POLITICA INTERNACIONAL: En un reportaje la presidenta de Brasil con respecto a la devaluación dijo «en el mundo nadie pued afirmar que no va a devaluar»
BRASILIA.- Todos los reflectores están sobre ella y lo sabe. A escasas horas de que aterrice en Buenos Aires en su primer viaje al exterior desde que asumió como presidenta de Brasil, el 1º del actual, Dilma Rousseff se muestra muy cautelosa en sus declaraciones a la prensa argentina. Elige con precisa intencionalidad cada palabra, cada gesto, y hasta su sonrisa presenta un ritmo metódico que se funde a la perfección en su pulcro maquillaje.
Es consciente de que, tras heredar el poder del popularísimo Luiz Inacio Lula da Silva, las expectativas son enormes. De uno de los temas más sensibles para la relación con la Argentina, como una posible devaluación del real, dice que «en el mundo nadie puede afirmar» que no devaluará. Y también intuye que, en su primera reunión oficial con la presidenta Cristina Kirchner, las comparaciones estarán a la orden del día.
«Pretendo tener una relación extremadamente cercana con la presidenta Kirchner», advierte la mandataria durante una entrevista conjunta con los diarios La Nacion, Clarín y Página 12 , en una sala de reuniones contigua a su despacho del tercer piso del Palacio del Planalto.
La sobria pero a la vez alegre decoración de la sala -con orquídeas, coloridos jarrones y un tapiz con motivos florales- señala que esta tecnócrata y ex guerrillera, de 63 años, que hizo historia al convertirse en la primera mujer presidenta de Brasil, está dispuesta a marcar un estilo diferente, más austero, al de su predecesor. Sólo desentona un barroco crucifijo de madera y plata, tal vez puesto allí en un esfuerzo por remarcar una buena predisposición con la Iglesia, con la que tuvo problemas durante la campaña electoral, cuando se la acusó de marxista atea y abortista.
Acompañada por su ministra de Comunicación Social, Helena Chagas, y su vocero, Rodrigo Baena -que anotan todo-, Rousseff busca presentarse sólida y cálida, pero no llega a soltarse sino hasta el final de la entrevista, cuando se refiere a su querida Buenos Aires y su gusto por el tango (ver aparte).
-¿Qué representa para usted el que los dos países más importantes de América del Sur estén ahora presididos por mujeres?
-Es algo para celebrar, una demostración de cuánto evolucionaron sus sociedades, en el sentido de superar el tradicional prejuicio contra la mujer. Para mí es significativo también que hayamos tenido el ejemplo de la elección de un indígena en Bolivia y de un obrero metalúrgico en Brasil. América latina está dando un ejemplo al mundo de que ciertos prejuicios y bloqueos económicos y sociales están siendo superados. Eso representa una mayor democratización de nuestras sociedades y de nuestros países.
-¿Qué expectativas tiene de la relación con la Argentina?
-Brasil y la Argentina tienen la responsabilidad ante América latina de hacer que nuestra región tenga cada vez más presencia y acción en el escenario internacional. Y lo pueden conseguir de forma más efectiva cuanto más cercanas sean nuestras economías, más se articulen y más se desarrollen, y creen lazos donde ambos pueblos ganen con esa proximidad, en materia de desarrollo económico y tecnológico, y una mejoría en sus condiciones de vida. Más allá de eso, tenemos una proximidad facilitada por el hecho de ser mujeres que representamos dos grandes economías de la región. Brasil y la Argentina articulados, con líderes mujeres, nos permitirá una presencia mayor en los organismos internacionales, como el G-20 o el G-77. La relación bilateral es muy importante también para Unasur. Brasil tiene un compromiso -que se asumió fuertemente desde el gobierno de Lula, y al que le voy a dar continuidad y profundizar- y es que percibimos que el destino de Brasil, su desarrollo y la mejora de las condiciones de vida del brasileño tienen que estar ligados y compartidos con el resto de nuestra América. De allí la importancia que le doy a la Unasur y al Mercosur. El mundo globalizado exige la formación de bloques regionales. Para mí es una relación estratégica. Por eso, el primer país que voy a visitar es la Argentina, porque creo que es el país hermano de Brasil. No estoy disminuyendo a ningún otro vecino, como Paraguay, Uruguay, Colombia, Venezuela o Perú, pero es hasta intuitivo políticamente para los otros países que la Argentina y Brasil estén juntos.
