sábado 20 de abril de 2024 09:59:16

Un día como hoy, hace ocho años, la vida de Isabel Yaconis. Era una mañana más para la familia, ella tenía que hacer trámites y se separó de su hija, Lucila a ocho cuadras de su casa.

Apenas una hora después su marido la llamó a la casa del contador y le pidió que regresara. Su hija mayor le dijo que habían venido a traerles la mochila de Lucila.

Era época de secuestros en Argentina e Isabel pensó que, como su hija llevaba uniforme de colegio privado tal vez pensaron que era una familia con dinero. Pero no era un secuestro, era algo mucho peor lo que había sucedido
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A Lucila la habían matado junto a las vías del ferrocarril en Ñúnez, a 50 metros de su casa, cuando se resistió a ser violada. Era el 21 de enero de 2003, estaba a unos días de cumplir 17 años.

Por el crimen no hay ningún detenido

“Mi hija mayor y mi marido sabían lo que había pasado, pero no me decían para prepararme y para que no viera el cuerpo. Me llevaron a la comisaría, yo describí con lujo de detalles cómo estaba vestida. Quería que la encontraran. Cuando regresé a mi casa, había un montón de gente que yo no conocía, ahí tomé conciencia que pasaba algo grave”

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“En la cocina había una mujer, me dijo que era psicóloga de la policía Federal y que le preguntara lo que quisiera. Yo fui derecho al grano. ‘¿Lucila está muerta?’. Me lo confirmó con la cabeza”, recuerda Isabel bajando la mirada. También rememora que en ese momento no pudo ni llorar, ni gritar, sólo atinó a sentarse.

“Entre la ropa de Lucila se encontró material para hacer un ADN, pero nunca se llegó a encontrar al autor. La única que se enfrentó a él fue Lucila. Tampoco pudimos lograr que se haga el Registro de Violadores, es decir, un banco de datos genéticos. Son 8 años de causa y no hay avance”, sostiene Isabel, frustrada con la Justicia y con la situación.

En los primeros siete meses, marchó todos los lunes haciendo el mismo camino que Lucila para reclamar justicia. Se sumaron vecinos y también muchas madres que habían perdido a sus hijos.

“Así empezó una gran amistad, somos como hermanas, y entendimos que juntas íbamos a lograr más cosas. Nunca perdí las esperanzas de la creación del banco”, aseguró Isabel, que hoy es la encargada de atender a las víctimas de violación.
“Tienen que recibir atención médica para evitar enfermedades y embarazos no deseados. Y deben hacer la denuncia”, resaltó Isabel, entregada por completo a su nueva función.

Isabel, por último, dejó un eléfono 4953 3412 y un mail [email protected] para quienes necesiten ayuda. A su hija ya no podrá ayudarla, pero al menos se consuela sabiendo que trabaja día a día para que no haya más casos como el de su hija.Por Luis Sangiorgio