia al ajedrez después de mucho tiempo», resalta.
Alan cursa el tercer año en la escuela William Morris del barrio de Almagro. Allí, reconoce, sus profesores y las autoridades le dan la contención y el apoyo necesario para cursar de modo distinto al resto. Sus obligaciones con el ajedrez le han impedido cumplir con el calendario escolar como el resto de los chicos y muy probablemente deba rendir libres las materias de este año.
«Por ahora no estoy yendo a la escuela porque estoy en el medio de un torneo y me estoy acostando muy tarde, entonces es muy difícil a la mañana siguiente poder ir y después de este torneo tengo que ir a Brasil, o sea que seguramente cuando vuelva voy a dar libre para poder terminar este año».
La historia escolar de Alan cuenta que a la edad de seis años era alumno del colegio Jean Piaget, desde donde un día citaron a los padres para pedirles una solución a la mala conducta del niño: «En aquel entonces nos llamaron para retarnos. Alan era revoltoso, no se quedaba quieto, se levantaba de su silla para ir a charlar y a dispersar a sus compañeros, y me llamaron en distintas oportunidades dándome a entender que tenía problemas de déficit de atención», relató la mamá de Alan.
Hubo que recurrir entonces a distintos estudios para determinar qué era lo que volvía a Alan un chico fuera de lo normal. El resultado terminó siendo asombroso: «Empezamos con una batería de psico diagnósticos, de distintas interconsultas con especialistas hasta que finalmente un psicólogo le hizo unos cuantos test y arrojó que Alan estaba dentro del 5% de la población más inteligente del mundo«, completó Mariela Echenbaum.
En 2015 ingresará como alumno en un colegio especial que le permitirá estudiar a distancia y que le fue ofrecido por el Enard, el ente gracias al cual tuvo el apoyo económico necesario para estar en Sudáfrica.
Allí llegó por las gestiones incansables de su mamá en busca del apoyo económico imprescindible para el desarrollo de la carrera. Luego de mucho tiempo de búsqueda, Mariela finalmente logró que el Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo, dependiente de la Secretaría de Deportes, le aportara el dinero con el que Alan pagó los pasajes a Sudáfrica para él y su entrenador, la estadía y las inscripciones. «No obstante», agregó su madre, «tuvimos que hacer una colecta también en el Círculo de Ajedrez Torre Blanca (al cual Alan representa) para que pudiésemos pagarle los honorarios a un entrenador de élite, que es fundamental y sin el cual no hubiera podido obtener el título».
El resultado del viaje fue el título mundial. Pero éste no parece haber sido suficiente. Alan, fanático de Boca y que hoy será homenajeado en la Bombonera con la entrega de una placa en reconocimiento al logro obtenido, necesita seguir compitiendo en el alto nivel y para eso necesita apoyo económico: «Se han acercado algunos funcionarios, algunas personas en forma privada para decirnos que están interesados en colaborar con nosotros, nos escuchan, pero por ahora no hay nada…», lamenta Mariela, quien cuenta que «la idea es que en 2015 Alan pueda participar de todos los torneos importantes que haya en Europa, fundamentalmente, y en el resto de América. Porque como campeón del mundo le corresponde, y se lo merece«.
Pero es Alan quien desde sus incipientes 16 años, demuestra que su vocación es mucho más que eso. Es un sueño, un desafío, un convencimiento: «Por ahora quiero seguir estudiando y seguir avanzando en el ajedrez, quiero poder hacer mi primera norma de Gran Maestro. Quiero seguir avanzando para dentro de un año y medio o dos ir en busca del máximo título».
Alan es un joven destacado, un chico que desde los cuatro años supo que el ajedrez sería su forma de vida. Le gusta el fútbol, pero sólo como un hobby. Su vicio es ese tablero de 64 piezas. Con negras o blancas, se define como «un jugador agresivo, yendo a buscar siempre el triunfo». Se muestra calmo y pensativo ante cada respuesta, no tiene ídolos o referentes en su disciplina y su ambición es su propio crecimiento. Su reciente título mundial es simplemente el comienzo del camino de este niño genio, de este joven maravilla.Fte. textual infobae