-¿Cuál será el foco de esta primera visita?
-El foco de mi agenda es el siguiente: el gobierno brasileño asume, una vez más, el compromiso con el gobierno argentino de una política conjunta y estratégica del desarrollo de la región. Para nosotros, el desarrollo de Brasil tiene que beneficiar al conjunto de la región. Un ejemplo: tendremos una política muy fuerte de creación y desarrollo de proveedores para la exploración y explotación del petróleo en la capa pre-sal (en las profundidades marinas). Nosotros tenemos una política de contenido nacional y contemplamos una política de contenido regional conjunta con la Argentina. Contemplamos una agenda en la que la Argentina y Brasil, que son países con grandes recursos alimentarios y energéticos, puedan aumentar el valor agregado y el empleo en la región. Con la Argentina queremos una sociedad en el área de tecnología e innovación; una sociedad en el uso de la tecnología nuclear para usos pacíficos. Me voy a enfocar en la idea fundamental de una relación especial, estratégica, con la Argentina. Esa es la idea fuerza, que se manifestará en todas las áreas de interés de los dos países.
-Regularmente, nuestros países tienen diferendos comerciales bilaterales y ahora también problemas por el tipo de cambio. ¿Cómo se planta Brasil frente a esto?
-Brasil y la Argentina sufren, como todos los emergentes, las consecuencias de la política de devaluación practicada por las dos mayores economías del mundo. Nuestra posición en el G-20 debe ser la de reaccionar a esa política de devaluación que siempre llevó al mundo a situaciones complicadas. Las devaluaciones competitivas que condujeron a varias crisis económicas y a disputas políticas. No es bueno para ningún emergente. En especial Estados Unidos, que detenta la moneda que es reserva de valor, debe considerar esto. Por otra parte, no tenemos que aceptar políticas de dumping o mecanismos de competencia inadecuados que no se basan en prácticas transparentes; debemos reaccionar ante eso. Pero también sabemos que el proteccionismo en el mundo no lleva a buen puerto. Las pérdidas no se restringen a aquel de quien uno se está defendiendo, se extienden por todo el sistema.
-Las medidas que viene tomando el Banco Central brasileño para evitar la sobrevaluación del real frente al dólar no están dando el resultado esperado, y en la Argentina existe el temor de una eventual devaluación del real. ¿Usted podría afirmar que eso no va a ocurrir?
-En el mundo nadie puede afirmar eso. En los últimos tiempos hemos conseguido mantener el dólar dentro de una franja de fluctuación. O sea, no hemos tenido ningún derretimiento como se dijo por ahí. Osciló todo el tiempo entre 1,6 y 1,7 (real por dólar). Ahora, nadie en el mundo puede decir que garantiza eso [la no devaluación]. Por eso, los organismos multilaterales son tan importantes para discutir esta cuestión: es imprescindible que haya una responsabilidad de los países desarrollados en esta cuestión.
-Esta semana, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, anunció que visitará Brasil en marzo. ¿Significa esto una vuelta de página en las relaciones entre Washington y Brasilia después de las tensiones con el anterior gobierno respecto de Irán?
-La relación de Brasil con Estados Unidos es histórica. Y esa relación se transformó a medida que los dos países se desarrollaron. Hoy, fantásticamente, Brasil tiene superávit en la relación comercial con Estados Unidos; algo inconcebible poco tiempo atrás. Es importantísimo ver a Estados Unidos como un gran socio comercial de los países de América latina. Para Brasil, Estados Unidos son y siempre serán un socio muy importante. Y para nosotros, se trata siempre de aumentar el nivel en la relación. Tuvimos una buena experiencia en los últimos años y también tuvimos diferencias de opinión. Pero lo que importa es percibir que esta es una sociedad que tiene un horizonte de desarrollo muy grande. Entonces consideramos que cada año vamos a tener que dar vuelta la página del año anterior.
