viernes 26 de abril de 2024 09:08:39

Artículo producido por el reconocido economista y ex presidente del BCRA Dr. Rodolfo Rossi para el Multimedios Prisma. Del análisis de la realidad se desprende que desde hace un buen tiempo, gran número de factores e indicadores de la economía nacional carecen de la calificación de “confiables”, ya sea por la particular manipulación estadística de su confección, ya sea por la vigencia simultánea de otros valores que merecen apreciarse más veraces por que surgen sin la interferencia o participación del “funcionario”, y son consecuencia y resultado de la oferta y la demanda. El tan mentado Índice de Precios al Consumidor (IPC) que debiera constituir un mirador preferente de la acción económica del país, no refleja en su variación mensual, la real alteración de los precios. Su desvinculación con la variación de los salarios determinados por las convenciones colectivas de trabajo, es notable y su particular atraso y distorsión, afecta la seriedad y confianza de la gran mayoría de las estadísticas que se informan oficialmente. Es probable, que su retraso frente a la realidad reconocida tenga su motivación en mantener la Tasa Pasiva de Interés, en bajos niveles (Pases Pasivos a 7 días 9,50 %, fijado por el Banco Central) para la simulación de un menor costo general en la economía. Pero esta tasa negativa en su relación a la inflación real, está determinando la extinción virtual del ahorrista en moneda nacional. Como efecto nocivo de tal “manejo” de la tasa de interés pasiva, tenemos la alternativa del ahorro en moneda extranjera, lamentablemente radicada desde hace muchos años en nuestro país, por la inestabilidad económica que sufrimos y – por qué no – por la desconfianza que se tiene en la moneda nacional (desde el año 2007, se vienen acumulando activos de residentes nacionales en el extranjero por US$ 70.007 millones). Rigurosamente, y con ironía, el que quiere comprar Dólares en el Mercado Único y Libre de Cambios (MULC), no puede proveerse, ya que, discrecionalmente, tiene vedada su adquisición. Pero – como siempre ha ocurrido, en casos similares, desde la existencia de la Economía -, ha hecho su aparición un mercado “paralelo”, “blue” o “celeste”, que a medida que se afinan los controles estatales, aumenta su precio y genera más distorsión en los precios relativos internos.
En tanto, las importaciones en su generalidad, están “seleccionadas” y las de bienes de capital son casi inexistentes; las exportaciones están resentidas, precisamente, por la falencia de un tipo de cambio oficial (mal llamado “libre”) y simultánea vivencia de un tipo de cambio de “mercado”, que probablemente no florezca en cantidad operativa, pero que si lo hace en su precio transaccional.

La “administración” oficial vigente es eminentemente regulatoria y represiva, no estimulante del ahorro, ni de la inversión y, consecuentemente, es recesiva.
Las tarifas de los servicios públicos están fuertemente subvencionadas y sus precios no son reales. Las pérdidas fiscales se complementan con males servicios y desinversión.
El consumo ha pasado a ser lo relevante y el salario nominal puede ser todavía “manejable”, aunque no pudiendo evitar la existencia de un alto nivel de informalidad laboral (33,7 % de los trabajadores), se está haciendo realidad la existencia de suspensiones laborales por una menor actividad productiva.
Estamos viviendo de ficciones. Mercado financiero libre, pero con regulación de la tasa de interés; Precios libres, pero administrados; Mercado cambiario libre (MULC), pero dentro de lo establecido discrecionalmente por el BCRA y la AFIP; Paritarias laborales libres, pero acotadas por la intervención pública; subvenciones tarifarias; extenuante presión tributaria.

Evidentemente la economía argentina está transitando por una etapa oscura de administración dirigista e intervencionista, que la encorseta y es determinante en la vigencia de ficciones en los precios, tarifas, relación cambiaria, tasa de interés, resultado fiscal, evolución del producto bruto, nivel de comercio exterior, rentabilidad del ahorrista y del inversor. Todo ello, coadyuva al dispendio y a la discrecionalidad del Sector Público. El cálculo económico, en estas condiciones, se hace poco posible.

Sin embargo es probable, que esta particular situación de ficciones, se transforme, en el tiempo, en fricciones, distorsiones y finalmente, en la aguda realidad del “sinceramiento”.

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