martes 22 de octubre de 2024 03:15:22

ARTICULO PRODUCIDO POR EL DR RODOLFO ROSSI EX PRESIDENTE DEL BCRA PARA EL MULTIMEDIOS PRISMA
En estos momentos la gran mayoría de la población argentina “pulsa” que la economía está transitando por caminos vulnerables. Su sensibilidad le induce a pensar que en lo político existe pragmatismo y en lo social existirá, en un futuro próximo, un inevitable deterioro. Existe inquietud e incomodidad general. Realmente nos había entusiasmado el superávit fiscal y externo alcanzado años atrás, pero intuíamos que ello era en cierto modo forzado y beneficiado por factores externos. Subsistían desequilibrios económicos de manera alguna resueltos, que eran las principales causas de la inestabilidad entonces vigente. Actualmente subsisten … y aun se acentúan fuertemente los mismos desequilibrios. Como no podía de ser de otra manera ante las múltiples imposiciones estatales afloran adicionales presiones, solo coartadas por mayores regulaciones y adicionales normas fiscales.

¿Se solucionan los problemas con ello? Evidentemente no. En tanto persistan los desequilibrios del sector público, del sector externo, del sector productivo, del sector energético, las regulaciones impuestas por el Estado solo coadyuvarán a la carencia de crecimiento y al castigo a la inversión productiva ¡Seremos cada vez mas pobres, aunque tengamos más Pesos en el bolsillo!

Analicemos brevemente tales desequilibrios para que con su diagnóstico, quizá podamos ser coincidentes en que los controles y regulaciones de precios, salarios, control de cambios, tasas de interés y de otras variables de la economía (todo ello define el “dirigismo económico”) solo puede tener una eficiencia temporal e irrelevante.

Según Balances del Banco Central de la República Argentina el crecimiento del financiamiento del fiscal en el año 2011, por aumento de la tenencia de Títulos Públicos alcanzó a $ 43.064 millones y los Adelantos Transitorios al Gobierno Nacional a $ 20.950 millones. El total del financiamiento fiscal fue de $ 64.014 millones, importe representativo del 3,40 % del PIB. A ello hay que adicionarle el financiamiento externo al Tesoro y al BCRA. ¿Qué significa ello? Nada más, ni nada menos que el Estado continúo y acentúo su dispendioso gasto público (en el año 2003 el gasto público nacional era del 18,2 % del PIB // en el año 2011 alcanzó a 30.3 % del PIB), no obstante la mayor presión tributaria que soporta el contribuyente (En el año 2003 la Recaudación Tributaria Nacional era del 19,2 % del PIB alcanzó el 30,0 % del PIB). ¿Ello ha sido positivo? Evidentemente no. Lo racional hubiera sido la reducción frontal del gasto público, recordando que para consolidar el crecimiento, los países deberían tener como precepto fundamental “la rebaja de los impuestos y el aumento de la productividad”. Obtener el equilibrio fiscal a través de una mayor presión tributaria, como es el caso de nuestro país de estos últimos años, es involucionar, siendo plenamente válida la sabia sentencia “no hay nada progresista en tasas impositivas que desaliente a la gente a subir la escalera del éxito”. Lo evidente y predominante que el desequilibrio fiscal se va acentuando por el aumento del gasto y se lo financia a través de un sector privado, cada vez, más exigido.

Al 30 de Setiembre de 2011, la deuda pública total alcanzaba a US$ 175.324 millones. En su cotejo con el 31 de Diciembre de 2010, la Deuda Pública habría crecido en US$ 10.994 millones, importe que se habría acrecentado según el Informe del Balance Cambiario del BCRA del cuarto trimestre de 2011, en US$ 2.636 millones. Sin embargo, lo mas llamativo del citado Informe del Banco Central es el nivel de “fuga de divisas”, entendido como la formación de activos externos del sector privado no financiero de US$ 21.504 millones, en el año. La dolarización registrada quedó solo a un paso del máximo de US$ 23.098 millones, del año 2008, afectado por la crisis con el campo y la estatización de los fondos previsionales. Desde ese año, la fuga acumulada alcanzó a US$ 70.135 millones, cifra que se eleva a US$ 87.380 millones desde el año 2003 (inicio del Gobierno de Néstor Kirchner). Es indudable, que la política económica del Gobierno acentúo la demanda de dólares del sector privado, debiendo adoptar desde el 30 de Octubre último, una “batería de medidas” para restringir la demanda de divisas. Al respecto, la AFIP estableció la autorización previa para personas y corporaciones para la compra de divisas. Posteriormente, el Gobierno obligó a los importadores a exportar un dólar por cada dólar, que importan. Esta medida está totalmente desubicada formal y económicamente. Desconoce la existencia de las ventajas comparativas relativas a nivel país (axioma económico básico) y, adicionalmente ignora las ventajas de que cada empresa se concentre en producir los bienes en los que es más eficiente. Finalmente – y como era de esperar – el Gobierno decidió cerrar por completo las importaciones y el pago de utilidades a accionistas del exterior, dependiendo de la Secretaría de Comercio y de la AFIP y de otras dependencias del Gobierno, la autorización previa para pagar e importar, determinándose así, qué producto y en que cantidad y condiciones se puede importar.