-Ha dicho que le dará mucha importancia a los derechos humanos. ¿Cómo se traducirá ese interés en su política exterior?
-No voy a negociar los derechos humanos, no voy a hacer concesiones en esa área. Pero tampoco acepto que los derechos humanos puedan ser vistos como restringidos a un país o a una región; ésa es una falacia. Los derechos humanos son un tema que debemos mirar tanto en nuestro país como en el resto del mundo. No vale eso de mirar la paja en el ojo ajeno sin ver la viga en el propio. Los países desarrollados ya tuvieron problemas terribles, en [las cárceles de] Abu Ghraib, Guantánamo? pero también creo que apedrear una mujer [por Irán] no es algo adecuado. Entonces no creo que tener una posición firme en torno a los derechos humanos sea simplemente apuntar con el dedo a otros países que no los respetan. Es bueno que cada uno vea la paja en su propio ojo, como dice la Biblia. Muchas veces se utilizan los derechos humanos no para protegerlos, sino para hacer política, para usarlos como instrumento político. En nombre de eso no voy a defender a quienes abusan de los derechos humanos. Pero tampoco soy ingenua como para no ver el uso político.
-En ese contexto ¿cómo ve la situación de Cuba?
-Con la liberación de los prisioneros políticos, Cuba dio un paso hacia adelante. Tienen que continuar trabajando en eso, dentro del proceso de construcción de mejores condiciones económicas, democráticas y políticas del país. Respeto también el tiempo de ellos. Hay que entender que la política se hace en un determinada temporalidad. En Cuba prefiero decir que existe un proceso de transformación y creo que todos los países deben incentivar ese proceso. Debemos protestar contra todas las fallas que haya en el respeto de los derechos humanos en Cuba. No tengo ningún problema en decir si algo me parece que está mal allá, o aquí también, porque nosotros no somos un país que no tiene deudas con los derechos humanos; las tenemos.
-Venezuela está a punto de entrar al Mercosur. ¿Cómo va a alterar su ingreso en el bloque?
-Es importante que Venezuela ingrese en el Mercosur; es bueno para el bloque que otros países se sumen. Eso cambia el nivel del Mercosur. Venezuela es un gran productor de petróleo y gas. Tiene mucho para ganar en el Mercosur y nosotros también tenemos mucho para ganar con Venezuela. Veo con excelentes ojos su participación.
-Tras la muerte de Néstor Kirchner ¿cuál es su postura frente a la elección de nuevo secretario general de la Unasur?
-Está en proceso de negociación, pero creo que siempre que se pueda es bueno que haya una rotación. Es un método bueno porque se trata de una reunión en la que somos todos iguales, sentados en una mesa redonda en la que no hay nadie en la cabecera. La rotación nos garantiza que todos tengan su hora en la dirección del grupo. Nada más justo que cada uno tenga su turno. Ese es un principio democrático esencial entre países soberanos. Nadie es más importante que otro; cada país, un voto.
OTRAS DEFINICIONES DE ROUSSEFF
El desafío de dirigir al gigante de la región
«Sobre mis hombros pesa la responsabilidad de dirigir un país de las dimensiones de Brasil, con los retos que tiene, enormes porque nuestros números son los mayores de América latina»
El principal objetivo, eliminar la pobreza
«Tenemos que erradicar la miseria, sacar a 15 millones de personas de la pobreza casi absoluta. Y debemos hacerlo sin que aquellos que ascendieron a las clases medias vuelvan a caer»
Su pasión por el tango y el Colón
«Viajé varias veces a Buenos Aires. Me gusta mucho el tango clásico, pero también [Astor] Piazzolla, a quien llegué a ver, y Bajofondo. También me gustaba ir al Teatro Colón»
Lo peor de su primer mes de gestión
«Hasta ahora, lo más triste fue ver la desesperación en los ojos de la gente que perdió a sus familiares en Nova Friburgo [la región de Río de Janeiro golpeada por las inundaciones]». por Alberto Armendariz
Corresponsal en Brasil, para la nacion.com.ar, textual