Uno de cada 4 padres les pega a sus hijos
Porque aún hoy, padres de todos los estratos sociales, económicos y educativos siguen pegándoles a sus hijos como parte de la crianza cotidiana.
El chirlo, la palmada en la mano, el coscorrón y la bofetada son parte de los “correctivos” que muchos padres suelen usar con sus hijos. Algunos, convencidos de que es lo mejor para la crianza, otros, sin demasiado análisis. Según cifras de Unicef, uno de cada cuatro padres reconoce usar estos métodos. Para el Movimiento Mundial por la Infancia de Latinoamérica y el Caribe, la violencia contra los niños es un flagelo en la región y por eso la Organización de las Naciones Unidas recomendó leyes específicas contra todo tipo de maltrato infantil. Costa Rica, Venezuela, Uruguay y Honduras ya tienen normas de este tipo. Brasil acaba de sumarse. Y en eso está Argentina también. ¿Por qué?
Porque aún hoy, padres de todos los estratos sociales, económicos y educativos siguen pegándoles a sus hijos como parte de la crianza cotidiana. El chiquito se niega a ordenar los juguetes, a comer, a bañarse, a dormir, y entonces empiezan los gritos, seguidos muchas veces por el castigo físico. “Es que el castigo físico como parte del repertorio de conductas para educar está naturalizado –dice a ClarínFernanda Tarica, médica especialista en violencia, directora de Shalom Bait, una organización no gubernamental dedicada a combatir la violencia familiar–. Lo que hay que cambiar es el sistema de creencias que sigue arraigado en la sociedad. El patriarcado está vigente. Y a los niños se los sigue viendo como objeto de control, como algo a adoctrinar. En ese contexto, el castigo físico sigue siendo legítimo para muchos”.
Tarica explica claramente que a los golpes el chico no aprende nada, o sí, a pegar: “Parece efectivo, pero lo es sólo en lo inmediato. El niño castigado se inhibe porque tiene miedo”.
El maltrato infantil es un atentado a los derechos más básicos de los chicos y adolescentes. La Convención sobre los Derechos del Niño –tiene 25 años– exige adoptar “todas las medidas legislativas, administrativas, sociales y educativas para proteger al niño contra toda forma de perjuicio o abuso físico o mental, descuido o trato negligente, malos tratos o explotación, incluido el abuso sexual”.
En 2006, el Comité de los Derechos del Niño de la ONU volvió a reclamar a los países miembros que prohíban toda forma de castigo físico y trato degradante contra los niños. Es que los chicos siguen sufriendo malos tratos en los lugares donde se supone que están siendo protegidos: en sus propios hogares o en la escuela misma.
No sólo una paliza tremenda es maltrato. Los gritos constantes, la denigración, la indiferencia sostenida también pueden resultar devastadoras.
“Se conocen tres formas principales de maltrato infantil: físico, emocional o psicológico y por negligencia o abandono. Las formas de maltrato producen lesiones físicas y emocionales indelebles, muerte o cualquier daño severo”, dice un informe de la Secretaría Regional para América Latina del Estudio de Violencia contra Niños y Adolescentes.
Argentina tiene la ley 26.061 de Protección de la Infancia. El artículo 9 reconoce el derecho de los niños a su dignidad e integridad física, establece las obligaciones de los organismos del Estado así como de las personas que tomen conocimiento de situaciones de malos tratos. Deja expresa la prohibición del castigo corporal, aún cuando no provoque lesiones visibles.
“Pero la ONU pide leyes específicas”, explica a Clarín la diputada Diana Conti (FPV), que el año pasado presentó el Proyecto de Prohibición de Castigo Corporal a Niños, Niñas y Adolescentes. Está en la Comisión de Familia. Y dice: “Se prohíbe al padre, madre, integrantes de la familia, representantes legales, personas encargadas de la educación o cuidado de niños, niñas y adolescentes; a personas que se desempeñen en servicios sociales, educativos y de salud, en el ámbito público o privado y a toda otra persona bajo cuya custodia o responsabilidad se encuentre el niño, niña y/o adolescente, aunque fuere ocasionalmente, utilizar el castigo corporal y todo acto que los lesione o menoscabe física, espiritual o psíquicamente bajo ningún concepto”.
El artículo 647 del proyecto de modificación del Código Civil, que tiene media sanción de Senadores, prohíbe los malos tratos: “Se prohíbe el castigo corporal en cualquiera de sus formas, los malos tratos y cualquier hecho que lesione o menoscabe física o psíquicamente a los niños o adolescentes”.
María Elena Naddeo, directora General de Niñez, Adolescencia, Género y Diversidad en la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires, admite que siempre pensó que era innecesaria una ley específica sobre el tema, ya que hay otras leyes en el país, “pero la ONU lo pide porque sigue habiendo mucho maltrato físico. Hay un cambio en la perspectiva y piden leyes puntuales. El tema es complejo, ya que si hay una prohibición expresa, tiene que haber una penalización. Y bueno, habrá”.
Para Nora Schulman, directora del Comité Argentino de Seguimiento y Aplicación de la Convención Internacional de los Derechos del Niño (Casacidn), “es muy importante que los países empiecen a luchar contra la violencia física contra los niños como política de Estado. El castigo corporal contra los niños queda invisibilizado porque suele ocurrir en ámbitos privados y no hay estadísticas oficiales. Igual, se sabe que el 80% de las atenciones en las defensorías y los centros de protección de niños son por violencia física. En general son historias que se repiten de generación en generación, patrones que siguen. Hay que parar ya, y en la infancia, para empezar a tener una sociedad menos violenta”.
Dice Tarica: “Les pretendemos enseñar a no gritar y no pegar, y lo hacemos a los gritos y con golpes. Y nadie nos sanciona por eso porque nadie ve. Es la impunidad total. La doble moral de los adultos”.
Se sabe que los límites son saludables y necesarios. Para muchos adultos, también.