Es de señalar que el 39,9 % de las importaciones argentinas, son bienes intermedios (insumos principalmente) y bienes de capital, por lo que la carencia de fluidez afectará la producción nacional e incluso el nivel de ocupación laboral. Es de recordar, que así como la revaluación de la moneda nacional y la agilidad de las importaciones, determinaron la seria crisis económica de los años 2001, en la actualidad, con estos regulatorios instrumentos establecidos, se pueden insinuar severas dificultades a la producción nacional.

A lo anterior, debe adicionarse la poco eficiente política energética nacional, que ha transformado a nuestro país en dependiente del exterior, apreciándose un déficit comercial externo del sector, en el presente año, superior a los US$ 5.500 millones, aun con el “opacamiento”, que sufriría la actividad económica del país.

Para no ir más lejos (llegaríamos a cifras astronómicas de tomar como Año Base el 2003), en los dos últimos años, los Medios de Pagos aumentaron el 65,2 %, la Recaudación tributaria un 77,3 %, el nivel promedio de los salarios un 62,4 %, las Exportaciones un 51,7 %, las Importaciones un 91,4 %, el Índice de precios al Consumidor (IPC) un 21,8 % y la relación Peso/Dólar lo hizo en un 12,6 %. Sin duda, que con la alta inflación real (estimada en un nivel levemente inferior al aumento de los salarios), el país se ha encarecido en Dólares, con el lógico incremento de las importaciones y la desconfianza en la moneda nacional. Al Gobierno, solo le preocupan los índices de precios que representan la “fiebre” de la economía, pero no la enfermedad, que es el exceso del gasto y la dispendiosa emisión, que lo estimula.

A ello debe atribuirse la verdadera causa de la “actual carencia de US$”, que en la actualidad se intenta enfrentar con todo tipo de regulaciones y controles, que adicionalmente deterioran la confianza general. Obviamente, elevada presión impositiva, altas tasas de interés (en términos de dólares), precios pautados, controlados, regulados, relación cambiaria acotada en su fijación gubernamental, no son campo propicio para la inversión, para el crecimiento, para el aumento del salario real y en definitiva, para el bienestar general. El estímulo del consumo, que ha sido la base y estrategia del “Modelo”, se estaría acabando y por las perspectivas de las cuentas nacionales brevemente repasadas, es de prever una paulatina, pero severa disminución de tal consumo inducido y también del crecimiento económico.

Adicionalmente una serie de hechos y acontecimientos de origen gubernamental estan dejando azorados y perplejos a la opinión pública pensante. En sucinto resumen se destacan: 1) La indefinición y vacilación en la disminución de los subsidios vigentes que alcanzando el actual nivel del 5,4 % del PIB (2,8 %, en el año 2003) resultan insoportables para el Sector Público. Finalmente, habrá impactantes aumentos en la electricidad, el gas, el agua y los transportes, que afectarán los costos familiares e industriales, luego de casi 9 años de “jolgorio”, con el manifiesto atraso de las tarifas públicas. 2) Las marchas y contramarchas de la política petrolera, que muestra al referente del Gobierno (YPF) pagando desde el año 2008, en concepto de dividendos en efectivo Euros 3.273 millones, descuidando simultáneamente las necesarias inversiones y las reservas reales de petróleo y gas, importante “aprovechamiento”, que los funcionarios públicos no podían ignorar. 3) El mal ejemplo de los Representantes del Pueblo (Diputados y Senadores nacionales) con el reajuste extraordinario y extravagante de sus salarios. 4) Las andanzas,con presunción de realización de operaciones poco transparentes de un altísimo funcionario público nacional, reñidas – cuanto menos – con la ética de la actividad pública. 5) Los insólitos desplantes verbales, en algunas oportunidades procaz y en otras “chabacana”, de un importantísimo Secretario de Estado, no acorde con su investidura y la seriedad de sus interlocutores.

Quizá, el extracto de esta pobre actual visión de país, esté en la carencia de respeto a la ética del trabajo y al capital privado, que en definitiva, es trabajo acumulado. El Estado que avanza deteriora la productividad, el nivel del salario real, la posibilidad de ahorro genuino, la inversión productiva. Castiga la innovación, la buena creatividad, la pujanza, la iniciativa privada, elementos trascendentes para el progreso social.

Surge como corolario que las reglamentaciones, las regulaciones, el “dirigismo económico estatal”, que pretende dominar las acciones de la evolución económica, constituye el peor individualismo, ya que define la pretensión del “hombre” de dominar las leyes de la economía, que en su esencia y en sus principios generales, nunca podrán ser violadas, sin peligro para el enriquecimiento de los pueblos.

Pero, tengamos confianza en la República. Templemos nuestros espíritus, seamos optimistas. A la existencia de grandes desequilibrios no solucionados por el autoritarismo estatal, seguirá una gran alternativa de respeto al hombre, a su trabajo, a su libertad, a sus realizaciones y en definitiva al progreso y a la sana moral, que aun tenemos los Argentinos. Después del Carnaval.