jueves 21 de noviembre de 2024 17:24:36

Hermético silencio de parte del gobierno argentino ante los incómodos cables secretos que divulgó el sitio web WikiLeaks

A media tarde de ayer , quienes temprano en la Casa Rosada habían manifestado no estar preocupados por las revelaciones empezaron a leer uno por uno los interminables cables reservados de la diplomacia norteamericana para conocer detalles. Gran parte del gabinete manifestaba una suerte de estupor e indignación por la filtración de esas informaciones, sobre todo en manos de la primera potencia mundial. La Presidenta definía por esas horas qué estrategia fijará respecto del frente de conflicto que se abrió con la administración de Barack Obama ante los secretos hechos públicos. Ayer, el canciller Héctor Timerman, que pasa horas dejando mensajes en su cuenta en Twitter, evitó todo comentario y desde la Cancillería negaron cualquier tipo de definición ante las consultas de La Nacion.

Tampoco habló el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, que aparece mencionado en los cables diplomáticos como uno de los ministros que se encargaron de cuestionar al secretario de Estado para América latina, Arturo Valenzuela, en su última visita a Buenos Aires, en diciembre pasado, que provocó una protesta del Gobierno. Algunas fuentes oficiales sostenían ayer, en medio de un fuerte hermetismo del Gobierno, que la Cancillería podría dar algún tipo de explicación por la vinculación que se hace entre la Presidenta y la administración norteamericana respecto del presidente de Bolivia, Evo Morales. Ese punto, sostuvieron fuentes diplomáticas, podría generar roces indeseados por la Casa Rosada con el vecino país.

De todas maneras, hasta anoche no había una posición tomada sobre los próximos pasos que dará Cristina Kirchner, que se encerró en su despacho hasta tarde y mantuvo encuentros con algunos de sus ministros. Cristina Kirchner todavía recorría la localidad de Mercedes, donde encabezó ayer a la tarde un acto, cuando la página de Internet del diario español El País subía los detalles de los cables secretos. Según pudo reconstruir La Nacion, habló por teléfono varias veces con Timerman del tema.

Blanco sobre negro

En rigor, las revelaciones de WikiLeaks pusieron en blanco sobre negro un escenario por demás conocido y verificado en las relaciones bilaterales entre Buenos Aires y Washington en los últimos siete años y medio.

Desde que llegaron al poder, en 2003, y hasta la actualidad, Néstor y Cristina Kirchner tuvieron un accidentado y complejo vínculo con los Estados Unidos, que se caracterizó por los roces, los desplantes y las recomposiciones constantes.

El lazo adquirió esa dinámica a partir de la primera «ruptura» formal con la política de Washington para la región, en noviembre de 2005. Fue cuando Néstor Kirchner, en la IV Cumbre de las Américas, descartó en duros términos la integración de los países del Mercosur al ALCA, tal como lo proponía la administración del entonces mandatario norteamericano George W. Bush. Ese rechazo fue interpretado por Estados Unidos como un desplante.

El inicio del vínculo entre Estados Unidos y el gobierno de Cristina Kirchner fue explosivo. Apenas tres días después de que la Presidenta asumiera el mando, en diciembre de 2007, un fiscal federal de los Estados Unidos sostuvo públicamente que el dinero de la valija de Guido Alejandro Antonini Wilson estaba destinado a su campaña electoral y había sido enviado por el gobierno de Venezuela. La propia Presidenta habló de una «operación basura».

Con el triunfo de Obama, el Gobierno buscó recomponer los vínculos con Washington, que tuvieron su punto culminante en el entredicho por el valijero venezolano.

La férrea condena argentina a Irán en los foros multilaterales por los atentados terroristas y la cooperación con la política de restricción a la proliferación nuclear fueron la llave para acercar posiciones con los Estados Unidos. Aunque por lo visto, ello no pareció suficiente.

Fte. por Mariana Veron para la nación.com